martes, 25 de diciembre de 2018

XVIII (de "Primeras poesías")


       XVIII


          Los muros nada más.
      Yace la vida inerte,
     sin vida, sin ruido,
        sin palabras crueles.

      La luz lívida escapa
            y el cristal ya se afirma
             contra la noche incierta,
           de arrebatadas lluvias.

Alzada resucita
       tal otra vez la casa;
               los tiempos son idénticos,
        distintas las miradas.

          ¿He cerrado la puerta?
  El olvido me abre
           sus desnudas estancias
            grises, blancas, sin aire.

    Pero nadie suspira.
              Un llanto entre las manos
      sólo. Silencio; nada.
            La oscuridad temblando.


Cinco cuartetas heptasílabas componen este poema donde se oponen el interior y el exterior de la casa donde se encuentra el poeta. Con la habitual rima arromanzada (asonante en los versos pares), presenta en la primera cuarteta la rima en "e-e", "a-a" en la tercera, "a-e" en la cuarta y "a-o" en la última. En la tercera no hay rima, única excepción de todo el poemario (Cernuda es muy cuidadoso con la rima y con la estructura de los versos). Métricamente, aparece un verso acabado en palabra aguda (v. 1), que suma una sílaba más (6+1 =7) y otro acabado en palabra esdrújula (v. 11), que resta una sílaba (8-1=7); otro procedimiento que no es habitual en Cernuda, la diéresis, aparece en los versos 3 y 4. Esta licencia métrica permite la separación de un diptongo en dos sílabas para mantener la medida de los versos heptasílabos: ("ru-i-do" y "cru-e-les"). En el verso 14 hay también una dialefa que impide la sinalefa por cuestiones rítmicas, al tratarse la segunda de una vocal tónica (me-a-bre).

El poema se abre con un verso rotundo, en forma nominal ("Los muros nada más"), que representa la división entre el exterior y el interior de ese mundo. Dentro queda el espacio sin vida donde se encuentra el poeta, entorno caracterizado por su inanición (incluso se cae en la redundancia "vida inerte / sin vida" de los versos 2-3). Desde el ventanal se contempla el atardecer ("la luz lívida escapa") que dará paso a una noche desconocida que se espera lluviosa ("de arrebatadas lluvias"). 

Este encierro en el que se halla el poeta le hace ver la casa como un espacio que se mantiene inmutable, sin ningún cambio, igual a como era en el pasado. Esa inmovilidad subraya aún más la sensación de prisión que le transmite el edificio, donde solo se altera su percepción del momento ("distintas las miradas"). La insistencia en los tiempos "idénticos" remite a la repetición de ese aislamiento que domina al poeta.

En la cuarta cuarteta el poeta se pregunta si ha cerrado la puerta; la interrogación retórica tiene una doble interpretación. "Cerrar la puerta" supone protegerse en el interior de los peligros externos, pero al mismo tiempo, implica aislarse de cualquier presencia que pueda venir de fuera. En ese sentido hay  que entender los versos siguientes. Al quedar encerrado, el poeta es presa del olvido. Simbólicamente, se convierte en un habitante de esas estancias grises, "sin aire", que son la ausencia de memoria. 

Como consecuencia, al encontrarse dentro, abandonado y sin ser recordado, el poeta descubre que nadie lo acompaña ("pero nadie suspira"). Los tres versos finales recogen su triste reacción: solo puede llorar, con el rostro entre las manos, rodeado de silencio y sombras; concluye así con el doloroso reconocimiento de su soledad, que provoca en él el llanto desesperado.    

Constituye uno de los poemas más acabados del poemario por su sencillez y por la claridad a la hora de exponer los sentimientos del poeta. Cernuda evita las imágenes ingeniosas para ofrecer de forma directa su tristeza y su frustración con un estilo coloquial que prefigura el de sus poemarios de madurez.

XVII (de "Primeras poesías")


   XVII

 No es el aire puntual
        el que tiende esa sonrisa,
    en donde la luz se irisa
      tornasol, sino el cristal;    
          que de tan puro, imparcial,
      su materia transparente
       hurta a los ojos, ausente
 con imposible confín,
         porque su presencia en fin 
        tan sólo el labio la siente.

Este poema es el tercero de los añadidos a Primeras poesías que no pertenecían a Perfil del aire. Se trata de una décima (diez versos octosílabos con rima consonante y cuya estructura es abbaaccddc), que se publicó originariamente en la revista Verso y Prosa en 1927. Se trata pues de un texto coetáneo de los contenidos en Perfil del aire aunque no apareciera en la primera edición del libro. 

El poema en esta ocasión está dedicado al cristal de la ventana. Es habitual que Cernuda dedique las décimas a los llamados "poemas de objetos" que le permiten, por medio de un uso ingenioso de las metáforas y las imágenes, ofrecer una visión inédita de un elemento cotidiano (lo hemos visto en ejemplos anteriores, como en el poema II, el poema IV o el poema XI). 

Los cuatro primeros versos de la décima explican que el efecto óptico que parece dotar al aire de una sonrisa se debe al paso de la luz a través del cristal, cuyo reflejo ("tornasol") provoca la sensación visual. Al ser tan transparente el cristal y estar tan limpio, es imposible que el ojo note su presencia ("su materia transparente / hurta a los ojos"), de tal modo que sus límites físicos (su "imposible confín") solo pueden ser percibidos por el labio que se posa sobre él, reconociendo así su existencia. 

Aunque pueda entenderse el texto como un nuevo juego poético, prefigura la oposición entre la realidad y el deseo que será constante en Cernuda al presentar el contraste entre la apariencia errónea a la vista y la presencia real al tacto. En el texto hay ecos del poema Tornasol de Jorge Guillén (tal y como ocurría en el poema XV), pero como analiza Derek Harris en su estudio, la intención de uno y otro poeta es completamente diferente, y este poema ilustra las divergencias entre ambos. Frente a la guilleniana "residencia en el mundo", llena de optimismo, Cernuda ofrece una visión de aislamiento, encerrado en la habitación tras el cristal contra el que pega su cara.    

XVI (de "Primeras poesías")


         XVI


          La noche a la ventana.
            Ya la luz se ha dormido.
          Guardada está la dicha
en el aire vacío.


            Levanta entre las hojas,
       tú, mi aurora futura;
            no dejes que me anegue
               el sueño entre sus plumas.

       Pero escapa el deseo
              por la noche entreabierta,
     y en límpido reposo
          el cuerpo se contempla.

    Acreciente la noche
           sus sombras y su calma,
      que a su rosal la rosa
  volverá la mañana.

     Y una vaga promesa
         acunando va el cuerpo.
      En vano dichas busca
    por el aire el deseo.



Cinco cuartetas heptasílabas dan forma a este poema cuyo tema es de nuevo la contemplación de la noche por parte del poeta. La rima arromanzada en los versos pares cambia en cada cuarteta, siendo en "i-o" en la primera, "u-a" en la segunda, "e-a" en la tercera, "a-a" en la cuarta y "e-o" en la última. Desde el punto de vista métrico, no hay ningún elemento destacable en ninguno de los versos.

La primera cuarteta determina el ámbito y el tono del poema; ha llegado la noche, la luz ha desaparecido, y con ella la dicha ha desaparecido, "guardada [...] / en el aire vacío", es decir, un aire sin fruto, estéril, que no puede generar ese deseo. El poeta se dirige entonces al amanecer que está por venir ("alba futura"), del que espera el cumplimento de su anhelo y al que le pide que no lo deje ahogarse entre las plumas del sueño (recordemos el poema IV, donde se describía la almohada como "alas de pluma" que hundían al poeta en el sueño; Cernuda se vale de una imagen muy parecida para describir ese tránsito). 

La tercera cuarteta, como es habitual por su posición central, introduce un cambio con respecto a los versos anteriores. El deseo se ha marchado "por la noche entreabierta", adjetivo que caracteriza de forma muy acertada las posibilidades que el escenario nocturno presenta: la noche podría servir como entorno para el cumplimiento del deseo, pero la ausencia de otro cuerpo impide su realización. El poeta se encuentra solo en la habitación, y únicamente le queda el recurso de mirar su propio cuerpo, que descansa "en límpido reposo". Se trata de una contemplación pura, sin mancha, y que trae ecos de la imagen de Narciso que hemos señalado en poemas anteriores.  

La esperanza no desaparece a pesar de las escasas expectativas; aunque aumente la oscuridad de la noche ("sus sombras y su calma") por la mañana "a su rosal la rosa / volverá": el símbolo de ese deseo, ese afán del poeta, reaparecerá con el amanecer. Esa posibilidad futura lo tranquiliza y permite que poco a poco se vaya durmiendo ("Y una vaga promesa / acunando va el cuerpo"), consciente de que en la noche no conseguirá el cumplimiento de ese deseo ("en vano dichas busca / por el aire el deseo").

El poema describe los sentimientos juveniles que provoca el deseo insatisfecho y la esperanza puesta en su futura realización con la llegada del nuevo día.   

jueves, 20 de diciembre de 2018

XV (de "Primeras poesías")


     XV


       La luz dudosa despierta,
    pero la noche no está;

  hacia las estrellas va,
       sobre el horizonte alerta.
    El aire tierno concierta
    con esta cándida hora.
      ¿Qué labio forma sonora
         Dio a esa risa? La ventana
     traza su verde persiana
            en la enramada a la aurora.



Una décima (estrofa de diez versos octosílabos con rima consonante y esquema abbaaccddc) es la estrofa que Cernuda utiliza para mostrarnos una descripción ingeniosa del amanecer.

 "La luz dudosa despierta" del primer verso hace referencia a la forma tímida que tiene de manifestarse la claridad al abrir el día. La noche no está, porque se retira hacia las estrellas (el espacio nocturno, pues solo de noche son visibles), teniendo al horizonte "alerta" (porque en él se manifiestan las primeras luces del alba). Tanto la luz como el horizonte y el aire se han puesto de acuerdo ("concierta") "con esta cándida hora" ("cándida" en su sentido etimológico, blanca), es decir, la hora del amanecer, ya que quieren desterrar la oscuridad nocturna.

La huida de la noche provoca la risa de los testigos (¿el poeta, quizás?), aunque también puede interpretarse que el amanecer es una sonrisa (por cuanto supone de triunfo sobre la oscuridad) que carece de sonido, de ahí que el poeta se pregunte de forma retórica qué labio la articula. En los versos finales se establece una correspondencia entre la persiana verde (que impide entrar la luz a través de la ventana) y lo que ocurre con las ramas de los árboles y la aurora. Hay una clara lucha entre la luz y la oscuridad, donde también participan aquellos elementos que se oponen a la primera, aunque sea la claridad la que salga victoriosa.

En los versos finales encontramos además similitudes con el poema Tornasol de Jorge Guillén: "tras de las persianas / verdes, el verdor / de aquella enramada / toda tornasol", que evidencian en este caso la posible inspiración para la imagen de Cernuda.


XIV (de "Primeras poesías")



        XIV


     Ingrávido presente.
                Las ramas abren trémulas.
          Cándidamente escapan
          estas horas sin fuerza.

    En la playa remota
        el mar no visto canta;
          sobre su verde espuma
             huye el aire en volandas.

          Va sus vírgenes fuerzas
     deponiendo la tarde.
           La esperanza se duerme
            entre el verdor unánime.

   Olvidarán mis días
      su abanico de humo
     y un ángel lo abrirá
        una noche ya mustio.

      Una noche que finja
         lo distante inmediato.
Y bajará la luna
               a posarse ¿en qué mano? 



Poema compuesto por cinco cuartetas heptasílabas arromanzadas, con rima asonante en los versos pares. El esquema en la primera estrofa es "e-a", "a-a" en la segunda, "a-e" en la tercera, "u-o" en la cuarta y "a-o" en la última. Los versos 2 y 12 acaban en palabra esdrújula, lo que supone reducir en uno el cómputo silábico (8-1=7), y el verso 15, en palabra aguda, que suma una sílaba más (6+1=7).

El poema describe otro crepúsculo que trae al alma del poeta pensamientos melancólicos. En la primera estrofa parece haberse detenido el tiempo, en esos momentos en que la luz va poco a poco desapareciendo ("estas horas sin fuerza"). Llega el rumor de las olas de la playa lejana ("En la playa remota / el mar no visto canta"), sobre las que sobrevuelan el aire del atardecer.

En la tercera estrofa se muestra el final de la tarde, que da paso a la noche ("Va sus vírgenes fuerzas / deponiendo la tarde"). La esperanza, la promesa de nuevas posibilidades, de deseos por cumplir, se queda dormida "entre el verdor unánime", verdor de la naturaleza que se extiende por todos lados. Además, piénsese que el verde es el color de la esperanza, con lo cual tiene sentido que sea en esa naturaleza donde los sueños descansen a la espera de un nuevo día donde puedan realizarse.

El poeta reflexiona entonces que su afán, que no es más que "abanico de humo" (lo que resalta su falta de consistencia y realidad), será pronto olvidado, y que si un ángel llegara a abrirlo (es decir, si alguna presencia benefactora intentara conocer o interesarse por sus deseos) descubriría que está "ya mustio", seco, falto de vida. Son pues sueños estériles que no se realizarán. 

La última estrofa es una invocación a la esperanza: "Una noche que finja / lo distante inmediato". Es decir, el poeta desea que por una vez "lo distante" (ese deseo inalcanzable) se muestre como "inmediato", como algo accesible, aunque sea todo falso, producto de un fingimiento ("una noche que finja"). Si la luna bajara (símbolo de ese deseo imposible), ¿en qué mano se posaría? En este verso final hay ecos de Bécquer por el uso de la interrogación retórica. El poeta duda de que ese sueño pueda cumplirse, perdido en la confusión de la noche.

No se trata sin embargo de un poema desesperado y negativo, pues en la tercera estrofa se ha presentado la esperanza, que permanece dormida durante la noche. De manera implícita, el poeta parece esperar la llegada del alba que traerá con ella de nuevo la posibilidad de su realización, aunque en la oscuridad solo pueda hablar de sus temores. 

miércoles, 19 de diciembre de 2018

XIII (de "Primeras poesías")


       XIII


            Se goza en sueño encantado,   
         tras espacio infranqueable,
 su belleza irreparable
  el Narciso enamorado.
Ya diamante azogado
      o agua helada, se desata
   y humanas rosas dilata
 en inmóvil paroxismo.
       dejando solo en su abismo
    fugaz memoria de plata.



De nuevo la décima es la estrofa elegida por Cernuda, de versos octosílabos y rima consonante con estructura abbaaccddc. En este caso, el tema del poema es el narcisismo, que se había intuido ya en algunos poemas anteriores (y que aparecía claramente en algunos de los poemas eliminados que formaban parte de Perfil del aire).

El personaje que se contempla en el espejo disfruta de la visión "tras espacio infranqueable" (pues es imposible que atraviese el cristal) de su belleza "irreparable" (que no se puede reparar porque no admite mejora, es ya perfecta). Se lo describe como "Narciso enamorado" haciendo referencia al personaje mitológico que se enamoró de su reflejo en el agua. 

La segunda parte del poema (versos 5-10), se centra en la reacción que provoca esa observación. Ya se mire en un espejo ("diamante azogado", recuérdese que el azogue -mercurio- se utilizaba antiguamente para hacer espejos), o en la superficie del agua, la visión de sí mismo causa la emoción del enamorado ("se desata / y humanas rosas dilata"), enrojeciendo su rostro. Pero esta excitación se da  "en inmóvil paroxismo", pues el enamorado no puede alcanzar el objeto deseado, y únicamente lo contempla "en su abismo" (la distancia insalvable que existe entre él y su reflejo), dejando solo "fugaz memoria de plata", es decir, el recuerdo de su imagen que se mantiene mientras el Narciso permanezca frente al espejo (la plata también hace referencia al brillo de este).

Como suele ocurrir en las décimas del libro, el poema contiene una importante colección de metáforas ingeniosas, aunque en este caso el componente lúdico se una al tema del narcisismo, que guarda relación con el amor homosexual que Cernuda declarará de forma mucho más abierta en obras posteriores. 

XII (de "Primeras poesías")


      XII

    Eras, instante, tan claro.
   Perdidamente te alejas,
     dejando erguido al deseo
          con sus vagas ansias tercas.

     Siento huir bajo el otoño
     pálidas aguas sin fuerza,
              mientras se olvidan los árboles
       de las hojas que desertan.

      La llama tuerce su hastío,
 sola su viva presencia,
   y la lámpara ya duerme
 sobre mis ojos en vela.

      Cuán lejano todo. Muertas
         las rosas que ayer abrieran,
     aunque aliente su secreto
     por las verdes alamedas.

   Bajo tormentas la playa
será soledad de arena
               donde el amor yazca en sueños.
           La tierra y el mar lo esperan.


Estas cinco cuartetas sufrieron un cambio importante con respecto  la versión primitiva contenida en Perfil del aire. Cernuda depura la expresión, acentúa los elementos otoñales del poema y sobre todo, la figura femenina que aparecía en la primera edición (personificada en Venus), se convierte en un "amor" indeterminado, que no define su orientación. Desde el punto de vista métrico, no se trata de cuartetas heptasílabas sino octosílabas, con rima arromanzada (asonante en los versos pares), siendo su esquema "e-a" en todo el poema. El verso 7 es el único que presenta un final en palabra esdrújula, que resta una sílaba al cómputo general (9-1=8).

El poema refleja el paso del tiempo y la conciencia de una pasión perdida, aunque la esperanza en el amor sigue vigente. En la primera estrofa se manifiesta el paso rápido de ese momento de deseo que no llega a realizarse; el instante en que era tan evidente la inclinación del poeta ("Eras, instante, tan claro.." se desvanece, dejándolo con sus "vagas ansias tercas" (vagas porque no están muy claras ni definidas y tercas porque se mantienen y no desaparecen, pese a que la posibilidad de su realización ha pasado). El deseo se queda "erguido", a la espera de un futuro cumplimiento.

La segunda estrofa introduce el tópico del otoño como símbolo del paso del tiempo: las hojas caen de los árboles, que se olvidan de ellas. La utilización del verbo "desertan" carga de significado el verso final de la cuarteta, subrayando con la personificación el componente humano al que remiten: las hojas deciden abandonar voluntariamente el árbol, rechazando así el puesto y la ocupación que les corresponde, como si el amor fuera también una obligación y su renuncia supusiera una deserción. El agua desaparece bajo el otoño, pero se presenta "pálida" y "sin fuerza", como si careciera de la energía necesaria para fortalecer y dar la vida que tradicionalmente simboliza.    

El poeta hace aparición en la tercera estrofa, en medio de una noche de insomnio."La llama tuerce su hastío", es decir, producto del aburrimiento de su situación estática (estar dando luz), cambia de posición y se apaga. Teniendo en cuenta que era la única iluminación de la estancia ("sola su viva presencia"), deja de ese modo la lámpara apagada ("ya duerme"), mientras el poeta permanece con sus "ojos en vela". El uso además de "vela" es intencionado, un pequeño juego verbal de contraste, al haber estado hablando de luz en los versos anteriores. 

La desesperación y la reflexión sobre el paso del tiempo ocupan los dos versos siguientes: todo queda ya muy lejos, las rosas que abrían sus pétalos ahora están muertas (la fugacidad de la vida), pero queda un rayo de esperanza, que se muestra en el final de la cuarteta. El secreto de las rosas, es decir, el misterio que rodea al amor, anima por las "verdes" alamedas, símbolo de esperanza. Es decir, aunque ese amor se haya marchitado, la esperanza de un nuevo amor mantiene el futuro incierto.

En el mismo sentido hay que entender la cuarteta final; la playa, bajo la tormenta, será una gran "soledad de arena" donde el amor se encuentre "en sueños", en estado letárgico, a la espera de ser despertado. El entorno será  desfavorable (la lluvia, la soledad), pero el verso final da la clave: "La tierra y el mar lo esperan", la naturaleza toda espera ese resurgir del amor, que es al mismo tiempo un resurgir de la primavera que inicie de nuevo el ciclo.

Cernuda consigue, por medio de un poema muy sencillo (y que la revisión ha mejorado considerablemente), expresar los temores afectivos de la juventud y la fuerza de su esperanza amorosa. 

lunes, 17 de diciembre de 2018

XI (de "Primeras poesías")



      XI


      Es la atmósfera ceñida;
     sólo centellea un astro
          vertiendo luz de alabastro
         con pantalla adormecida.
     La música, que aterida
   en el papel hizo nido,
alisando su sonido,
     tiende el vuelo del atril
a la rama de marfil
       por la cámara en olvido.


Se trata de una décima (diez versos octosílabos) con rima consonante con estructura abbaaccddc. Como es habitual en las décimas del libro, se trata de un poema ingenioso que en este caso describe la música de un piano.

El entorno es nocturno; a ello hace referencia la metáfora inicial ("la atmósfera ceñida"). De nuevo nos encontramos en un espacio interior, un salón donde la única luz es la que proyecta una lámpara a través de la pantalla ("solo centellea un astro / vertiendo luz de alabastro / con pantalla adormecida"). El adjetivo final ("adormecida") sirve para describir el ambiente de la estancia. Los seis versos siguientes desarrollan una serie de metáforas e imágenes audaces: la música, metamorfoseada en pájaro por efecto de una metonimia, se ha refugiado en el pentagrama a causa del frío ("la música, que aterida / en el papel hizo nido"). Al igual que los pájaros alisan sus plumas, este pájaro alisa su sonido (la música), para volar desde el atril donde reposa la partitura para llegar a las teclas del piano ("la rama de marfil") donde se interpreta su melodía. Al emprender el vuelo, atraviesa la habitación "en olvido", donde nadie acompaña la escucha del piano. 

A pesar de ser un poema que destaca por su imaginación y cierto tono lúdico, no deja de presentar ese ambiente melancólico de soledad y abandono que comparte con otros poemas del libro.

X (de "Primeras poesías")


       X


           El amor mueve al mundo,
     que descansa perdido 
 a la mirada. Y esta
     ternura sin servicio...
 
        Ya las luces emprenden
el cotidiano éxodo
      por las calles, dejando
         su espacio solo y quieto.
 
  Y el ángel aparece;
      en un portal se oculta.
 Un soneto buscaba
            perdido entre sus plumas.
 
   La palabra esperada
   ilumina los ámbitos;
       un nuevo amor resurge
  al sentido postrado.

    Olvidados los sueños
     los aires se los llevan.
  Reposo. Convertida
la ternura se deja.


El décimo poema está compuesto por cinco cuartetas heptasílabas. La rima, arromanzada en los versos pares, es "i-o" en la primera estrofa, "e-o" en la segunda, "u-a" en la tercera, "a-o" en la cuarta y "e-a" en la última. Hay dos versos acabados en palabra esdrújula (v. 6 y v. 14), que implica restar una sílaba al computo versal (8-1=7). 

El poeta es consciente de que "el amor mueve el mundo", es la fuerza generadora y la que da sentido a la existencia, pero esa posibilidad queda fuera de sus posibilidades: "Y esta ternura sin servicio..." presenta metafóricamente su inclinación, su capacidad para dar amor, como una actividad estéril que no encuentra objeto donde realizarse. La llegada de la noche ("el cotidiano éxodo" de las luces) deja las calles vacías y solitarias. Ese ámbito abandonado es el que no puede llenar el poeta con el amor, que le está vedado hasta ese momento. La noche puede ser el espacio del encuentro amoroso, pero en su caso, representa la prueba de su soledad. 

La tercera estrofa (como siempre, su posición central explica que siempre tenga un papel destacado), introduce la presencia del ángel, que aparece llevando un soneto que había estado buscando entre sus alas. Este ángel es representación del poeta, imagen de estirpe simbolista que muestra al poeta como un ser alado que se levanta por encima de la mediocridad. La cuarta estrofa da sentido al soneto que porta: "la palabra esperada / ilumina los ámbitos". La palabra escrita (el poema, y por extensión, la obra completa del poeta) da sentido a esos espacios vacíos y oscuros. "Un nuevo amor resurge / al sentido postrado": esa incapacidad para sentir el amor es sustituida por el amor a la literatura, a la creación artística.

En la estrofa final se resumen los sentimientos del poeta; los sueños son olvidados, los anhelos de amor dejan de tener importancia, consiguiendo con ello la calma de su alma. La ternura del verso 4 (su capacidad para amar que no conseguía mostrarse), se ha "convertido" en algo distinto, es la expresión poética sublimada de su deseo. 

Este poema resume en gran medida toda la intención del primer libro de Cernuda, que como recuerda Derek Harris es una colección de poemas que pretenden dar salida, aunque sea de forma literaria, a los deseos reprimidos de un joven que emocionalmente aún se siente adolescente.

IX (de "Primeras poesías")


   IX

   El fresco verano llena

   andaluzas soledades;
      no acercarán amistades
     la tierna imagen ajena.
   Visos y dejos de pena
el agua me robaría;
   que la desdicha sonría
           hasta que el viento la lleve.
      Y en un molino de nieve
 levanto una nevería.


El poema IX es una décima (diez versos octosílabos con rima consonante con esquema abbaaccddc) que se relaciona temáticamente con el poema anterior. El poeta se describe a sí mismo como preso de la soledad que el verano no consigue ahuyentar; "las andaluces soledades" hacen referencia tanto al espacio donde se produce el estado de aislamiento como al propio origen del poeta. El verano, momento propicio para conocer a nuevas personas, ampliar amistades o incluso descubrir el amor, no se producirá en esta ocasión. "La tierna imagen ajena", esa presencia que Cernuda aguarda con ganas, no se manifestará en forma de nuevos amigos ("no acercarán amistades"). El poeta cree entonces que quizás el agua podrá aliviarlo de sus preocupaciones ("visos y dejos de pena / el agua me robaría"), como si el consuelo de un vaso de agua pudiera hacer desaparecer su pena, del mismo modo que la sed. 

Frente a la aparente melancolía del poeta, su reacción muestra que no es tan profunda su tristeza, y se ha señalado el claro contraste con los cuatro versos finales, donde primero confía en que el viento se llevará la desdicha (dando por sentado que no se trata de un sentimiento muy profundo, sino más bien superficial y fácil de cambiar), para finalmente concluir con una reacción cómica al calor del verano citando el canto callejero de un aguador ("y en un molino de nieve / levanto una nevería"). Así lo atestigua Derek Harris por el testimonio directo de Cernuda, que pretendía oponer un tono chistoso a la tristeza que sentía. Es evidente que el poeta no está hablando de un sentimiento arraigado y doloroso con una causa clara, sino más bien de cierto capricho sentimental, producto del abatimiento, la reflexión en soledad y los deseos indefinidos que lo asaltan durante el largo verano. 

Algunos críticos, como Begoña Ibáñez, han visto en el aire ("el molino") y en el agua ("la nieve") un circulo de muerte en forma simbólica, aunque la lectura lúdica final nos parece más adecuada.  Otros, como Concepción López, ven también en el poema una referencia al mito de Narciso (la "tierna imagen ajena" sería una forma de referirse al reflejo en el agua del personaje mitológico), que guarda relación con otros poemas del libro y que sirve para referirse al amor homosexual de Cernuda.

lunes, 10 de diciembre de 2018

VIII (de "Primeras poesías")


     VIII

     Vidrio de agua en mano del hastío.
     Ya retornan las nubes en bandadas
   por el cielo, con luces embozadas
    huyendo al asfaltado en desvarío.


     Y la fuga hacia dentro. Ciñe el frío,
      lento reptil, sus furias congeladas;
        la soledad tras las puertas cerradas
  abre la luz sobre el papel vacío.


    Las palabras que velan el secreto
      placer, y el labio virgen no lo sabe;
    sueño maravillado que indolente 


       entre sus propias nieblas va sujeto,
          cantando como un humo. Y sólo cabe
la belleza fugaz bajo la frente.


Segundo poema añadido a Primeras poesías, supone un cambio con respecto a las estrofas empleadas en Perfil del aire. Es uno de los dos sonetos incorporados; este se publicó por primera vez en la Revista de Occidente en 1925. Está compuesto por versos endecasílabos con rima consonante con estructura ABBA ABBA CDE CDE. Como particularidad métrica, en el primer verso se produce la sinalefa en "de agua" pero no en "agua en" por necesidades métricas.

Las nubes se muestran metafóricamente como "vidrio de agua en mano del hastío", por estar bajo el influjo del viento caprichoso, como aclaran el segundo y tercer verso. "Hastío" caracteriza así la sensación que produce en el poeta esa volatilidad, carente de firmeza. Las nubes vuelven, empujadas por el viento, con "luces embozadas" pues la claridad no llega a atravesarlas. Esto obliga al poeta a refugiarse en el interior de la casa ("Y la fuga hacia dentro"). En el exterior, el frío, "lento reptil" (por ser su sangre fría) extiende poco a poco "sus furias congeladas". El poeta recurre al único escape que se le ofrece: la poesía, representada en ese "papel vacío" que queda iluminado como centro de la escena, dentro del encierro de su habitación.

Los tercetos se centran en la creación del artista; entregado a la escritura, el poeta deja constancia de su "secreto placer" esa inclinación que deja entrever en su obra. Se trata de un placer que aún no conoce ("el labio virgen no lo sabe"): la entrega amorosa es un deseo que todavía no ha alcanzado. Ese deseo se muestra como una realidad desdibujada, perdido entre nieblas y "cantando como un humo". La presencia del sueño (aparecido ya en poemas anteriores) marca ese espacio de ensoñación en el que se mueve el poeta, rodeado de unos sentimientos etéreos, poco definidos: sueños, deseos dominados por la imaginación y la fantasía. Pero según la apreciación del poeta, es la única manera de presentarlos, como concluyen los dos versos finales: "Y solo cabe / la belleza fugaz bajo la frente". Cernuda considera que esa pasión únicamente puede realizarse a través de la literatura, esa belleza que pasa rápido frente a él por medio del poema escrito. Derek Harris encuentra en esa introspección del poeta ciertos rasgos de la contemplación narcisista que se repetirán en otros textos del poemario.      

sábado, 8 de diciembre de 2018

VII (de "Primeras poesías")


VII


Existo, bien lo sé,

       porque le transparenta
         el mundo a mis sentidos
      su amorosa presencia.

             Mas no quiero estos muros,
    aire infiel a sí mismo,
          ni esas ramas que cantan
en el aire dormido.

     Quiero como horizonte
  para mi muda gloria
       tus brazos, que ciñendo
  mi vida la deshojan.
Vivo un solo deseo,
       un afán claro, unánime;
     afán de amor y olvido.
      Yo no sé si alguien cae.
        Soy memoria de hombre;
  luego, nada. Divinas,
       la sombra y la luz siguen
  con la tierra que gira.


El séptimo poema de Primeras poesías es la primera poesía añadida a las que originariamente constituían Perfil del aire. Fue escrito en 1926 (es decir, es un texto contemporáneo de los que integran el poemario primitivo) y se publicó por primera vez en la antología La invitación a la poesía, que editó Manuel Altolaguirre en 1933. Estructuralmente sigue la tónica del libro: son cinco cuartetas heptasílabas con rima arrromanzada. Desde el punto de vista métrico, hay que destacar un verso acabado en palabra aguda ("sé", v.1), que suma una sílaba al cómputo (6+1=7), y otro, en palabra esdrújula ("unánime", v. 14), que resta una (8-1=7). La rima asonante de las cuartetas es "e-a" en la primera, "i-o" en la segunda, "o-a" en la tercera, "a-e" en la cuarta e "i-a" en la última.

El poema se relaciona con el final del V. En aquel se reafirmaba la presencia del yo poético, que vuelve a reaparecer en la primera cuarteta de este. La constatación de su existencia viene determinada  por la presencia del mundo, que llega a sus sentidos. Aquí se reconocen ecos de Guillén y de su poema "Presencia del aire". Pero el poeta se aleja del modelo al rechazar el entorno artificial que lo rodea (los muros, y por extensión, la casa, el interior que domina en gran parte de los poemas del libro) así como el entorno natural (las ramas que se mueven en el aire). Son sus únicas experiencias de la vida, su cuarto y el mundo que contempla desde la ventana, y ambas son negadas en favor de otra dirección. 

De nuevo la estrofa central sirve para marcar un cambio dentro del poema: lo que Cernuda claramente manifiesta como deseo es el amor, ese horizonte al que dirige sus esperanzas, representado en esos brazos que lo ciñen como símbolo de la entrega amorosa. Sin embargo, el hecho de que caracterice esa gloria como "muda" implica que no está muy seguro de su éxito o de su duración. De ahí que en la siguiente estrofa manifieste ese deseo que lo mueve, de forma clara y evidente, como "afán de amor y olvido", bien porque tras el amor llegará el olvido, o bien porque no se trate de un amor real sino de un sueño. La última cuarteta contiene la radical conclusión: "Soy memoria de hombre; luego nada". Es decir, el recuerdo de su experiencia y de sus pensamientos es lo que lo define como persona. Más allá de eso, él no es nada. Frente a esta certeza, el tiempo sigue pasando (la sucesión de la luz  y la sombra), el mundo se mantiene girando en su orden "divino", que remite a la primera estrofa, donde el todo se presentaba en plenitud. 

Se trasluce ya en este poema uno de los temas de fondo de La realidad y el deseo: la lucha entre la realidad objetiva y el mundo interior, subjetivo, por el que se decanta el poeta. Cernuda es firme en su decisión; elige en consecuencia lo que considera más importante, aunque eso lleve aparejado el olvido. Hay pues un poso de desengaño a pesar del pretendido optimismo que determina su opción.   

viernes, 7 de diciembre de 2018

VI (de "Primeras poesías")


    VI


    ¿Dónde huir? Tibio vacío,
 ingrávida somnolencia
      retiene aquí mi presencia,
toda moroso albedrío,
en este salón tan frío,
  reino del tiempo tirano.
          ¿De qué nos sirvió el verano,
  oh ruiseñor en la nieve,
       si sólo un mundo tan breve
   ciñe al soñador en vano?


El sexto poema del libro es una décima, con el esquema habitual de versos octosílabos con rima consonante y rima abbaaccddc. Su tema es mucho más profundo que el presentado en las décimas anteriores, que se centraban en la representación ingeniosa de objetos (el ventilador, la almohada) y en las sensaciones que estos generaban. Aquí se habla del paso del tiempo y de la pérdida de las ilusiones que va aparejada a aquel. 

El poema se abre con una interrogación retórica ("¿Dónde huir?") que queda claramente sin respuesta. El poeta se halla atrapado en el interior del salón frío, donde gobierna "el tiempo tirano", la clara percepción de que el paso del tiempo es irremediable y no se puede escapar a su influjo. En la primera parte de la décima destacan los adjetivos que acompaña a los sustantivos, pues aquellos son los que limitan el alcance y el significado de las palabras a las que califican. El vacío es "tibio" porque aún guarda el recuerdo del verano, como la huella cálida que deja un cuerpo al abandonar un lecho; la somnolencia es "ingrávida", contraponiendo la pesadez del sueño a la ligereza de la ingravidez, en un juego de contrastes que se repite en "moroso albedrío" (lento impulso), así como en el invierno - verano de la segunda parte de la estrofa. El poeta ha perdido su iniciativa, encerrado en el interior, y siente que esa lentitud lo contagia, impidiéndole salir o cualquier atisbo de iniciativa, ya que no le queda lugar donde marcharse. 

La segunda parte de la décima (versos 7-10) es de nuevo una pregunta retórica por medio de la cual el poeta desahoga su decepción. El verano, tiempo de la esperanza y la alegría, ha pasado. El ruiseñor, símbolo tópico del amor y de la voz poética, se presenta aquí como "ruiseñor en la nieve", forma indirecta de negar su existencia, pues los ruiseñores se marchan en otoño para regresar en primavera.  Un ruiseñor en la nieve está abocado a la muerte, de ahí que la imagen haga referencia a su ausencia. Esta interpretación se refuerza por un texto en prosa del propio Cernuda, "Aire vacío", escrito por esos años y que se recoge en sus Prosas Completas, donde se lee: "Desde esta fría baranda se ve la noche de mayo. No canta ningún ruiseñor, aunque decían. Sólo unas estrellas en la amplitud sombríamente clara. [.] Yo sólo veo. Abajo en la tierra, un luminoso anuncio convoca a los viajeros de todo el orbe. Arriba, esos otros anuncios luminosos de las posadas celestes. Ya sé que no canta ningún ruiseñor. La noche de mayo". El texto ofrece una posición semejante del poeta, que observa desde el interior el frío exterior, repitiéndose además el recurso del ruiseñor y del orbe, tal y como ocurre en el poema. 

De este modo, se justifica que el ruiseñor solo podía habitar el verano, de ahí que el poeta se lamente de que un "orbe tan breve" (un mundo, una existencia que pasa tan rápido) sea la que rodee "al soñador" (al poeta) en vano, es decir, sin ningún logro. El poema se entiende así como un canto al carpe diem (como propone Begoña Ibáñez): mientras dure la primavera hay que aprovechar sus frutos pues con la llegada del invierno, la esterilidad se apodera de todo.  C.B. Morris, por su parte, ve en la huida de Cernuda una referencia al "Mon âme vide, où fuir?" de Mallarmé, con el que comparte además el peso de los espacios cerrados ("el salón tan frío" del verso 5). El salón desierto es un símbolo importante en la poesía del francés, y ya Cernuda lo conocía por aquel entonces, como recuerda Derek Harris. Hay pues una intrincada red de referencias textuales en el poema que no se agota con una única lectura.         

jueves, 6 de diciembre de 2018

V (de "Primeras poesías")


       V

     Ninguna nube inútil,
          Ni la fuga de un pájaro,

        Estremece tu ardiente
     Resplandor azulado.

  Así sobre la tierra
    Cantas y ríes, cielo,
     Como un impetuoso
 Y sagrado aleteo.

         Desbordando en el aire
    Tantas luces altivas,
  Aclaras felizmente
      Nuestra nada divina.

Y el acorde total
       Da al universo calma:
 Arboles a la orilla
     Soñolienta del agua.

       Sobre la tierra estoy;
      Déjame estar. Sonrío
          A todo el orbe; extraño
        No le soy porque vivo.


Cernuda recurre de nuevo a las cinco cuartetas heptasílabas de rima arromanzada (rima asonante en los versos pares). Desde el punto de vista métrico, el verso 2 acaba en palabra esdrújula, con lo cual resta una sílaba del cómputo del verso ("pájaro", 8-1= 7), mientras que los versos 13 y 17 lo hacen en palabra aguda ("total", "estoy"), que añaden una sílaba (6+1= 7). El esquema de la rima sería "a-o" en la primera cuarteta, "e-o" en la segunda, "i-a" en la tercera, "a-a" en la cuarta e "i-o" en la última.

La primera parte del poema está dedicado al cielo, que en la primera cuarteta se presenta limpio, sin nubes ni pájaros que lo alteren. Como ha señalado Gina Maria Schneider,  resulta curioso que el cielo se presente con una caracterización negativa (diciendo lo que no tiene: "ninguna nube inútil, ni la fuga de un pájaro") para presentarse en las dos cuartetas siguientes de forma positiva con las cualidades que le corresponden ("cantas y ríes", "desbordando/ [.] tantas luces altivas, / aclaras"). El cielo se convierte en una realidad que nos invade con su gran presencia (segunda cuarteta), llenando "nuestra nada divina" (la existencia humana) de alegría con su luminosidad (tercera cuarteta). El cielo se presenta personificado, descrito con facultades propias de los seres animados ("cantas", "ríes").   Es llamativo que en la segunda cuarteta se describa al cielo con atributos que corresponderían al pájaro ("cantas", "como un impetuoso / y claro aleteo"), y en la tercera se haga referencia a que "aclara" (es decir, que se despeja de nubes). Son precisamente los dos elementos que se destacaban como ausentes en la primera cuarteta. El poema fue objeto de una profunda revisión por parte de Cernuda (es uno de los que sufren más cambios desde la versión primitiva de Perfil del aire), así que estas coincidencias deben tomarse como intencionadas. Cernuda juega con esos contrastes como elemento articulador del texto.  

Hay además en en las cuartetas segunda y tercera una presencia sutil de la divinidad a través de los adjetivos ("sagrado" v.8, ""altivas" v.10, "divina" v.12). Hay en ello una identificación entre el cielo y Dios. Cernuda contrapone de forma muy evidente el cielo y la tierra; ambas palabras aparecen al final de los versos 5 y 6, estableciendo claramente una jerarquía: el cielo está "sobre la tierra", y desde esta el poeta describe su situación. Esa tierra aparece en la siguiente cuarteta, estableciendo una oposición con las tres anteriores, centradas en el cielo. Los dos primeros versos determinan la plenitud del conjunto: "Y el acorde total / da al universo calma". El acorde (unión de tres o más sonidos que suenan armónicamente unidos) es "total" porque implica esa unión de cielo y tierra, que aporta equilibrio al conjunto, el mundo entero. Pero los dos versos siguientes introducen una leve vacilación: "Árboles a la orilla / soñolienta del agua..." Recordemos ese árbol del Poema I, que se elevaba en medio del paisaje, fervor del poeta. Los árboles aquí se elevan al cielo, esa plenitud cantada en la primera parte del poema, pero están atados al suelo, en la orilla "soñolienta" del agua. El río se opone con su horizontalidad a la verticalidad del árbol, y el adjetivo ("soñolienta") también recuerda a la presencia del sueño en poemas anteriores (I, III, IV). Los puntos suspensivos dejan la frase inconclusa (no hay además presencia de verbo) y establecen un comentario contrario a esas supuesta calma que aporta la unión de cielo y tierra de la que el poeta parece no sentirse parte, atrapado en su ensoñación.

La última cuarteta da voz al poeta, que habla en 1ª persona de su posición. Su presencia rotunda insiste en su identidad: "Sobre la tierra estoy; / déjame estar". El momento de plenitud provoca su sonrisa ante el mundo: ""Sonrío / a todo el orbe". No le es extraño por el simple hecho de estar vivo. En esta última estrofa podría encontrarse cierta reminiscencia del Guillén más optimista ("Las doce en el reloj", por ejemplo). Pero en Cernuda, el sentimiento de plenitud (tan característico en Guillén),  está dominado por la clara conciencia de sí mismo y de su identidad. A quienes pudieran criticar la imitación de Guillén por parte de Cernuda se les podría presentar este poema como un claro ejemplo de la diferencia de espíritu que anima a ambos poetas, aunque puedan compartir referentes comunes. Cernuda no se deja arrastrar por el instante de integración con el todo que a veces aparece en Guillén; él marca una clara distancia, incluso irónica, que determina su posición dentro del mundo.

sábado, 1 de diciembre de 2018

IV (de "Primeras poesías")


    IV

    Morir cotidiano, undoso

         entre sábanas de espuma;
       almohada, alas de pluma
         de los hombros en reposo.
Un abismo deleitoso
       cede; lo incierto presente
              a quien con el cuerpo ausente
 en contraluces pasea.
 Al blando lecho rodea
        ébano en sombra luciente.


El cuarto poema de Primeras poesías es una décima de versos octosílabos con rima consonante que sigue la estructura habitual abbaaccddc. El poema se dedica a la almohada y al descanso, relacionándose con el anterior aunque desde una perspectiva menos profunda.


El sueño es para Cernuda "morir cuotidiano", pues supone entregarnos a la "muerte" del descanso, que nos mantiene alejado por unas horas del mundo de los vivos. Ese morir cotidiano se presenta con características acuáticas, como si se tratara de un mar en el que se sumergiera el cuerpo: está rodeado de olas y de "sábanas de espuma". La metáfora que introduce la almohada se basa además en una sinécdoque; la almohada está rellena de plumas, y por contigüidad, el objeto se convierte en "alas de pluma" que mantienen a los hombros descansados, sujetos al vuelo del sueño. La primera parte de la décima (versos 1-4) concluye con esta figura audaz.

Al dormirse, el cuerpo se relaja, pierde la rigidez y "cae" en un abismo de delicia. En ese momento, "con el cuerpo ausente" (es decir, dormido), el poeta es capaz de aprehender "lo incierto presente", esa inefable realidad  que no consigue alcanzar cuando está despierto. Tal y como analiza J. M. Aguirre, la tragedia es que Cernuda no puede cruzar la barrera que separa sus sentidos del mundo exterior cuando está lúcido y despierto, pero sí en esas "contraluces" del duermevela. En esos momentos sí alcanza la plenitud buscada.

Los dos versos finales sirven de marco al entorno físico de la cama; "el blando lecho" es rodeado por "ébano en sombra luciente", la oscuridad de la noche que luce gracias a la clarividencia del momento de plenitud que el poeta ha alcanzado entre el sueño y la vigilia.  


"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...