jueves, 6 de febrero de 2020

"Niño tras un cristal" (de "Desolación de la Quimera")


"Niño tras un cristal"

Al caer la tarde, absorto
Tras el cristal, el niño mira
Llover. La luz que se ha encendido
En un farol contrasta
La lluvia blanca con el aire oscuro.           5

La habitación a solas
Le envuelve tibiamente,
Y el visillo, velando
Sobre el cristal, como una nube,
Le susurra lunar encantamiento.             10

El colegio se aleja. Es ahora
La tregua, con el libro
De historias y de estampas
Bajo la lámpara, la noche,
El sueño, las horas sin medida.               15

Vive en el seno de su fuerza tierna,
Todavía sin deseo, sin memoria,
El niño, y sin presagio
Que afuera el tiempo aguarda
Con la vida, al acecho.                           20

En su sombra ya se forma la perla.



Poema breve de Cernuda, dividido en cuatro estrofas de extensión idéntica (cinco versos cada una) y con un verso final que le sirve de conclusión. El poema combina versos de 7, 9 y 11 sílabas (el llamado ritmo endecasilábico) sin rima y con una estructura libre. 

Se trata de un poema evocador de la infancia que contiene algunos elementos autobiográficos del propio Cernuda. Las tres primeras estrofas son en su mayoría descriptivas, centradas en la rutina de la tarde del niño, mientras que la estrofa tercera y el verso final, ahondan en sus sentimientos y en su significación.

En la primera estrofa el niño mira la lluvia tras el cristal. Hay una diferenciación clara entre el exterior (la calle), y el interior (la habitación separada por el cristal y la cortina), algo que nos hace pensar en las primeras poesías del autor y en ese mundo infantil y juvenil de encierro (en muchos casos voluntario). El niño está muy concentrado en la percepción del contraste que se produce entre las gotas de lluvia iluminadas por la farola y el fondo oscuro de la tarde lluviosa ("En un farol contrasta / La lluvia blanca con el aire oscuro", vv. 4-5). Se trata de un niño observador, silencioso y un poco contemplativo. 

Ese momento especial de observación, amparado por el calor de la habitación  ("La habitación a solas / le envuelve tibiamente", vv. 6-7) y protegido por la seguridad de la ventana y la cortina, adquiere una dimensión casi mágica ("lunar encantamiento"), pues el niño, futuro escritor, ya percibe la belleza y el contenido poético de lo que está contemplando.

En la tercera estrofa, el momento mágico ha pasado. Las horas de clase ya han pasado ("El colegio se aleja", v. 11) y el niño se puede dedicar a leer libros de historia y "de estampas" (libros ilustrados), dedicándole a ello "horas sin medida" hasta que llegue el momento de acostarse. Se va con ello dibujando el perfil de un niño introvertido, serio, ávido lector y atento testigo de cuanto ocurre a su alrededor.

A medida que nos adentramos en el poema aumenta su intensidad emocional. Cernuda evoca entonces que el niño se encuentra aún en ese paraíso perdido que es la infancia, ajeno al deseo y al pasado ("la memoria"). No puede sospechar que fuera, en ese exterior del que se halla protegido, se encuentran esperándole la vida y el tiempo, "al acecho", dispuestos a saltar sobre él para descubrirle la fugacidad de la existencia y la mortalidad, verdades eternas que aún ignora.

El último verso, de una belleza poética indudable, concentra la emoción al indicarnos que en el interior de ese niño ya se está formando la perla. 

El significado de esa perla puede ser entendido como un símbolo del ensimismamiento propio del poeta, esa capacidad para contemplar el mundo con otros ojos que ya comienza a manifestarse en el niño que es capaz de observar la lluvia y ver en ello un objeto estético; además, la perla se forma en el interior de la concha (de nuevo una imagen de encierro e interior que protege al niño, como la ventana y la cortina) como parte de un largo proceso (como lo es el trabajo del poeta). También puede entenderse que esos rasgos que lo hacen diferente a otros niños de su edad están empezando a manifestarse (la perla podría ser entonces símbolo de su naciente homosexualidad). Tampoco podemos olvidar que en fechas cercanas a la composición de este poema, Cernuda había escrito un poema en prosa para Variaciones sobre tema mexicano titulado "Alborada en el golfo" donde la perla tiene también un papel fundamental:

Al amanecer, a solas la playa y aún dormida, ya estás en el agua. El aire rubicundo y el mar blanquecino, ambos tempranamente tibios, casi no refrescan, aunque entonen tu cuerpo mal descansado y ardoroso. Bienestar animal que regocija el alma.
Por la playa, a lo lejos, sólo aparece el sombraje de la cantina, bajo el cual resguardar del sol mesas y bancos. Detrás, grupos de palmeras, no tanto decoración como testimonio de latitud. Tierra caliente.
La mañana crece y nadie todavía. El mundo es esto: sol, arena, agua. Soledad y tiempo lo habitan, y nada más. ¿Tú? Tú eres pensamiento circunstancial, hijo de esa soledad bien hallada y de ese tiempo demorado. Pausa.
Vivir siempre así. Que nada, ni el alba, ni la playa, ni la soledad fuesen tránsito para otra hora, otro sitio, otro ser. ¿La muerte? No. La vida todavía, con un más acá y un más allá, pero sin remordimientos ni afanes.
Y entre antes y luego, como entre sus dos valvas la perla, este momento irisado y perfecto. Ahora.
 En este poema, Cernuda eterniza un momento de plenitud vivido en soledad en la playa, con la naturaleza por única compañía. La perla simboliza  aquí ese instante detenido en el tiempo, entre el pasado y el futuro, que sirve para que el poeta sienta la unión con cuanto le rodea. Si establecemos el paralelismo con "Niño tras un cristal", la perla podría significar lo mismo en nuestro poema: esa situación de trascendencia contemplativa que solo el poeta es capaz de contemplar, y que ya se apunta en la infancia, motivada por la escena de la lluvia tras la ventana. 

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