miércoles, 30 de enero de 2019

"Desolación de la Quimera" (1956-1962)


Cernuda empieza a escribir Desolación de la Quimera en México en 1956, y lo concluye en California en 1962. En su estancia mexicana hubo un pequeño paréntesis norteamericano entre 1960 y 1962, cuando enseñó en una Universidad de Los Angeles. A pesar de las ofertas de trabajo, decide volver a México, donde reside hasta el 5 de noviembre de 1963, fecha de su muerte a los 61 años

Este período coincide con el reconocimiento unánime de la crítica. Tras el número dedicado por el grupo Cántico, poco a poco se va redescubriendo al poeta y sus libros escritos en el exilio en su país natal (la edición que circulaba por España de La realidad y el deseo era mexicana); este prestigio creciente culmina con el número especial que la revista valenciana La Caña Gris le dedica en otoño de 1962, y en el que colaboran los poetas de la generación del 50 (José Ángel Valente, José Hierro, Jaime Gil de Biedma, Francisco Brines, José María Castellet, José Olivio Jiménez), que reconocían el magisterio de Cernuda en su poesía. Lógicamente, esto debió llenar de satisfacción al poeta, que siempre había sentido el menosprecio de la crítica y la falta de comprensión hacia su obra.

Uno de los rasgos sobresalientes del poemario es la sensación de final y cumplimiento que domina en sus textos; "Antes de irse", "Del otro lado", "Epílogo", "Despedida" dan testimonio de ello. Parece que Cernuda intuía ya la presencia de la muerte, a pesar de su buena salud y de que no era aún un anciano (empieza a escribir el libro con 54 años). Ese presentimiento de la cercanía del fin le lleva a componer un poemario que repasa sus obsesiones y se detiene a dar las gracias a quien lo merece y a lanzar un último reproche a sus detractores. Hay poemas dedicados a España ("Díptico español"), a la Guerra Civil ("1936"), a los críticos literarios y a la sociedad hipócrita ("Birds in the night", "A mis paisanos") a los cuerpos jóvenes que aún atraen su atención ("Despedida"), a poemas anteriores de su larga producción ("Epílogo" se relaciona con la serie Poemas para un cuerpo, "Pregunta vieja, vieja respuesta" con Donde habite olvido), y a los amigos que ya no viven ("Amigos: Enrique Asúnsolo", "Otra vez, con sentimiento"). Continúa la serie de poemas de contenido histórico y también canciones siguiendo el modelo que retomó en Con las horas contadas. Luis Antonio de Villena subraya el culturalismo como uno de los rasgos más definitorios del libro; Cernuda, desde Las Nubes, había empezado a tratar temas íntimos y personales que presentaba a través de un correlato objetivo sacado de la literatura, la historia o el arte (piénsese por ejemplo, en "Góngora"). Este procedimiento se acentúa en Desolación de la Quimera, convirtiéndose en una constante en el libro; así, se aprecia en "Mozart", "Dostoievski y la hermosura física", "Birds in the night", "Ninfa y pastor, por Ticiano", "J.R.J. contempla el crepúsculo", "Luis de Baviera escucha Lohengrin", "El poeta y la bestia", "A propósito de flores" y "Desolación de la Quimera". Maristany además señala que la poesía final de Cernuda está llena de citas veladas de otros poetas, cuyos versos adapta en el interior de suyos, dándoles nueva vida. 

Tal y como concluye Luis Antonio de Villena en su estudio del poemario, Desolación de la Quimera es el canto de cisne de Cernuda, el quinto hito en su producción tras esas cuatro obras maestras que son Los placeres prohibidos, Invocaciones, Las Nubes y Como quien espera el alba.

"Nocturno yanqui" (de "Con las horas contadas")


"Nocturno yanqui"

La lámpara y la cortina
al pueblo en su sombra excluyen.
Sueña ahora,
si puedes, si te contentas
con sueños, cuando te faltan             5
realidades.


Estás aquí, de regreso
del mundo, ayer vivo, hoy
cuerpo en pena.
Esperando locamente,                      10
alrededor tuyo, amigos
y sus voces.


Callas y escuchas. No. Nada
oyes, excepto tu sangre,
su latido                                         15
incansable, temeroso;
y atención prestas a otra
cosa inquieta.


Es la madera, que cruje;
es el radiador, que silba.                  20
Un bostezo.
Pausa. Y el reloj consultas:
todavía temprano para
acostarte.


Tomas un libro. Mas piensas            25
que has leído demasiado
con los ojos,
y a tus años la lectura
mejor es recuerdo de unos
libros viejos,                                  30
pero con nuevo sentido.


¿Qué hacer? Porque tiempo hay.
Es temprano.
Todo el invierno te espera,
y la primavera entonces.                 35
Tiempo tienes.


¿Mucho? ¿Cuánto? ¿Y hasta cuándo
el tiempo al hombre le dura?
“No, que es tarde,
es tarde”, repite alguno                   40
dentro de ti, que no eres.
Y suspiras.


La vida en tiempo se vive,
tu eternidad es ahora,
porque luego                                  45
no habrá tiempo para nada
tuyo. Gana tiempo. ¿Y cuándo?


Alguien dijo:
“El tiempo y yo para otros
dos”. ¿Cuáles dos? ¿Dos lectores      50
de mañana? 

Mas tus lectores, si nacen,
y tu tiempo, no coinciden.
Estás solo
frente al tiempo, con tu vida            55
sin vivir.


                Remordimiento.
Fuiste joven,
pero nunca lo supiste
hasta hoy, que el ave ha huido
de tu mano.                                   60


La mocedad dentro duele,
tú su presa vengadora,
conociendo
que, pues no le va esta cara
ni el pelo blanco, es inútil               65
por tardía.


El trabajo alivia a otros
de lo que no tiene cura,
según dicen.
¿Cuántos años ahora tienes            70
de trabajo? ¿Veinte y pico
mal contados?


Trabajo fue que no compra
para ti la independencia
relativa.                                        75
A otro menester el mundo,
generoso como siempre,
te demanda.


Y profesas pues, ganando
tu vida, no con esfuerzo,                80
con fastidio.
Nadie enseña lo que importa,
que eso ha de aprenderlo el hombre
por sí solo.


Lo mejor que has sido, diste,          85
lo mejor de tu existencia,
a una sombra:
al afán de hacerte digno,
al deseo de excederte,
esperando                                     90
siempre mañana otro día
que, aunque tarde, justifique
tu pretexto.


Cierto que tú te esforzaste
por sino y amor de una                  95
criatura,
mito moceril, buscando
desde siempre, y al servirla,
ser quien eres.


Y al que eras le has hallado.           100
¿Mas es la verdad del hombre
para él solo,
como un inútil secreto?
¿Por qué no poner la vida
a otra cosa?                                  105


Quien eres, tu vida era;
uno sin otro no sois,
tú lo sabes.
Y es fuerza seguir, entonces,
aun el miraje perdido,                    110
hasta el día
que la historia se termine,
para ti al menos.


                         Y piensas
que así vuelves
donde estabas al comienzo             115
del soliloquio: contigo
y sin nadie.


Mata la luz, y a la cama.



Cernuda escribe este poema durante su etapa en la Universidad de Mount Holyoke, en Massachusetts. Para entonces Cernuda ya había visitado México y la vuelta a la sobria vida estadounidense (y a sus largos inviernos) se le hace muy difícil, como atestigua este texto. 

Se compone de 20 estrofas, de las cuales 11 son sextetos octosilábicos de pie quebrado (8 8 4 8 8 4) con versos libres, sin rima. El resto de las estrofas presentan la misma estructura pero con algún verso que excede el cómputo o que le falta (así, por ejemplo, la estrofa 5ª tiene 7 versos: 8 8 4 8 8 4 8, y la estrofa 6ª, 5 versos: 8 4 8 8 4). Pero en realidad se trata de un desplazamiento de un verso, que pasa de la estrofa 6ª a la 5ª. Tal y como analiza Gonzalo Sobejano, si se restituyen los versos a su lugar, en realidad el poema está compuesto de 18 sextetos, una estrofa irregular (la número 15ª, compuesta de 9 versos: 8 8 4 8 8 4 8 8 4) y una estrofa final, la 20ª, con un único verso octosílabo. 

Según la definición del DRAE, un nocturno es una "pieza de música [...] propia para recordar los sentimientos apacibles de una noche tranquila". Por extensión, en literatura se usa para referirse a un poema de ambiente nocturno, en gran medida contemplativo. Irónicamente, los sentimientos que genera al poeta la meditación nocturna no es en ningún caso apacible sino más bien lo contrario. El adjetivo que lo acompaña ("yanqui") hace referencia al lugar donde se produce la reflexión, y en él puede verse cierta carácter despectivo.  Está claro entonces que el ambiente norteamericano no agrada al poeta.

Soberano divide el poema en cinco partes, a las que asigna un subtítulo que resume su contenido: Espacio (estrofas 1ª-5ª), tiempo (6ª-11ª), trabajo (12ª-14ª), ideal (15ª-18ª) y soledad (19ª-20ª). 

La primera parte (estrofas 1ª-5ª) sirve de marco espacial. La cortina y la lámpara (que tanta importancia tuvieron en Perfil del aire) se convierten aquí en un medio para alejar al pueblo, distanciarse del mundo académico donde vive; Cernuda invita a soñar, que es la única alternativa para huir de la realidad. [estrofa 1ª]. Acaba de regresar de México ("el mundo"), donde estaba "vivo", para encontrarse encerrado en la fría ciudad norteamericana donde solo es "cuerpo en pena" que espera la llegada del nuevo verano y con él, el regreso al sur [estrofa 2ª]. En la casa solo hay silencio, y únicamente el latido de su corazón rompe la paz de la noche [estrofa 3ª]. Otros tenues sonidos se escuchan: el crujido de la madera, el radiador... El poeta consulta la hora: es temprano para acostarse [estrofa 4ª]. Podría leer, pero a su edad es mejor el recuerdo de los libros ya leídos analizados desde la nueva perspectiva de la madurez que leer otros nuevos [estrofa 5ª]. 

Esa referencia a la hora de la estrofa 4ª y la implícita al paso del tiempo de la 5ª introduce el tema de la segunda parte, la más extensa del poema (estrofas 6ª - 11ª). Cernuda no sabe qué hacer, a pesar de que tiene tiempo suficiente, de aquí a la primavera [estrofa 6ª]. De repente, se pregunta si verdaderamente le queda tanto tiempo, y se interroga por su propia mortalidad (¿"y hasta cuándo / el tiempo al hombre le dura?"). Unas voces en su interior le dicen que ya es tarde, y él suspira [estrofa 7ª]. Reflexiona entonces que la eternidad es el presente que ante nosotros se abre con sus posibilidades, y que debe aprovecharlas porque luego no podrá. Debe ganar tiempo, aunque el poeta no sepa "cuándo" [estrofa 8ª]. El refrán "el tiempo y yo, para otros dos" (que solía citar mucho Felipe II), significa que el tiempo ofrece muchas posibilidades al hombre a lo largo de la vida. Sin embargo, Cernuda toma la cita como literal, y se pregunta quiénes son esos dos, y los identifica con los dos lectores futuros que sí entenderán su obra. Pero al tratarse de personas por nacer, el poeta no llegará a conocerlos, con lo cual siempre estará solo [estrofa 9ª]. La siguiente estrofa [10ª], es una meditación sobre el paso de la juventud, que solo se constata cuando se llega a la madurez y ya no puede volver atrás. Sin embargo, en su interior el poeta no se siente mayor, y su juventud espiritual se siente encerrada en un cuerpo que no corresponde a su alma (las canas, la cara arrugada) [estrofa 11ª]

Comienza así la tercera parte del poema, dedicada al trabajo. A muchos les alivia dedicarse al trabajo, poner sus energías en ello para no pensar en "lo que no tiene cura" (el paso del tiempo, la decadencia, la vejez...); Cernuda lleva ya unos veinte años de trabajo [estrofa 12ª]. El trabajo supuso para él "la independencia / relativa", pues eso le permitía libertad, pero el mundo en realidad le pide que se dedique a otro menester, que es en realidad el que le corresponde: la creación poética [estrofa 13ª]. Su trabajo como profesor le permite mantenerse no con esfuerzo sino con fastidio (conocida es la animadversión de Cernuda por la enseñanza, a la que se dedicaba porque no le quedaba más remedio pero que no le gustaba nada). Sentencia que que las cosas importantes no puede enseñarlas nadie, pues esas las aprende el hombre por sí mismo [estrofa 14ª]. 

La cuarta parte (estrofas 15ª-18ª) se centran en el ideal y es la de mayor vuelo lírico del poema. El poeta entregó lo mejor de sí mismo "a una sombra" (algo que no era real, solo un atisbo, un reflejo de la realidad), ese deseo nunca cumplido que aguarda que llegue y que dé sentido a su espera (el ideal amoroso, nunca alcanzado) [estrofa 15ª]. Vuelve entonces la vista atrás y recuerda el amor juvenil (la relación con Serafín) que le habría permitido "ser quien eres", manifestar de manera abierta su condición [estrofa 16ª]. En ese punto reconoce el poeta que ya se ha encontrado a sí mismo y su verdad, pero que no sabe si debe guardarla como un secreto y dedicar sus energías a algo diferente [estrofa 17ª]. Concluye que su yo presente es producto de las experiencias vividas ("Quien eres, tu vida era; / uno sin otro no sois"), y que debe seguir esa búsqueda, aunque sea un espejismo que se sabe falso de antemano ("aun el miraje perdido"), y que seguirá mientras su vida continúe [estrofa 18ª]. 

La última sección, la más breve, se centra en la soledad (estrofas 19ª-20ª). Terminado el monólogo interior que lo ha tenido ocupado parte de la noche (y que es el poema que hemos leído), el poeta vuelve al principio: Cernuda solo se tiene a sí mismo y está solo [estrofa 19ª]. "Mata" la luz (muy expresivo el uso del verbo para referirse a que lo apaga) y se va a la cama [estrofa 20ª], probablemente condenado a una noche de insomnio donde seguirá dándole vueltas a las mismas ideas. 

Todo el poema conforma pues un monólogo interior, donde la segunda persona del singular es desdoblamiento del poeta para dirigirse a sí mismo, y donde recorre sus obsesiones (el paso del tiempo, el deseo inalcanzable, la firme determinación a seguir adelante) mezclado con las circunstancias particulares de su vida en Estados Unidos (que detesta) en oposición al  México idealizado donde ha pasado el reciente verano (y con el que sueña). 

"Con las horas contadas" (1950-1956)


En 1949 Cernuda viaja de vacaciones a México. La visita supuso un verdadero choque para el poeta, que desde su salida de España en 1938 no había vuelvo a pisar un país de habla hispana. El reencuentro con su lengua y con una cultura mucho más cercana a la suya que el puritanismo anglosajón que cada vez soportaba menos, le hizo replantearse su vida y despertar del letargo en que se hallaba inmerso. 

La vuelta a Nueva Inglaterra en septiembre lo sume en la añoranza de México, donde se ha sentido como en casa y se ha encontrado con viejos amigos que llevaba años sin ver. Emprende la escritura de Variaciones sobre tema mexicano, libro de poemas en prosa como Ocnos que refleja sus impresiones en el país. Vuelve en los veranos de 1950 y 1951, y es entonces cuando conoce a Salvador Alghieri, el que será su último amor. Finalmente, en 1952, se traslada a México de manera definitiva.

El amor y el México provocan un cambio sustancial en Cernuda, revitalizando su poesía. México representa una nueva versión del paraíso perdido, de su Andalucía natal, idealización del sur, frente al norte industrializado, frío y conservador que había sido para él Nueva Inglaterra. Cierto que el libro es una continuación del tono sobrio de Vivir sin estar viviendo (se aprecia en "In Memoriam A.G.", "Águila y rosa", "El elegido" o "Retrato de poeta") pero ese tono se va diluyendo a medida que avanza el poemario y Cernuda va adoptando un estilo más sencillo y directo. Se decanta por poemas breves y en verso corto, que tienden a la canción, usando un lenguaje mucho más coloquial y vivo (sirva como ejemplo "Otra fecha", "Soledades" o "Pasatiempo"). Hay, como es lógico, muchos temas ya consustanciales al autor que vuelven a repetirse en el libro: España, el exilio, la oposición entre los valores del norte y los de los países meridionales, y el paso del tiempo, que había aparecido en el libro anterior. En concreto, el título del volumen hace referencia a la percepción de Cernuda de que su tiempo se acaba, de ahí que intente disfrutar al máximo de lo que le resta de vida.  

Curiosamente, tras el rechazo frontal a la rima que había manifestado con anterioridad, la retoma en forma asonante en este libro; su mejor ejemplo, los textos que componen Poemas para un cuerpo. Se trata de una colección de dieciséis poemas que podría tomarse como un poemario independiente (de hecho, se publicará por separado en Málaga en 1957) y que constituye una serie amorosa que contiene lo mejor del libro. En composiciones escritas a lo largo de varios años que alternan el heptasílabo y el octosílabo, Cernuda reflexiona sobre el amor, el objeto de deseo y el cuerpo del amado. Aunque se trate de textos sobrios y breves, son de una gran hondura expresiva y apasionada fuerza. Cernuda, eterno exiliado, parece haber hallado su nueva patria en México. 

En este período es importante también señalar que comienza su reconocimiento en España. En 1955, el grupo de poetas cordobeses que editaban la revista Cántico le dedican un homenaje que supone el descubrimiento para muchos de un poeta exiliado que no había vuelto a editar un libro en el país desde 1936.

"Viendo volver" de ("Vivir sin estar viviendo")


"Viendo volver"

Irías, y verías
Todo igual, cambiado todo,
Así como tú eres
El mismo y el otro. ¿Un río
A cada instante                                      5
No es él y diferente?

Irías, en apariencia
Distraído y aburrido
En secreto, mirando,
Pues el mirar es sólo                              10
La forma en que persiste
El antiguo deseo.

Mirando, estimarías
(La mirada acaricia
Fijándose o desdeña                               15
Apartándose) irreparable todo
Ya, y perdido, o ganado
Acaso, quién lo sabe.

Así, con paso indiferente,
Como llevado de una mano,                    20
Llegarías al mundo
Que fue tuyo otro tiempo,
Y allí le encontrarías,
Al tú de ayer, que es otro hoy.

Impotente, extasiado                              25
Y solo, como un árbol,
Le verías, el futuro
Soñando, sin presente,
A espera del amigo,
Cuando el amigo es él y en él le espera.   30

Al verle, tú querrías
Irte, ajeno entonces,
Sin nada que decirle,
Pensando que la vida
Era una burla delicada,                           35
Y que debe ignorarlo el mozo hoy.


El tema de este poema se relaciona con La sombra; continúa la línea de indagación sobre la juventud y el tiempo pasado, conjugado en este caso con el tema de España. Cernuda se plantea una hipotética vuelta a la patria, e imagina cómo sería la confrontación con la nueva realidad del país.

Cernuda reconoce que encontraría el país diferente, "todo igual, cambiado todo" (v. 2), antítesis que pretende reflejar el propio cambio experimentado dentro de él, "tú eres / el mismo y el otro". La referencia a Heráclito y a su conocida frase sobre el río sirve para reforzar la idea de cambio que trae consigo el paso del tiempo.   

La mirada sería fundamental en ese acercamiento a los lugares que conoció, y Cernuda, consciente de su carácter retraído, fingiría indiferencia para poder observarlo todo con mayor detenimiento, "Pues el mirar es sólo / La forma en que persiste / El antiguo deseo" (vv. 10-12). Por medio de ese estudio detenido, el poeta podría valorar si podía darlo todo por perdido, o si en cambio, encontraba algún motivo de ilusión en esa España recobrada (vv. 13-18). 

Ese deambular lo llevaría "al mundo / Que fue tuyo otro tiempo", y a encontrarse consigo mismo, pero que es ahora alguien distinto: "Al tú de ayer, que es otro hoy". (vv. 19-24). Esa idea aparecía ya, como hemos comentado, en el poema La sombra. Ese tú de ayer estaría "Impotente, extasiado / Y solo" (caracterizando así al Cernuda de Perfil del aire), a la espera de un amigo (esa compañía siempre soñada) que a la larga resultará ser mismo. El Cernuda maduro reconoce que el amigo que en vano esperó en su juventud solo se manifestó en aventuras pasajeras, y que su destino será la soledad, acompañado solo de sí mismo (vv. 25-30).  

Ante esa situación de encuentro consigo mismo, Cernuda reconoce que optaría por marcharse sin hablar con su "yo" del pasado, sin prevenirlo contra la realidad. Con triste ironía, Cernuda admite "que la vida / Era una burla delicada", y que el joven Cernuda debe ignorarlo (vv. 31-36). En el fondo, el poeta reconoce que su "yo" juvenil debe pasar por todo lo que él pasó y llegar a esas conclusiones solo. Únicamente entonces el Cernuda juvenil se convertirá en el Cernuda maduro que él es.   

Cernuda, por medio del tema del doble o doppelgänger (en esta ocasión sin referencia alguna al mito de Narciso, como sí ocurría en su poesía de juventud), medita sobre el paso del tiempo y la inevitabilidad de cambiar los errores o aciertos de nuestro pasado.  

martes, 29 de enero de 2019

"Ser de Sansueña" (de "Vivir sin estar viviendo")


"Ser de Sansueña"

Acaso allí estará, cuatro costados
Bañados en los mares, al centro la meseta
Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra
Original de tantos, como tú, dolidos
De ella y por ella dolientes.                                          5

Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo
Para de sí arrojarte. En ella el hombre
Que otra cosa no pudo, por error naciendo,
Sucumbe de verdad, y como en pago
Ocasional de otros errores inmortales.                          10

Inalterable, en violento claroscuro,
Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil,
Con nieves y resoles, riadas y sequías;
Almendros y chumberas, espartos y naranjos
Crecen en ella, ya desierto, ya oasis.                            15

Junto a la iglesia está la casa llana,
Al lado del palacio está la timba,
El alarido ronco junto a la voz serena,
El amor junto al odio, y la caricia junto
A la puñalada. Allí es extremo todo.                              20

La nobleza plebeya, el populacho noble,
La pueblan; dando terratenientes y toreros,
Curas y caballistas, vagos y visionarios,
Guapos y guerrilleros. Tú compatriota,
Bien que ello te repugne, de su fauna.                          25

Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
La corrupción, del amor la no correspondencia;
y ser de aquella tierra lo pagas con no serlo
De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.    30

Si en otro tiempo hubiera sido nuestra, 
Cuando gentes extrañas la temían y odiaban,
y mucho era ser de ella; cuando toda
Su sinrazón congénita, ya locura hoy,
Como admirable paradoja se imponía.                           35

Vivieron muerte, sí, pero con gloria
Monstruosa. Hoy la vida morimos
En ajeno rincón. Y mientras tanto
Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,
crecen, prosperan.                                                       40

Vivir para ver esto.
Vivir para ser esto.


"Sansueña" es un topónimo que aparece ya en los relatos carolingios en lengua romance para referirse a "Sajonia". El nombre se recoge en muchos libros de caballerías y crónicas, y poco a poco, se irá introduciendo en la literatura castellana a través de los romances para referirse a una población ubicada en la península Ibérica, aunque su localización exacta se desconozca. Más tarde, Fray Luis de León se referirá también a ese espacio mítico, que reconoce como una parte del rey visigodo en su poema Profecía del Tajo. También en la Segunda Parte de El Quijote Cervantes identifica Sansueña con Zaragoza en el pasaje del Retablo de Mease Pedro.

Sea cual sea su origen, está claro que Cernuda se vale del nombre de esta ciudad legendaria para escribir uno de los poemas más crudos que dedica a España. Tras los dedicados a su patria en los que condenaba y lloraba la muerte de sus compatriotas y denunciaba los horrores de la Guerra Civil en Las Nubes, y aquellos más contemplativos centrados en el recuerdo idealizado de su infancia y sus espacios, contemplados con la benevolencia que aporta el destierro y la lejanía en Como quien espera el alba, el poeta da paso al resentimiento y la ira.  

Las coordenadas geográficas sitúan la península bañada por el mar y con la meseta en el centro, "ardiente y andrajosa" (v. 3). La adjetivación connotativa da muestra del subjetivismo con que se presenta a la patria, que "acaso allí estará" (v. 1), como si la indiferencia inicial del poeta pudiera alterar la posición de su tierra. La "amada madre" de Elegía española I es ahora "madrastra" (v. 3) de tantos como el poeta, "dolidos" y "por ella dolientes" (vv. 4-5). Es "tierra imposible" que arroja de sí a aquellos que creó a su imagen (a sus hijos). El hombre que comete la equivocación de nacer en ella encuentra la muerte (vv. 6-10) como castigo por su error. 

El poeta parece enfocar la vista para que fijemos la atención en un punto del territorio al que poco a poco se acerca a través del entorno que le rodea (vv. 11-13): almendros, chumberas, espartos, naranjos (un típico paisaje mediterráneo), que lo mismo puede ser desierto que oasis (v. 15). Describe a continuación los contrastes que se dan en la población: junto a la iglesia está la casa humilde, junto al palacio la casa de juego (vv. 16-17), y esta oposición se extiende a un plano abstracto: el amor junto al odio, la caricia junto a la puñalada (vv. 19-20), como símbolos de los extremos viscerales que se dan en Sansueña (España). 

El juego de contrastes se acentúa con el cruce de atributos que presenta la población  ("nobleza plebeya" y "populacho noble"); todos participan de esa indeterminación ("curas y caballistas", "vagos y visionarios", "guapos y guerrilleros", pares que comienzan por la misma letra) que causa el asco del poeta al reconocerse como uno de ellos (vv. 21-25). En esa sociedad todo tiene un precio y se puede comprar, y ser de Sansueña implica no ser de ninguna parte y vagar por el mundo, como hace el poeta, con la dificultad añadida de que nadie conoce Sansueña fuera de sus fronteras (vv. 26-30).   

Diferente fue la percepción de Sansueña en el pasado, cuando era una gran nación y causaba odio y miedo. A pesar de sus contradicciones, y de las muertes que trajo consigo, era indudable su grandeza (vv. 31-37); aquí se evidencia el discurso sobre la gloria pasada de España, a la que Cernuda vuelve como símbolo de la grandeza espiritual vivida entonces. Como contraste a este pasado mítico, el presente en que se muere en tierra ajena ("en ajeno rincón", v. 38). Los "gusanos" (que también aparecían al final del poema Góngora como símbolo de lo más rastrero de la sociedad) engordan en la decadencia de Sansueña. 

Los dos versos finales, que rompen el equilibrio del poema hasta este momento (ocho estrofas de cinco versos que combinan endecasílabos y alejandrinos)  suponen una síntesis emotiva de los sentimientos que generan en el poeta el declive de España: admite el horror de ver todo esto (en qué se ha convertido su país), y el horror de ser parte de ello, aún más horrible que contemplarlo. 

Es, como comentábamos al principio, un paso más en la reflexión sobre España nacida en el destierro, ahora desde el rencor y la rabia de saber que nada puede hacerse ya por cambiar la cruda realidad.

"La sombra" (de "Vivir sin estar viviendo")


"La sombra"

Al despertar de un sueño, buscas 
Tu juventud, como si fuera el cuerpo 
Del camarada que durmiese 
A tu lado y que al alba no encuentras. 

Ausencia conocida, nueva siempre,                 5
Con la cual no te hallas. Y aunque acaso 
Hoy tú seas más de lo que era 
El mozo ido, todavía 

Sin voz le llamas, cuántas veces; 
Olvidado que de su mocedad se alimentaba     10
Aquella pena aguda, la conciencia 
De tu vivir de ayer. Ahora, 

Ida también, es sólo 
Un vago malestar, una inconsciencia 
Acallando el pasado, dejando indiferente         15
Al otro que tú eres, sin pena, sin alivio.



La sombra representa en este poema la juventud del poeta; es muy interesante la forma en que Cernuda reflexiona en él sobre el paso del tiempo y la pérdida de la juventud. 

Al inicio del poema identifica a la juventud con el cuerpo del amante que dormía en su cama y que se ha marchado antes de que amaneciera. (vv. 1-4) La imagen del amante ausente que parte antes del alba es muy oportuna para describir una pérdida de la que el poeta no es consciente hasta que se produce. La juventud no se disipa de un día para otro, sino que su desaparición se evidencia en el momento que el poeta se detiene, salido de un sueño (su vida hasta ese momento) y se da cuenta de que ya no está. 

Esa "ausencia conocida" hace referencia a que Cernuda reconoce la falta de su juventud de manera repetida y no por ello resulta menos sorprendente para él ("nueva siempre"), pues no se siente identificado con el hecho de ya no ser joven ("con la cual no te hallas"). Y aunque el paso del tiempo haya indudablemente hecho de él una persona por completo distinta del muchacho que entonces era ("Y aunque acaso  / Hoy tú seas más de lo que era / El mozo ido", vv. 6-8), aún sigue con la vista atrás, buscando en vano su juventud (v. 9). 

El poeta siente cierto alivio cuando reconoce que la pena aguda de su juventud (el deseo que sentía siendo adolescente) en parte se acrecentaba por su inexperiencia y frustración de entonces (v. 10-12). El consuelo que le queda es percatarse de que ese deseo ha desaparecido también con la marcha de la juventud, y que de él solo queda un "vago malestar", un eco sin importancia que no le afecta en su presente, en el que no hay ni pena ni alivio, solo una especie de vacío caracterizado por la indiferencia (vv. 13-16)  

Esta constatación final es la prueba definitiva de que la juventud ha pasado y que Cernuda se halla ya en la madurez, lejos de las pasiones y los deseos de sus años mozos. Hay una clara aceptación de su derrota vital en ese cierre de apatía e indolencia, que muestra el decaído estado de ánimo de Cernuda por aquel entonces.

"Vivir sin estar viviendo" (1944-1949)


Cernuda comienza la composición de este libro en Cambridge habiendo dejado atrás un Glasgow que detestaba; lo continuó en Londres en sus dos últimos años en el país y lo concluyó en Massachusetts, donde había aceptado un puesto de profesor en la Universidad por mediación de su amiga Concha de Albornoz. De ese modo, de los 31 poemas que lo componen, ocho fueron escritos Cambridge (1944-45), trece en Londres (1945-47) y diez en Estados Unidos (1947-49). Si comparamos con sus libros anteriores, comprobamos que el período no ha sido tan productivo como los anteriores, y que los distintos escenarios de composición no dotan al conjunto de una unidad clara. Es el poemario de madurez más difuso, y el que posee el tono poético más bajo de entre los que escribe en el destierro. 

El motivo podemos encontrarlo en el propio título del libro, Vivir sin estar viviendo, y en el estado de ánimo del poeta por aquel entonces. Cernuda continúa viviendo una existencia aislada, sin apenas amistades profundas, sin amor, y ese encierro en su propia obra y la literatura parece agotarse; como él mismo explica en Historial de un libro:  La lectura, que siempre tuvo para mí un atractivo singular, llegó a aburrirme; [...] Téngase en cuenta que llevaba algunos años de vivir vicariously ["a través de otro"] (a eso alude el título de Vivir sin estar viviendo), y que a veces leía para sustituir la vida que no vivía. [...] La consecuencia de ese vivir es que nada se interpone entre nosotros y la muerte: desnudo el horizonte vital, nada percibía delante sino la muerte". 


Resultado de esa crisis espiritual es el descenso de la inspiración que se descubre en el libro; aunque hay poemas de gran valía, hay cierto agotamiento de los caminos emprendidos en su poemario anterior. El encierro en sí mismo que señalamos en Como quien espera el alba se mantiene, y no hay una nueva apertura a la realidad como en Las Nubes. En ese sentido, no hay avance con respecto a las novedades que presentó en el poemario que le precede; más bien hay una insistencia en los mismos temas, al que se une el paso del tiempo; pero la manera de presentarlos crea un efecto de distanciamiento y de extrañeza. Ni siquiera los breves atisbos de amor (los cuatro poemas que abren el libro, "Cuatro poemas a una sombra") consiguen romper la impresión de repetición y falta de originalidad del libro. 

Los avances estéticos señalados en el libro anterior (el uso del "tú", los encabalgamientos, las frases largas y complejas, la tendencia al prosaísmo) se mantienen sin ninguna novedad en Vivir sin estar viviendo.

"Amando en el tiempo" (de "Como quien espera el alba")


"Amando en el tiempo"


El tiempo, insinuándose en tu cuerpo,
tal la nube de polvo en fuente pura,
aquella gracia antigua desordena
y clava en mí una pena silenciosa.

Otros antes que yo vieron un día,                    5
y otros luego verán, cómo decir
la amada forma esbelta, recordando
de cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso.

Pero la vida solos la aprendemos,
y placer y dolor se ofrecen siempre                 10
tal mundo virgen para cada hombre;
así mi pena inculta es nueva ahora.

Nueva como lo fuese al primer hombre,
que cayó con su amor del paraíso
cuando viera, tal cielo ya vencido                    15
por sombra, envejecer el cuerpo amado.


   Este breve poema de Cernuda es uno de los últimos que componen el libro Como quien espera el alba. Se divide en cuatro estrofas de cuatro versos cada una (cuartetos), de versos endecasílabos libres (sin rima). Su contenido meditativo y trascendental debe mucho a las lecturas de poetas ingleses, así como a la tradición clásica española, pues su tema responde a uno de los grandes tópicos literarios, el tempus fugit

   Cernuda medida sobre el paso del tiempo contemplando su efecto sobre el cuerpo. El uso del "tú", que ya comentamos en la introducción al libro, puede entenderse como una referencia al propio poeta, aunque también puede estar referida al amado. En este último caso, ese amado es más una ensoñación que una realidad, o es el resultado de la meditación de Cernuda, que recuerda a sus antiguos amantes y reflexiona sobre cómo el paso de los años habrá estropeado la belleza de sus cuerpos. Esta última última hipótesis parece ser la más acertada; el tiempo, de forma sutil, se hace visible en un cuerpo que en el pasado destacó por su atractivo. Esta idea provoca la tristeza del poeta ("clava en mí una pena silenciosa", v. 4). En el v.3 hay una referencia clara al famoso verso "el viento mueve, esparce y desordena" de Garcilaso del soneto XXIII (que trata también el tema del tempus fugit), que acentúa la idea de que el poema está dirigido a otra persona. 


   En la segunda estrofa, el poeta admite que otros antes que él (v. 5), y otros después (v. 6) se maravillarán ante la belleza del cuerpo amado, que hace pensar en la divinidad por la perfección que puede llegar a mostrar ("de cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso", v. 8); sin embargo, dicha hermosura está unida inevitablemente a la fugacidad, al envejecimiento y a la muerte. Aceptar dicha verdad es el contenido de la tercera estrofa, donde el poeta reconoce que solo aprendemos por la propia experiencia ("Pero la vida solos la aprendemos", v. 9): por mucho que hayamos oído la recomendación en boca ajena, el placer y el dolor "se ofrecen siempre / tal mundo virgen para cada hombre" (vv. 10-11), y todo lo que nos sucede, al ser la primera vez que nos pasa, nos parece que nadie lo ha vivido antes. "Así mi pena inculta es nueva ahora", "nueva" por ser la primera vez que el poeta se plantea esa reflexión e "inculta" por desconocimiento de tantos testimonios anteriores que nos advierten de ello.

   La estrofa final insiste de manera hiperbólica que esto ya fue así para el primer hombre (Adán), que fue expulsado del Paraíso por seguir los consejos de Eva ("su amor"), y que perdió la inmortalidad para contemplar cómo envejecía el cuerpo de su amada, por la que había renunciado al Jardín de Dios. La constatación del paso del tiempo se acentúa así con la ejemplificación de que ha sido así desde el inicio de la humanidad, y que lo seguirá siendo en el futuro: Con este cierre escéptico y pesimista Cernuda introduce un tema que se volverá recurrente en poemas posteriores. 

"Un español habla de su tierra" (de "Las Nubes")



"Un español habla de su tierra"

Las playas, parameras 
Al rubio sol durmiendo, 
Los oteros, las vegas 
En paz, a solas, lejos; 
  
Los castillos, ermitas,                    5
Cortijos y conventos, 
La vida con la historia, 
Tan dulces al recuerdo, 
  
Ellos, los vencedores 
Caínes sempiternos,                     10
De todo me arrancaron. 
Me dejan el destierro. 
  
Una mano divina 
Tu tierra alzó en mi cuerpo 
Y allí la voz dispuso                      15
Que hablase tu silencio. 
  
Contigo solo estaba, 
En ti sola creyendo; 
Pensar tu nombre ahora 
Envenena mis sueños.                  20
  
Amargos son los días 
De la vida, viviendo 
Sólo una larga espera 
A fuerza de recuerdos. 
  
Un día, tú ya libre                        25
De la mentira de ellos, 
Me buscarás. Entonces 
¿Qué ha de decir un muerto?



Este poema es uno de los más emotivos que Cernuda escribió sobre el tema de la patria, y que concentra su tristeza y decepción por la caída de la República. Parece ser que fue compuesto en el otoño del 39, acabada la contienda, y es uno de los últimos del libro.

En él vuelve Cernuda a una estrofa popular, la copla (en este caso, en versos heptasílabos) con rima asonante en los versos pares. Es una de esas pocas excepciones de rima en su poesía de madurez (como ocurre con "Jardín antiguo", "Deseo" o "Amor oculto", todos pertenecientes a este libro). Cernuda utiliza una estrofa con apariencia de canción para hablarnos de su melancolía por la patria perdida.

Las dos primeras estrofas sirven de descripción idealizada de España, centrada la primera en el entorno natural (las playas, las vegas, los oteros, que hacen pensar en paisajes costeros y castellanos), y la segunda en los monumentos (castillos, conventos, ermitas), que remiten al rico pasado histórico de España, referencia que se hace explícita en el verso 7 ("la vida con la historia"). Frente a esta visión sublimada de su país, Cernuda introduce en la tercera estrofa el contraste violento que supone la victoria del Bando Nacional en la Guerra Civil; los vencedores de la guerra son "Caínes sempiternos" (la figura de Caín tiene una larga tradición en la literatura española, especialmente en el primer tercio del siglo XX: piénsese en el uso que Unamuno o Antonio Machado hacen del personaje bíblico). Y en el contexto de la Guerra Civil, está claro que la lucha fraticida entre hermanos simboliza el enfrentamiento entre los dos bandos. Aquellos que han ganado la guerra le han arrebatado todo a Cernuda, condenándolo al destierro; un destierro que, como comentamos en la introducción al libro, Cernuda desconocía en aquel momento que sería para toda la vida.   

El poeta continúa explicando la peculiar relación que lo une a su patria. Consideremos, tal y como hemos visto en poemarios anteriores, que la relación de Cernuda con su país fue en ocasiones contradictoria: amaba su país pero detestaba sus defectos. Sin embargo, en la unión con su país ve la intervención de los dioses, esa "mano divina" (v. 13) que consagró ("alzó") su patria en su cuerpo, haciendo de él un vate (un poeta tocado por la gracia de Dios) a través del cual podría expresarse su tierra. Hay de fondo una visión platónica del poeta, entendido como transmisor de la divinidad que escribe bajo los efectos de la inspiración de los dioses. Así se ve él mismo, portavoz de su país, que puede expresar su silencio a través de la palabra poética. España era su única compañía, en la única en la que podía confiar (vv. 17-18); desgraciadamente, su caída bajo el régimen militar, hace que su recuerdo lo lleno de dolor y pesar (los magníficos versos 19-20).

La sexta estrofa describe el angustioso presente de Cernuda, que se sostiene en una larga espera (el sueño de que la situación en España cambie y se restaure el orden democrático) mientras se consuela viviendo de los recuerdos del pasado (v. 24).

La estrofa final es premonitoria, pues en ella el poeta intuye que no vivirá ese momento. Cuando llegue el fin del dominio militar ("un día, ya tú libre / de la mentira de ellos") la patria lo buscará a él, pero no lo encontrará porque para entonces ya habrá muerto ("¿Qué ha de decir un muerto?", v. 28). La pregunta retórica final introduce el tono patético y elegíaco (de clara influencia romántica, los ecos de Bécquer son evidentes) que cuadra muy bien con el sentimiento de añoranza de la patria perdida.

"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...