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jueves, 17 de enero de 2019

"Oda" (de "Égloga, Elegía, Oda")



"Oda"

La tristeza sucumbe, nube impura,
alejando su vuelo con sombrío
resplandor indolente, languidece,
perdiéndose a lo lejos, leve, oscura.
El furor implacable del estío                         5
toda la vida espléndida estremece
y profunda la ofrece
con sus felices horas,
sus soles, sus auroras,
delirante, azulado torbellino.                       10
Desde la luz, el más puro camino,
con el fulgor que pisa compitiendo,
vivo, bello y divino,
un joven dios avanza sonriendo.


¿A qué cielo natal ajeno, ausente                 15
le niega esa inmortal presencia esquiva,
ese contorno tibiamente pleno?
De mármol animado, quiere y siente;
inmóvil, pero trémulo, se aviva
al soplo de un purpúreo anhelar lleno.          20
El dibujo sereno
del desnudo tan puro,
en un reflejo duro,
con sombra y luz acusa su reposo.
Y levantando el bulto prodigioso                   25
desde el sueño remoto donde yace,
destino poderoso,
a la fuerza suprema firme nace.


Pero ¿es un dios? El ademán parece
romper de su actitud la pura calma             30
con un gesto de muda melodía,
que luego, suspendido, no perece;
silencioso, mas vivido, con alma,
mantiene sucesiva su armonía.
El dios que traslucía                                   35                                
ahora olvidado yace;
eco suyo, renace
el hombre que ninguna nube cela.
La hermosura diáfana no vela
ya la atracción humana ante el sentido;       40
y su forma revela
un mundo eternamente presentido.


Qué prodigiosa forma palpitante,
cuerpo perfecto en el vigor primero,
en su plena belleza tan humano.                45
Alzando su contorno triunfante,
sólido, sí, mas ágil y ligero,
abre la vida inmensa ante su mano.
Todo el horror en vano
a esa firmeza entera                                 50
con sus sombras quisiera
derribar de tan fúlgida armonía.
Pero, acero obstinado, sólo fía
en sí mismo ese orgullo tan altivo;
claramente se guía                                   55
con potencia admirable, libre y vivo.


Cuando la fuerza bella, la destreza
despliega en la amorosa empresa ingrata
el cuerpo; cuando trémulo suspira;
cuando en la sangre, oculta fortaleza,        60
el amor desbocado se desata,
el labio con afán ávido aspira
la gracia que respira
una forma indolente;
bajo su brazo siente                                 65
otro cuerpo de lánguida blancura
distendido, ofreciendo su ternura,
como cisne mortal entre el sombrío
verdor de la espesura,
que ama, canta y sucumbe en desvarío.    70


Mas los tristes cuidados amorosos
que tercamente la pasión reclama
de quien su vida en otras manos deja,
el tierno lamentar, los enojosos
hastíos escondidos del que ama                75
y tantas lentas lágrimas de queja,
el azar firme aleja
de este cuerpo sereno;
a su vigor tan pleno
la libertad conviene solamente,                80
no el cuidado vehemente
de las terribles y fugaces glorias
que el amor más ardiente
halla en fin tras sus débiles victorias.


Así en su labio enamorada nace                85
sonrisa luminosa, dilatando
por el viril semblante la alegría.
Y la antigua tristeza ya deshace,
desde el candor primero gravitando,
la amargura secreta que nutría.               90
El cuerpo ya desvía
la natural crudeza
en hermosa destreza
que por los tensos músculos remueve.
Y a la orilla cercana, al agua leve,             95
la forma tras su extraña imagen salta,
relámpago de nieve
bajo la luz difusa de tan alta.


Sonriente, dormida bajo el cielo,
soñaba el agua y transcurría lenta,          100
idéntica a sí misma y fugitiva.
Mas en tumulto alzándose, en revuelo
de rota espuma, al nadador ostenta
ingrávido en su fuga a la deriva.
Y la forma se aviva                                 105
con reflejos de plata:
Ata el río y desata,
en transparente lazo mal seguro,
aquel rumbo veloz entre su oscuro
anhelar ya resuelto en diamante.            110
La luz, esplendor puro,
cálida envuelve al cuerpo como amante.


Un frescor sosegado se levanta
hacia las hojas desde el verde río
y en invisible vuelo se diluye.                 115
La sombra misteriosa ya suplanta,
entre el boscaje ávido y sombrío,
a la luz tan diáfana que huye.
Y la corriente fluye
con su rumor sereno;                            120
todo el cielo está lleno

del trinar que algún pájaro desvela.
El bello cuerpo en pie, desnudo cela,
bajo la rama espesa, entretejida
como difícil tela,                                   125
su cegadora nieve estremecida.


Oh nuevo dios. Con deslumbrante brío
al crepúsculo vuelve vagoroso
su perezosa gracia seductora.
Todo el fúlgido encanto del estío             130
el fatigado bosque rumoroso
en reposo vacío lo evapora.
Vana y feliz, la hora
al sopor indolente
se abandona; no siente                         135
su silenciosa y lánguida hermosura.
Por la centelleante trama oscura
huye el cuerpo feliz casi en un vuelo,
dejando la espesura
por la delicia púrpura del cielo.               140


El poema se titulaba en su primera redacción "Oda a George O'Brien", un famoso actor de cine mudo que gozaba de gran éxito a finales de los años 20. La eliminación de la referencia al actor está en la misma línea de la que señalamos en el poema "Homenaje" (se borró la dedicatoria a Fray Luis de León), que buscaba evitar la particularidad del tema para crear una visión más universal.   

La tristeza del poema anterior (y por extensión, la melancolía de Primeras poesías) desaparece para enaltecer la figura del actor, convertido en objeto del deseo del poeta. Ya en los primeros versos se anuncia la fuga de la tristeza, "nube impura", que se aleja llevándose la oscuridad que le acompaña (vv.1-4). A ello se opone la fuerza del verano, que llega aportando luz, calor y alegría (vv. 5-10), en una tópica utilización de las estaciones como símbolo de los sentimientos. En medio de la deslumbrante claridad del verano "vivo, bello y divino, / un joven dios avanza sonriendo". El joven al que se dedica la oda se muestra así con atributos de dios, como si su belleza y su atractivo (su condición de estrella cinematográfica) lo convierta en un ser inalcanzable para el resto de los mortales.

La mistificación del personaje se agranda al hablar de su origen celestial (vv. 15-17), un cielo del que se halla ausente y al que le niega el placer de contar con su presencia. Su cuerpo se presenta con la grandeza de una estatua de mármol (los dioses y los héroes eran representados así), pero dotado de vida ("quiere y siente"); la imagen de la estatua se amplía con la referencia al mito de Pigmalión al insinuar que esa escultura "se aviva / al soplo de un purpúreo anhelar lleno", el soplo de la energía del deseo. Cernuda se deleita en describir el contorno de su figura, resaltada en el contraluz (vv.21-24), y cuando se levanta del sueño, su cuerpo monumental ("bulto prodigioso") irrumpe con fuerza (vv. 25-28).    

El poeta se cuestiona el carácter divino del aquel hombre, cuyos movimientos armónicos le causan admiración (vv. 29-34). Se convence entonces de su condición humana, aunque su grandiosidad hace pensar en un dios ("eco suyo"), especialmente por su capacidad de mantener alejada la tristeza (la "nube" que aparecía al principio del poema). Pero a pesar de su belleza, que hacía pensar en un ser superior, sus cualidades lo definen claramente como humano (vv. 39-42).

Cernuda exalta el cuerpo vigoroso, pleno de energía y belleza (vv. 43-49), que ninguna fuerza podrá derribar (vv. 49-52) pues se basta con su poder y su seguridad en sí mismo (vv. 53-56). A continuación describe con detalle el momento del encuentro erótico, que resalta el vigor de él (vv. 57-64) por encima de la actitud pasiva del otro cuerpo ("otro cuerpo de lánguida blancura"), que parece ser femenino aunque no se precise. Hay una nueva referencia mitológica velada en ese "cisne mortal" (v. 68) que remite al mito de Leda y el cisne, donde el animal adquiere connotaciones sexuales, al igual que en el pasaje de Cernuda.

Tras el encuentro amoroso, ese cuerpo idealizado se aleja de las muestras de cariño, las exigencias, las recriminaciones (vv. 71-78) porque él es un ser libre que no busca fidelidad tras la consumación de su pasión erótica (vv.79-84). Una sonrisa ilumina su cara, que disipa cualquier resto de la anterior tristeza, desaparecida con la obtención del placer (vv. 85-90). Pero su vigor necesita más actividad (vv. 91-94) y se lanza al agua donde se confunde con su reflejo (vv. 95-98).   

La naturaleza parece adquirir vida para poder admirar y contemplar el cuerpo vigoroso; por un lado, el agua donde nada (antes tranquila y sosegada), se vuelve un tumulto de olas y espuma provocado por el movimiento del nadador (vv. 99-104). Sus rápidos saltos en el agua simulan lazos que atan y desatan al agua (al subir y bajar), en una imagen muy plástica que refleja su movimiento impetuoso (vv. 105-110). Del mismo modo, la luz del sol envuelve al cuerpo con el cuidado de un amante, dotándola de cualidades humanas. Las imágenes del agua juegan además con las connotaciones que el reflejo guarda con el mito de Narciso, que Cernuda utilizó en varias ocasiones el Primeras poesías y que puede entenderse como una representación del amor homosexual.  

El cuerpo sale del agua y se refugia a la sombra de los árboles (vv. 113-118). El río se queda tranquilo y se escucha el trinar de un pájaro (vv. 119-122). A la sombra del árbol, el cuerpo desnudo deslumbra con su blancura de nieve (vv. 123-126). Ahora vuelve a ser saludado como un dios, y su encanto seductor se extiende por el atardecer (vv. 127-129). Es el momento de máxima indolencia (de nuevo se vale del adjetivo "indolente" para describir ese instante de hastío, abandono y languidez que caracteriza el paso del día a la noche), que pasa sin que apenas se note su encanto. El cuerpo se marcha de prisa, "casi en un vuelo", abandonando el bosque para dirigirse al cielo de color púrpura (debido al ocaso) al que pertenece por su condición de dios (vv. 137-140).

La sensualidad es uno de los rasgos más sobresalientes de este poema que, inspirado en modelos de belleza clásicos (estatuas de dioses desnudos) se actualiza a través de la identificación con una estrella de cine que simboliza el objeto del deseo del poeta.

martes, 15 de enero de 2019

"Elegía" (de "Égloga, Elegía, Oda")


                  "Elegía"


Este lugar, hostil a los oscuros 
Avances de la noche vencedora, 
Ignorado respira ante la aurora, 
Sordamente feliz entre sus muros.

Pereza, noche, amor, la estancia quieta             5
Bajo una débil claridad ofrece.
El esplendor sus llamas adormece
En la lánguida atmósfera secreta.


Y la pálida lámpara vislumbra
Rosas, venas de azul, grito ligero                    10
De un contorno desnudo, prisionero 

Tenuemente abolido en la penumbra.

Rosas tiernas, amables a la mano
Que un dulce afán impulsa estremecida, 

Venas de ardiente azul; toda una vida             15
Al insensible sueño vuelta en vano.


¿Vive o es una sombra, mármol frío 
En reposo inmortal, pura presencia 
Ofreciendo su estéril indolencia 
Con un claro, cruel escalofrío?                        20

Al indeciso soplo lento oscila
El bulto langoroso; se estremece 

Y del seno la onda oculta crece 
Al labio donde nace y se aniquila.

Equívoca delicia. Esa hermosura                     25
No rinde su abandono a ningún dueño; 

Camina desdeñosa por su sueño, 
Pisando una falaz ribera oscura.

Del obstinado amante fugitiva, 
Rompe los delicados, blandos lazos.                30
A la mortal caricia, entre los brazos, 
¿Qué pureza tan súbita la esquiva?

Soledad amorosa. Ocioso yace
El cuerpo juvenil perfecto y leve. 

Melancólica pausa. En triste nieve                   35
El ardor soberano se deshace.

¿Y que esperar, amor? Sólo un hastío, 
El amargor profundo, los despojos. 
Llorando vanamente ven los ojos
Ese entreabierto lecho torpe y frío.                 40


Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente, 
Donde el eterno fruto se tendía
Y el labio alegre, dócil lo mordía
En un vasto sopor indiferente.


De aquel sueño orgulloso en su fecundo,         45
Esplendido poder, una lejana
Forma dormida queda, ausente y vana 

Entre la sorda soledad del mundo.

Esta insaciable, ávida amargura, 
Flecha contra la gloria del amante,                 50
¿Enturbia ese sereno diamante
De la angélica noche inmóvil, pura?


Mas no. De un nuevo albor el rumbo lento 
Transparenta tan leve luz dudosa.
El pájaro en su rama melodiosa                     55
Alisando está el ala, el dulce acento.


Ya con rumor suave la belleza 
Esperada del mundo otra vez nace, 
Y su onda monótona deshace
Este remoto dejo de tristeza.                        60

Este poema es el más cercano temáticamente al universo de Perfil del aire. Está formado por quince cuartetos endecasílabos de rima consonante ABBA, estrofa que también se emplea en “Homenaje”. No sigue en esto Cernuda la preceptiva clásica de la elegía, que solía escribirse en tercetos encadenados, aunque es cierto que el subgénero poético contaba con cierta libertad estrófica.

El cuarteto inicial enlaza con la imagen final del poema anterior. La noche había llegado en el último verso de la "Égloga", que se presentaba con malos presagios ("el horror nocturno de las cosas"). Aquí nos encontramos dentro de un reducto que se opone a esa noche invasora: "Este lugar, hostil a los oscuros / avances de la noche vencedora, / ignorando respira ante la aurora / sordamente feliz entre sus muros". De nuevo, tal y como ocurría en muchos textos del poemario anterior, el interior del hogar es un espacio protegido donde el poeta se siente a salvo.

De manera sugerente, se presenta la penumbra de la habitación ("Pereza, noche, amor") como un lugar favorable a la intimidad. El poeta se desdobla entonces para contemplarse a sí mismo. Él es ese cuerpo desnudo que se intuye en el lecho, cuya silueta apenas se puede ver en la oscuridad ("de un contorno desnudo, prisionero /  tenuemente abolido en la penumbra"). Ese cuerpo, que en el v. 10 se ha presentado en dos apuntes impresionistas ("Rosas, venas de azul"), se amplía explicando que las rosas (la carne), son "tiernas, amables a la mano"   (es un cuerpo que invita a ser acariciado), y las venas "de ardiente azul", simbolizando así la fuerza de la sangre que conducen, y por extensión, la pasión amorosa. Pero esa pasión no halla resolución pues el cuerpo está dormido: "toda una vida / al insensible sueño vuelta en vano").

Se pregunta entonces el poeta (v. 17-20) si el cuerpo está vivo o no, pues al sueño al que se entrega lo sume en un estado de inmovilidad y pasividad que hace dudar de su situación. El poeta lo compara con una estatua de mármol por su blancura y falta de movimiento, que transmite la frialdad de la piedra y su "estéril indolencia" (recordemos que "indolencia" era una de las palabras claves en Primeras poesías). Lógicamente, su esterilidad está relacionada con su aparente falta de vida, aunque tendrá un segundo significado que veremos más adelante. El siguiente cuarteto confirma que el cuerpo está vivo: el ligero ritmo de su respiración lo atestigua, que estremece al cuerpo lánguido ("langoso") y nace y muere en sus labios con cada inspiración y expiración.

El cuerpo es una  "Equívoca delicia" (v. 25). El adjetivo está muy bien elegido, porque destaca el carácter engañoso de ese cuerpo admirado en la penumbra. "No rinde su abandono a ningún dueño": es decir, no se entrega a la pasión amorosa con nadie pues está sumido en el sueño, "pisando una falaz ribera oscura", la falsa realidad percibida mientras se duerme.

Ese desdoblamiento que hemos señalado en la figura del poeta es también doble. Ese cuerpo contemplado es el suyo propio, pero al mismo tiempo, es la ensoñación creada en torno al cuerpo deseado. Cernuda comienza a aclarar cuáles son sus inclinaciones, aunque evita mostrar a las claras el género masculino de su amante imaginado. Por ello mantiene la referencia a la "delicia" de género femenino a lo largo del cuarteto siguiente (vv. 29-32). La presenta como "fugitiva" del amante, del que ha roto los lazos, y el poeta se pregunta por qué evita la caricia entre sus brazos.

La respuesta se halla en el cuarteto siguiente: la "Soledad amorosa" (v. 33) hace referencia a la auténtica situación de ese cuerpo contemplado. Está solo y se ha entregado al deseo en soledad. Su cuerpo joven se detiene al terminar ("melancólica pausa"), y entonces le invade la tristeza porque su placer ha sido solitario. Cernuda ha descrito con sutileza una masturbación donde juega con la perspectiva de los cuerpos. Se ha descrito a sí mismo, pero al mismo tiempo, describía ese cuerpo imaginado mientras dejaba volar su imaginación. En ese sentido debemos también interpretar la referencia a la esterilidad del v. 19 de la que hemos hablado.

El poeta se pregunta entonces qué otra cosa se puede esperar. El vacío que se apodera de él lo lleva a reconocer su soledad, que lo lleva a aceptar "los despojos" como sustituto del amor, y llora al contemplar su cama vacía, donde nadie lo acompaña. Rememora por unos momentos esa fantasía momentánea que se había creado ("Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente") , representación del deseo simbolizado en ese fruto y en el labio que lo muerde. Pero esa imagen solo existe en su imaginación ("en un vasto sopor indiferente"). Solo le queda un recuerdo de lo que ha imaginado, "forma dormida, queda, ausente y vana / entre la sorda soledad del mundo". Su melancolía subraya la futilidad de su sueño, que no existe ni posee consistencia.

Una nueva pregunta retórica (vv. 51-52) hace al poeta plantearse si su amargura, que no se ha calmado con el acto sexual, puede perturbar la paz y la pureza de la noche. La promesa del amanecer, que se intuye ya en el cielo ("De un nuevo albor el rumbo lento / transparente tan leve luz dudosa") despeja toda sospecha. Hay además en estos versos de Cernuda un claro homenaje al famoso verso de  Góngora ("pisando la dudosa luz del día") que cierra la novena octava de la Fábula de Polifemo. Un pájaro está empezando a prepararse para cantar, imagen que se muestra por medio de una bella hipálage ("El pájaro en su rama melodiosa").

El último cuarteto supone el fin de estos melancólicos pensamientos nocturnos. La llegada de un nuevo día (como también ocurría en algunos poemas de Primeras poesías), acaba con estos presagios funestos nacidos en la oscuridad, que son sustituidos por la belleza con su "rumor suave".

Terminado el análisis del poema, cabe preguntarse por el significado de su título. "Elegía" es una composición lírica que lamenta la muerte de alguien o un hecho funesto. Podemos interpretar que es la noche y los deseos no correspondidos los que se lloran en este poema, o más concretamente, la ausencia de un objeto de deseo. La elegía así no se dirigiría hacia alguien muerto sino hacia alguien que aún no existe, a ese amante soñado que no ha llegado aún, pero cuya ausencia causa la misma tristeza en el poeta. También podría interpretarse, como hace Manuel Ulacia, que Cernuda en este poema deja atrás su adolescencia, a la que sepulta definitivamente, al definir su orientación sexual, aunque esta decisión la cause sufrimiento.    

domingo, 13 de enero de 2019

"Égloga" (de "Égloga, Elegía, Oda")



“Égloga"

Tan alta, sí, tan alta
en revuelo sin brío,                        
la rama el cielo prometido anhela,
que ni la luz asalta
este espacio sombrío                                  5
ni su divina soledad desvela.
Hasta el pájaro cela
al absorto reposo
su delgada armonía.
¿Qué trino colmaría,                                   10
en irisado rizo prodigioso
aguzándose lento,
como el silencio solo y sin acento?

 Sólo la rosa asume
una presencia pura                                     15
irguiéndose en la rama tan altiva,
o equívoca se sume
entre la fronda oscura,
adolescente, esbelta, fugitiva.
Y la rama no esquiva                                  20
la gloria que la viste
aunque el peso la enoja;
ninguna flor deshoja,
sino ligera, lánguida resiste,
con airoso desmayo,                                  25
los dones que la brinda el nuevo mayo.

Si la brisa estremece
en una misma onda
el abandono de los tallos finos,
ágil tropel parece                                      30
tanta rosa en la fronda
de cuerpos fabulosos y divinos;
rosados torbellinos
de ninfas verdaderas
en fuga hacia el boscaje.                           35
Aún trémulo el ramaje,
entre sus vueltas luce, prisioneras
de resistente trama,
las que impidió volar con tanta rama.

Entre las rosas yace                                  40
el agua tan serena,
gozando de sí misma en su hermosura;
ningún reflejo nace
tras de la onda plena,
fría, cruel, inmóvil de tersura.                    45
Jamás esta clausura
su elemento desata;
sólo copia del cielo
algún rumbo, algún vuelo
que vibrando no burla tan ingrata              50
plenitud sin porfía.
Nula felicidad; monotonía.

Se sostiene el presente,
olvidado en su sueño,
con un ágil escorzo distendido.                  55
Delicia. Dulcemente,
sin deseo ni empeño,
el instante indeciso está dormido.
¿Y ese son atrevido
que desdobla lejano                                 60
alguna flauta impura?
Con su lluvia tan dura
ásperamente riega y torna cano
al aire de esta umbría
esa indecisa, vana melodía.                      65

Acaso de algún eco
es riqueza mentida
ese vapor sonoro; fría vena
que en un confuso hueco
sus hielos liquida                                     70
y a la fronda tan muda así la llena.
Esta música ajena
entre las cañas yace,
y el eco, con su ala,
del labio que la exhala,                            75
adonde clara, puramente nace.
Hurtándola, la cede
al aire que tan vano le sucede.

Idílico paraje   
de dulzor tan primero.                             80
Nativamente digno de los dioses.
Mas ¿qué frío celaje
se levanta ligero,
en cenicientas ráfagas veloces?
Unas secretas voces                                85
este júbilo ofenden
desde gris lontananza;
con estéril pujanza
otras pasadas primaveras tienden,
hasta la que hoy respira,                        90
una tierna fragancia que suspira.

Y la dicha se esconde;
su presencia rehuye
la plenitud total va prometida.
Infiel de nuevo, ¿adonde                        95
turbadamente huye,
impaciente, entrevista, no rendida?
Está otra vez dormida,
en promesa probable
de inminente futuro.                             100
Y deja yerto, oscuro,
este florido ámbito mudable,
a quien la luz asiste
con un dejo pretérito tan triste.

Sobre el agua benigna,                         105
melancólico espejo
de congeladas, pálidas espumas,
el crepúsculo asigna
un sombrío reflejo
en donde anega sus inertes plumas.      110
Cuánto acercan las brumas
el infecundo hastío;
tanta dulce presencia 
aún próxima, es ausencia
en este instante plácido y vacío,            115
cuando, elevado monte,
la sombra va negando el horizonte.

Silencio. Ya decrecen
las luces que lucían.
Ni la brisa ni el viento al aire oscuro      120
vanamente estremecen
con sus ondas, que abrían
surcos tan indolentes de azul puro.
¿Y qué invisible muro
su frontera más triste                          125
gravemente levanta?
El cielo ya no canta,
ni su celeste eternidad asiste
a la luz y a las rosas,
sino al horror nocturno de las cosas.     130


La crítica ha destacado la presencia de Garcilaso y Mallarmé en este poema. Cernuda toma del poeta castellano el género (la égloga; en concreto, se inspira en la Égloga II y III, según Correa) y la estrofa (la silva), siguiendo su modelo así como su depuración del lenguaje. Garcilaso fijó en castellano la silva (combinación de versos endecasílabos y heptasílabos con rima consonante a gusto del poeta) como vehículo para la égloga, composición de tradición latina protagonizada por pastores, que en un entorno bucólico e idealizado, hablan de sus penas de amor. Además del tema y del metro, algo más interesaba a Cernuda y que hacía al castellano mucho más atrayente que Góngora, que era en ese momento de celebración el modelo para los grandes poetas del 27: la melancolía de Garcilaso, que estaba más cerca a su sensibilidad que los prodigios lingüísticos de Góngora. Es llamativo que en pleno auge del poeta barroco, Cernuda se vuelva hacia el modelo renacentista, con el que se siente más identificado. Aunque participó en la celebración del tricentenario y aportó un poema de homenaje (“Solo escollos de sombra, débilmente”) que la revista Litoral editó en 1927, estilísticamente se sentía más afín al modelo del toledano. Los poemas escritos por aquel entonces (tras la publicación de Perfil del aire) son cuartetos endecasílabos que sirven de puente entre las cuartetas de Perfil del aire y las estrofas empleadas en Égloga, Elegía, Oda. De hecho, Cernuda expresará en privado su escaso interés por la obra del cordobés y la sorpresa que le genera la “incomprensiva admiración” suscitada en torno a él.

Mallarmé se destila en el poema de Cernuda a través de dos fuentes: por un lado, la famosa égloga del francés L'après-midi d'un faune; por otro, su concepción de la poesía, simbolizada en la rosa que aparece en el texto del sevillano. La depuración estilística ha sido señalada por Ricardo Gullón: la rosa es una “presencia pura” que no se caracteriza por sus habituales atributos de color, forma u olor. La rosa se ha convertido en una presencia abstracta que es definida por el conjunto al que pertenece.

Los versos 1-26 del poema describen el movimiento que tiende hacia arriba y que se lee ya en el primero (“Tan alta, sí, tan alta”) como símbolo del deseo de elevación. La rama alta se encuentra protegida por la sombra de la vegetación y se mantiene alejada de la luz del sol. Hasta el pájaro calla para no alterar la paz del momento. La rosa, orgullosa, se eleva en la rama, que siente el peso de la flor pero no se resiente por ello; al contrario, acepta con gratitud “los dones que le brinda el nuevo mayo”, la floración que llega con la primavera.

La plástica vivacidad del poema se aprecia en el siguiente fragmento (versos 27-39): el viento mueve las ramas finas del rosal y el movimiento de las rosas recuerda a la fuga de las ninfas que corren a esconderse en el bosque. Las rosas no han volado porque la densidad de las ramas ha impedido que las flores cayeran con la fuerza del viento.

El agua ocupa el siguiente pasaje (versos 40-52). En medio de las rosas hay un pequeño lago, representación de Narciso (“el agua tan serena, / gozando de sí misma en su hermosura”), tema que además ya había aparecido en algunos poemas de Primeras poesías. Nada altera la placidez del agua, que se mantiene inmóvil. Únicamente algún ave que cruza el cielo rompe el vacío de su reflejo (“algún rumbo, algún vuelo”) sin que por ello altere la esterilidad de su superficie, dominada por el aburrimiento (“nula felicidad; monotonía”).

El sueño es también un motivo que aparece en las églogas garcilasianas (los pastores creen soñar) y en el poema de Mallarmé se recoge explícitamente “Aimai-je un rêve?”; en el texto de Cernuda, el presente se eterniza en el sueño, cuya somnolencia contagia el instante de delicia. Pero se oye a lo lejos el sonido de una flauta doble (de nuevo, referencia a L'après-midi) que quiebra el silencio del momento y llena el bosque de melodía. Cernuda se detiene en presentar el movimiento del sonido, que pasa del labio que sopla en el instrumento a ocupar el aire, antes vacío. (versos 53-78). Es un pasaje de gran plasticidad y de una sobriedad muy expresiva. 

Este espacio idílico, digno de los dioses por su belleza, de repente se cubre de nubes. El viento interrumpe con su aullido, quebrando la paz de la tarde (“Y la dicha se esconde”). La promesa de un escenario perfecto, insinuada a lo largo de todo el poema, desaparece súbitamente, llenando de tristeza a la presencia poética. Esta idea se desarrolla a lo largo de esta sección (versos 79-104).

De nuevo aparece el agua, “melancólico espejo” donde poco a poco se va oscureciendo el reflejo de la tarde. La luz que llega débilmente desaparece por completo a causa de los montes que al atardecer sumen en sombras el lugar; el paso de la luz a la oscuridad es súbito por efecto de esos obstáculos (versos 105-117). Ya todo es silencio y oscuridad en la espesura, ha llegado “el horror nocturno de las cosas” la rosa y la luz se han desvanecido por completo.

Esta visión idealizante de la naturaleza guarda relación con algunos poemas de Primeras poesías, y al igual que ocurría en aquel poemario, llama la atención la ausencia de figuras humanas a lo largo del poema. No hay tampoco presencia del yo lírico, pues en ningún verso se marca la presencia en primera persona, lo que aumenta el distanciamiento entre ese paisaje y el lector. 

"Homenaje" (de "Égloga, Elegía, Oda")


     "Homenaje"


     Ni mirto ni laurel. Fatal extiende
          su frontera insaciable el vasto muro

           por la tiniebla fúnebre. En lo oscuro,
            todo vibrante, un claro son asciende.

   Cálida voz extinta, sin la pluma
      que opacamente blanca la vestía,
 ráfagas de su antigua melodía
        levanta arrebatada entre la bruma.

  Es un rumor celándose suave;
            tras una gloria triste, quiere, anhela.
           Con su acento armonioso se desvela
ese silencio sólido tan grave.

        El tiempo, duramente acumulando
           olvido hacia el cantor, no lo aniquila;
        siempre joven su voz, late y oscila,
             al mundo de los hombres va cantando.

             Mas el vuelo mortal tan dulce ¿adonde
         perdidamente huyó? Deshecho brío,
       el mármol absoluto en un sombrío
  reposo melancólico lo esconde.

 Qué paz estéril, solitaria, llena
      aquel vivir pasado, en lontananza,
      aunque, trabajo bello, con pujanza
           aún surta esa perenne, humana vena.

Toda nítida aquí, vivaz perdura
          en un son que es ahora transparente.
     Pero un eco, tan solo; ya no siente
           quien le infundió tan lúcida hermosura.



El poema se titulaba en su primera edición en la revista Carmen "Homenaje a Fray Luis de León", pero la referencia al poeta castellano desaparece en las versiones posteriores. Se compone el poema de siete cuartetos con la estructura clásica de versos endecasílabos y rima consonante ABBA. Dicha estructura había aparecido ya en algunos poemas que Cernuda escribió en la etapa final de Perfil del aire y que se publicaron en prensa, y que culminan esta etapa de experimentación formal de la que este libro es su mejor exponente. 

La presencia del poema al comienzo del libro marca su tono y su condición de declaración de intenciones: un homenaje a Fray Luis es un homenaje a la poesía clásica del Renacimiento, a Garcilaso, al estilo contenido y sobrio que domina en todo el poemario. Cernuda elimina la referencia explícita al poeta renacentista con la intención de trascenderla. El homenaje se dirige al Poeta con mayúsculas, aunque en su origen se pudiera identificar con Fray Luis. Con ello Cernuda nos señala el tema de este breve poemario: la poesía misma, la creación, el poeta. 

“Ni mirto ni laurel”. Las primeras palabras del poema son una clara referencia al mundo clásico: el laurel es la planta que servía para coronar a los poetas, a los deportistas y a los héroes de guerra, símbolo de Apolo. El mirto tenía varias significaciones: en la Grecia clásica era símbolo de fertilidad y fidelidad. Es la planta de Venus y en Roma se mantiene su uso erótico. Aquí simboliza el amor fiel, pues ese es el uso que sigue teniendo en la actualidad como representación del amor matrimonial. Cernuda afirma de partida que ni el amor ni la fama perduran: “fatal extiende / su frontera insaciable el vasto muro”; esa muralla es el triunfo de la muerte. Pero en la oscuridad de la muerte, se escucha un canto, “un claro son asciende”.

Esa “cálida voz extinta” es la voz de poeta, que aunque ya no viva (“sin la pluma / que opacamente la vestía”) sigue llegándonos al presente a través de su obra escrita. La tercera estrofa nos explica que tras “la gloria triste” (el éxito que tuviera en vida), el poema “quiere, anhela”, desea ser escuchado, consiguiendo con ello desvelar “ese silencio sólido tan grave”, es decir, sobrepasar los límites de la muerte. Aunque el tiempo nos haga olvidar al poeta, su obra permanece intacta (“siempre joven su voz”) para ser disfrutada por los lectores.

Los tres últimos cuartetos insisten en la idea de la trascendencia de la obra más allá del autor: el cuerpo descansa ya en el mausoleo de mármol su sueño eterno (“mármol absoluto”), un descanso ya sin fruto (“paz estéril”) pues lejos queda el vivir, aunque permanezca la “humana vena”, la lírica que seguirá sonando como un eco del creador que le dio vida (“quien le infundió tan lúcida hermosura”).

La colocación de “Homenaje”al frente de Égloga, Elegía, Oda se entiende a la perfección porque el poema sirve de ideario de la concepción poética de Cernuda y es una respuesta a los desvelos que está viviendo a consecuencia de las críticas negativas a su primer libro. El poeta perdurará a través de su obra, y a ella se entrega en estos textos complejos y depurados que constituyen una etapa más en su formación como escritor.

Es interesante además constatar que en 1928 se celebraba, tras el centenario de Góngora del año anterior, el de Fray Luis de León, y que algunas revistas (como Carmen) dedicaron números monográficos a la memoria del poeta renacentista. En el primer número de esta revista (donde apareció este poema por primera vez) se hizo una defensa de la estrofa tradicional, en línea con toda una tendencia dentro de la poesía de la época, de la que Égloga, Elegía, Oda es un claro ejemplo. Estéticamente, Cernuda parece hallarse más cercano a los poetas del Renacimiento (Garcilaso y Fray Luis) que a los del Barroco, pero no desprecia toda la tradición del Siglo de Oro que tan rentable fue para los autores de la generación del 27.

"Égloga, Elegía, Oda" (1927-28)



Tras la reacción de la crítica ante su primer libro, Perfil del aire, Cernuda se encerró en sí mismo y no olvidó jamás la falta de comprensión hacia su obra primeriza, aún de formación, con la que se ensañaron y que como ya hemos comentado fue leída de forma superficial como una imitación de Jorge Guillén y tachada de "poco moderna".

Precisamente esta última afirmación debió ser la que más le molestó y lo animó aún más a fomentar aquello que le criticaban. Siguiendo la máxima que escribió en Historial de un libro ("Aquello que te censuren, cultívalo, porque eso eres tú"), el poeta se entregará a la creación de su obra más clásica, inspirada en modelos renacentistas (Fray de Luis de León y Garcilaso de la Vega), aunque tamizados a través de otros maestros modernos como Mallarmé. Él mismo lo reconoce en Historial de un libro:

"Porque mis versos siguientes fueron, decididamente, aún menos "nuevos" que los anteriores. Mi amor y mi admiración hacia Garcilaso (el poeta español que más querido me es), me llevaron, con alguna adición de Mallarmé, a escribir la 'Égloga' ".

El poemario se compone de cuatro poemas: la "Égloga" fue escrita en julio de 1927, y apareció en el primer número de la revista Carmen que Gerardo Diego empezó a publicar en diciembre de aquel año; la "Elegía", de diciembre, se publicó al año siguiente en el nº 12 de Verso y Prosa y “Homenaje a Fray Luis de León”, de enero de 1928, se dio a conocer en el número 3-4 de Carmen en marzo de ese año; el último poema, “Oda” (que originalmente se llamaba "Oda a George O'Brien") se concluye el 23 de julio de 1928 y quedó inédito hasta la publicación del libro al completo. En 1928, Cernuda tenía la intención de publicar los cuatro poemas en un pequeño volumen titulado Estancias, pero el proyecto editorial quedó abandonado y el libro no aparecerá hasta la primera edición de La realidad y el deseo de 1936, conformando su segunda parte, y con el título ya definitivo de Égloga, Elegía, Oda

Cernuda tiende a ordenar los poemas dentro de sus libros siguiendo el orden cronológico en que fueron escritos; cuando altera este criterio se debe a una causa estética, como explica Emilio Barón, y no debe extrañar que en su disposición final el poema "Homenaje" pase a ocupar la posición inicial, manteniendo luego el orden de escritura de los restantes. El poema que abre el libro funciona como declaración de intenciones, como veremos más adelante, y justifica el papel de Cernuda como poeta y creador; "Égloga", el más apegado al modelo garcilasiano, muestra una naturaleza idealizada y bucólica que presenta puntos en común con ese mundo exterior que aparecía en su libro anterior, aunque es "Elegía" es el que más similitudes comparte con los poemas de Primeras poesías al describir de nuevo un interior en penumbra, débilmente iluminado por una lámpara, donde una única presencia humana adormecida centra su atención. Finalmente, "Oda", que cierra el libro, es el primer poema de Cernuda centrado en una figura humana que no corresponde al yo del poeta, inicio de su exploración erótica que desarrollará en libros posteriores. 

Égloga, elegía, oda es el libro menos autobiográfico del autor, donde la brevedad de las estrofas del poemario anterior da paso a cuatro poemas de gran extensiónEstilísticamente, es el libro más clásico de Cernuda, que recurre al endecasílabo en "Homenaje" y "Elegía", y a la combinación de endecasílabos y heptasílabos en los otros dos por medio de la silva. Es la última vez que el poeta utilizará la rima consonante en su poesía, de la que renegará en su obra posterior. Como él mismo reflexiona en Historial de un libro, estos poemas no fueron más que:

"...ejercicios sobre formas poéticas clásicas [...] sin duda provechosos para mi adiestramiento técnico; pero no dejaba de darme cuenta cómo mucha parte viva  y esencial en mí no hallaba expresión en dichos poemas". 

Aunque se trate del libro menos apreciado por el autor, no deja de representar un eslabón necesario en la evolución estilística de su poesía y un "paso decisivo" a la hora de encontrar "un lenguaje directo y personal", según palabras de Miguel J. Flys.

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