jueves, 6 de febrero de 2020

"In memoriam A.G." (de "Con las horas contadas")


"In memoriam A. G."

Con él su vida entera coincidía,
Toda promesa y realidad iguales,
La mocedad austera vuelta apenas
Gozosa madurez, tan demoradas
Como día estival. Así olvidaste,                            5
Amando su existir, temer su muerte.

Pero su muerte, al allegarle ahora,
Calló la voz que cerca nunca oíste,
A cuyos ecos despertaron tantos
Sueños del mundo en ti nunca vividos,                 10
Hoy no soñados porque ya son vida.

Cuando para seguir nos falta aliento,
Roto el mágico encanto de las cosas,
Si en soledad alzabas la cabeza,
Sonreír le veías tras sus libros.                             15
Ya entre ellos y tú falta de sombra,
Falta su sombra noble ya en la vida.

Usándonos a ciegas todo sigue,
Aunque unos pocos, como tú, os digáis:
Lo que con él termina en nuestro mundo               20
No volverá a este mundo. Y no hay consuelo,
Que el tiempo es duro y sin virtud los hombres.
Bien pocos seres que admirar te quedan.


Cernuda escribe este poema a la muerte del escritor francés André Gide, uno de sus autores fundamentales y guía en muchos aspectos de su propia vida. Gide había sido una lectura capital de su juventud. Lo conoció gracias al préstamo que le hiciera Salinas de varias de sus obras al inicio de su amistad.  André Gide será fundamental en la aceptación de su homosexualidad, pues en el pensador francés encuentra un modelo en el que reflejarse (Gide será uno de los primeros escritores que teorizan sobre la homosexualidad, alejándola de las connotaciones negativas que hasta entonces había tenido y de su consideración como enfermedad o pecado). Su lectura llevará a Cernuda a liberarse de la represión y a aceptar sus inclinaciones con naturalidad, y siempre lo tendrá por un escritor fundamental aunque con el paso de los años admita que su influencia en las generaciones más jóvenes  no fuera tan importante. 

El poema se divide en cuatro estrofas de extensión similar (seis versos, con excepción de la segunda estofa, que cuenta con cinco) de versos endecasílabos libres, sin rima.El título hace referencia a la locución latina "In memoriam" (en recuerdo), que se suele utilizar como dedicatoria póstuma a personas fallecidas; el poema es por tanto una elegía a la memoria de André Gide. Como es característico en esta etapa, Cernuda se vale de la segunda persona del singular para dirigirse a sí mismo.

La primera estrofa destaca la integridad del escritor, "Con él su vida entera coincidía / Toda promesa y realidad iguales", pues era consecuente con lo que decía, llevando a la práctica cuanto afirmaba. Su juventud había dado ya paso a la madurez, pero se trataba de una madurez tan sana, tan vigorosa ("Gozosa madurez, tan demoradas / Como día estival") que nada hacía presagiar su muerte ("Así olvidaste, /Amando su existir, temer su muerte").

Esa muerte es la que sirve de engarce entre la primera y la segunda estrofa, introducida por una conjunción adversativa ("Pero su muerte", v.7) ante la imposibilidad de evitarla. Cernuda nunca llegó a conocer en persona a Gide, de lo que se lamenta en el verso 8 ("calló la voz que cerca nunca oíste"), aunque el francés estuvo a punto de acudir a dar una conferencia a Estados Unidos, donde Cernuda ya residía, y este planeó asistir a verlo en persona. Esa voz que nunca oyó (aunque le llegó a través de los libros), sirvió en su juventud para despertar en Cernuda "sueños del mundo en ti nunca vividos" (v. 10), es decir, una visión de su sexualidad que ni imaginaba y que afortunadamente no se quedaron en sueños pues los pudo realizar: "Hoy no soñados porque ya son vida" (v. 11). 

El papel curativo que para Cernuda tenía Gide en los momentos difíciles ("cuando para seguir nos falta aliento / Roto el mágico encanto de las cosas", vv. 12.13), se desarrolla en la estrofa tres. En esas circunstancias, el poeta volvía la vista a los libros de Gide para en ellos encontrar consuelo: "sonreír le veías tras sus libros", v. 15. Por desgracia, ese papel mediador ha desaparecido, "Ya entre ellos y tú falta de sombra", pues su imagen se ha desvanecido con la muerte.

La estrofa final es de una tristeza infinita: Cernuda constata que la vida sigue ("Usándonos a ciegas todo sigue", v.  18), aunque algunos como él se den cuenta de que la pérdida del escritor es irreparable, pues lo que se va con él ya no volverá. Ante esta verdad, "no hay consuelo, / Que el tiempo es duro y sin virtud los hombres" (vv. 21-22). Rotundo, el poeta concluye con una afirmación que no admite réplica: "Bien pocos seres que admirar te quedan" (v. 23). A medida que va avanzando su vida y cumple años, es lógico que las figuras que han sido capitales para él vayan muriendo y cada vez le queden menos con vida. Esta confirmación no es más que la demostración de que su vida está también cada vez más cerca del fin.

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