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sábado, 12 de enero de 2019

XXIII (de "Primeras poesías")


     XXIII


        Escondido en los muros 
     este jardín me brinda 
       sus ramas y sus aguas 
de secreta delicia. 

   Qué silencio. ¿Es así 
          el mundo?... Cruz al cielo 
  desfilando paisajes, 
     risueño hacia lo lejos. 

         Tierra indolente. En vano 
       resplandece el destino. 
         Junto a las aguas quietas 
         sueño y pienso que vivo. 

     Mas el tiempo ya tasa 
      el poder de esta hora; 
 madura su medida, 
       escapa entre sus rosas. 

     Y el aire fresco vuelve 
     con la noche cercana, 
   su tersura olvidando 
      las ramas y las aguas. 



El último poema de Perfil del aire conserva su posición final en la revisión de Primeras poesías. Las modificaciones hechas al texto son mínimas: la supresión de algunos signos de exclamación en los v. 5 y 9, pequeños cambios de puntuación y la matización en una preposición. Cernuda no lo alteró demasiado porque se trataba de uno de los mejores textos de su libro y no requería muchas revisiones. Para Ricardo Gullón es uno de los mejores poemas del libro, que resume su espíritu y concentra a modo de síntesis algunos de sus tópicos. En su primera edición, el poema estaba dedicado a Jorge Guillén, pero tras la polémica con los críticos, desaparece en todas las versiones posteriores la dedicatoria.

De nuevo Cernuda recurre a cinco cuartetas heptasílabas (es la estrofa más utilizada en el poemario) para dar cierre al libro y proponer una salida al conflicto que ha planteado en poemas anteriores. A lo largo de todas las “Primeras poesías” el autor ha mostrado la confrontación entre el mundo natural, exterior, y el espacio cerrado, interior, de la habitación donde se encuentra. Por primera vez nos encontramos ante una solución intermedia: los muros del jardín. El poeta no se halla recluido en su cuarto en penumbra, sino que se “esconde” (la utilización del verbo no es casual) tras los muros del jardín, que le ofrecen “sus ramas y sus aguas / de secreta delicia”. Es evidente que ante el conflicto entre esos dos mundos, Cernuda opta por quedarse en un espacio creado para su diversión, un paraíso artificial donde disfruta de sus placeres ocultos. Este jardín puede entenderse como un espacio real (un jardín donde gozar de la naturaleza en paz y sosiego) y al mismo tiempo, como un espacio simbólico, una representación de ese mundo creado a su medida donde sus sueños puedan materializarse.

Sin embargo, ese jardín es un entorno ficticio, no es el mundo real. La pregunta que abre la segunda cuarteta (“¿Es así / el mundo?”) evidencia que el poeta sabe que todo no es más que un espejismo. En el silencio de su jardín, contempla el cielo y el movimiento de las nubes, aunque sabe que no es más que una ilusión. Esto se patentiza en la cuarteta siguiente: “Junto a las aguas quietas / sueño y pienso que vivo”. Las aguas quietas son símbolo de su inactividad, y el poeta reconoce que todo se trata de un fingimiento, una posición pasiva ("sueño") aunque crea que con ello está actuando ("pienso que vivo"). Además, en el verso anterior se ha hecho referencia de nuevo a la indolencia (uno de los adjetivos que más se repiten a lo largo del poemario y que describe a la perfección su estado de ánimo), pues en el fondo no se resiste a aceptar la derrota: "En vano /resplandece el destino", el poeta aún tiene esperanzas de que en un futuro se cumplan sus deseos, aunque de momento sea inalcanzable. 

La tercera y cuarta cuarteta son la demostración de que ese espacio de reclusión no es totalmente ajeno a cuanto sucede en el exterior, más allá de los muros: "el poder de esta hora" (se refiere a esos momentos de gozosa contemplación dentro del jardín), es por desgracia "tasado" (es decir, limitado) por el tiempo. El paso del tiempo trae de forma inevitable la fugacidad de ese momento de paz, y los versos siguientes insisten en esa idea: "madura su medida / escapa entre sus rosas". El tiempo "madura" (adquiere plenitud y con ello acaba) y huye. 

La noche se acerca con su "aire fresco" (no se describe la noche de manera negativa), y en esos momentos, se olvidan ya las ramas y el agua del jardín. Las promesas que la noche traía en los primeros poemas del libro (recuérdese los poemas I y III, por ejemplo) vuelven a aparecer aquí. El poeta, que se ha entretenido con la belleza del jardín y sus "secretas delicias", vuelve de nuevo los ojos hacia la noche, espacio de esperanza y posibilidades donde encontrar la realización de sus deseos.

De ese modo, la defensa que se hace de su escondite (el jardín en el que se refugia) se desvanece con la llegada de la noche para buscar el aire fresco de sus inclinaciones. El poeta es consciente de su refugio, pero es feliz en ese reducto que se ha construido para sobrevivir entre la realidad y el deseo.

Es evidente que el tono del poema, que se acerca cada vez más a la voz poética que Cernuda desarrollará en su obra posterior, está ya lejos de Jorge Guillén, influencia que si bien es cierto que podemos reconocer en algunos poemas del libro (como ya hemos señalado), no es ni constante ni única ni definitiva. Este cierre es ejemplar para mostrar las evidentes diferencias entre ambos poetas, y puede entenderse que Cernuda eliminara la dedicatoria al frente de este texto para subrayar las divergencias entre ambos.

Como último apunte, señalamos una curiosidad. El jardín que se describe en el poema, como demuestra Derek Harris, está inspirado en un espacio real. Se trata de los jardines del Alcázar de Sevilla, donde Cernuda se retiraba a leer, descansar y meditar en la calma de la tarde. El propio autor dedica otro texto al jardín en su libro Ocnos titulado "Jardín antiguo", que describe igualmente la impresión que causaba en él ese oasis de paz en medio de la ciudad, donde se dejaba llevar por las ensoñaciones de su imaginación.     

viernes, 11 de enero de 2019

XXI (de "Primeras poesías")

        XXI

         Va la sombra invasora

         despojando el espacio
y la luz fugitiva
             huye a un mundo lejano.
        Surge viva la lámpara
      en la noche desierta,
        defendiendo el recinto
         con sus fuerzas ligeras.

         Solo el azul relámpago,
      que vierte la ventana
            hacia fuera, en el tiempo
   misterioso resbala.
           Cuán vanamente atónita
 resucita de nuevo
   la soledad. ¿Soñar?
        Soñaremos que sueño.
     Es la paz necesaria.
        No se sabe; se olvida.
       Otra noche acunando
esta dicha vacía.


El poema continúa el carácter crepuscular del anterior. Se trata de cinco cuartetas heptasílabas con rima asonante en los versos pares, con rima "a-o" en la primera, "e-a" en la segunda, "a-a" en la tercera, "e-o" en la cuarta e "i-a" en la última. Desde el punto de vista métrico, hay un verso acabado en palabra esdrújula que resta una sílaba en los v. 5, v. 9 y v.13, así como otro acabado en palabras aguda que suma una en v. 15. 

El atardecer del poema XX, de carácter melancólico y modernista, se convierte aquí en una expresiva descripción de las sombras que invaden la tarde. Su llegada se presenta de forma paradójica, como si la negrura fuera la luz que hace remitir el espacio a oscuras. En el poema, es la sombra la que "invade" (cuando lo habitual es que sea la luz la que irrumpa en el entorno en penumbra), haciendo que las luces fugitivas "huyan" (frente a la corriente disipación de las sombras que provoca la llegada de la claridad). Es una manera un tanto expresionista de describir la puesta de sol. 

El único faro en las sombras es la luz de la lámpara "en la noche desierta". Sus "fuerzas ligeras" (la limitada potencia de una bombilla) son la única "defensa" en el espacio cerrado de la casa. Se produce así una inversión con respecto al escenario de poemas anteriores, donde se oponía el exterior vivo, luminoso y activo, al interior en penumbra, pasivo y triste donde se escondía el poeta. Ahora, en cambio, la noche hostil del exterior se ofrece como espacio negativo frente al reducto interior iluminado donde se encuentra el yo lírico. Únicamente un relámpago ocasional altera esa negrura de fuera, y que solo puede ser percibida a través de la ventana, último reducto del contacto entre el interior y el exterior.

Las dos cuartetas finales se centran en los sentimientos que alberga el corazón del poeta en esos momentos de soledad. En esos instantes de reflexión solitaria se hace evidente que "soñar" es la solución que le queda, pero reconoce su inutilidad: "Soñaremos que sueño", afirmación paradójica que pone de relieve la vanidad de su intento. Soñar no le va a servir para librarse de sus preocupaciones y deseos, pero "es la paz necesaria", la forma de descanso a la que el poeta recurre. Por medio del sueño no se alcanza el conocimiento sino el olvido ("no se sabe: se olvida"), pero al menos consigue que su mente se tranquilice por unas horas. Los dos versos finales, rotundos, subrayan la esterilidad de la situación. El poeta no va a lograr nada, solo una "dicha vacía", una satisfacción sin fruto porque solo supone la postergación de sus temores y tristezas que volverán cuando acabe el sueño. El uso del verbo "acunar" es muy acertado por todas las connotaciones que aporta al tema del sueño, así como el contraste final entre el sustantivo y el adjetivo ("dicha" y "vacía"), recurso que Cernuda utiliza en varias ocasiones a lo largo del libro creando imágenes muy sugerentes. Como ha puesto de manifiesto Derek Harris, en este texto no se oculta la burla que el propio poeta dirige hacia sí mismo y su actitud, con ciertas notas de sarcasmo, algo inusual en el poemario.  

martes, 25 de diciembre de 2018

XVIII (de "Primeras poesías")


       XVIII


          Los muros nada más.
      Yace la vida inerte,
     sin vida, sin ruido,
        sin palabras crueles.

      La luz lívida escapa
            y el cristal ya se afirma
             contra la noche incierta,
           de arrebatadas lluvias.

Alzada resucita
       tal otra vez la casa;
               los tiempos son idénticos,
        distintas las miradas.

          ¿He cerrado la puerta?
  El olvido me abre
           sus desnudas estancias
            grises, blancas, sin aire.

    Pero nadie suspira.
              Un llanto entre las manos
      sólo. Silencio; nada.
            La oscuridad temblando.


Cinco cuartetas heptasílabas componen este poema donde se oponen el interior y el exterior de la casa donde se encuentra el poeta. Con la habitual rima arromanzada (asonante en los versos pares), presenta en la primera cuarteta la rima en "e-e", "a-a" en la tercera, "a-e" en la cuarta y "a-o" en la última. En la tercera no hay rima, única excepción de todo el poemario (Cernuda es muy cuidadoso con la rima y con la estructura de los versos). Métricamente, aparece un verso acabado en palabra aguda (v. 1), que suma una sílaba más (6+1 =7) y otro acabado en palabra esdrújula (v. 11), que resta una sílaba (8-1=7); otro procedimiento que no es habitual en Cernuda, la diéresis, aparece en los versos 3 y 4. Esta licencia métrica permite la separación de un diptongo en dos sílabas para mantener la medida de los versos heptasílabos: ("ru-i-do" y "cru-e-les"). En el verso 14 hay también una dialefa que impide la sinalefa por cuestiones rítmicas, al tratarse la segunda de una vocal tónica (me-a-bre).

El poema se abre con un verso rotundo, en forma nominal ("Los muros nada más"), que representa la división entre el exterior y el interior de ese mundo. Dentro queda el espacio sin vida donde se encuentra el poeta, entorno caracterizado por su inanición (incluso se cae en la redundancia "vida inerte / sin vida" de los versos 2-3). Desde el ventanal se contempla el atardecer ("la luz lívida escapa") que dará paso a una noche desconocida que se espera lluviosa ("de arrebatadas lluvias"). 

Este encierro en el que se halla el poeta le hace ver la casa como un espacio que se mantiene inmutable, sin ningún cambio, igual a como era en el pasado. Esa inmovilidad subraya aún más la sensación de prisión que le transmite el edificio, donde solo se altera su percepción del momento ("distintas las miradas"). La insistencia en los tiempos "idénticos" remite a la repetición de ese aislamiento que domina al poeta.

En la cuarta cuarteta el poeta se pregunta si ha cerrado la puerta; la interrogación retórica tiene una doble interpretación. "Cerrar la puerta" supone protegerse en el interior de los peligros externos, pero al mismo tiempo, implica aislarse de cualquier presencia que pueda venir de fuera. En ese sentido hay  que entender los versos siguientes. Al quedar encerrado, el poeta es presa del olvido. Simbólicamente, se convierte en un habitante de esas estancias grises, "sin aire", que son la ausencia de memoria. 

Como consecuencia, al encontrarse dentro, abandonado y sin ser recordado, el poeta descubre que nadie lo acompaña ("pero nadie suspira"). Los tres versos finales recogen su triste reacción: solo puede llorar, con el rostro entre las manos, rodeado de silencio y sombras; concluye así con el doloroso reconocimiento de su soledad, que provoca en él el llanto desesperado.    

Constituye uno de los poemas más acabados del poemario por su sencillez y por la claridad a la hora de exponer los sentimientos del poeta. Cernuda evita las imágenes ingeniosas para ofrecer de forma directa su tristeza y su frustración con un estilo coloquial que prefigura el de sus poemarios de madurez.

XVI (de "Primeras poesías")


         XVI


          La noche a la ventana.
            Ya la luz se ha dormido.
          Guardada está la dicha
en el aire vacío.


            Levanta entre las hojas,
       tú, mi aurora futura;
            no dejes que me anegue
               el sueño entre sus plumas.

       Pero escapa el deseo
              por la noche entreabierta,
     y en límpido reposo
          el cuerpo se contempla.

    Acreciente la noche
           sus sombras y su calma,
      que a su rosal la rosa
  volverá la mañana.

     Y una vaga promesa
         acunando va el cuerpo.
      En vano dichas busca
    por el aire el deseo.



Cinco cuartetas heptasílabas dan forma a este poema cuyo tema es de nuevo la contemplación de la noche por parte del poeta. La rima arromanzada en los versos pares cambia en cada cuarteta, siendo en "i-o" en la primera, "u-a" en la segunda, "e-a" en la tercera, "a-a" en la cuarta y "e-o" en la última. Desde el punto de vista métrico, no hay ningún elemento destacable en ninguno de los versos.

La primera cuarteta determina el ámbito y el tono del poema; ha llegado la noche, la luz ha desaparecido, y con ella la dicha ha desaparecido, "guardada [...] / en el aire vacío", es decir, un aire sin fruto, estéril, que no puede generar ese deseo. El poeta se dirige entonces al amanecer que está por venir ("alba futura"), del que espera el cumplimento de su anhelo y al que le pide que no lo deje ahogarse entre las plumas del sueño (recordemos el poema IV, donde se describía la almohada como "alas de pluma" que hundían al poeta en el sueño; Cernuda se vale de una imagen muy parecida para describir ese tránsito). 

La tercera cuarteta, como es habitual por su posición central, introduce un cambio con respecto a los versos anteriores. El deseo se ha marchado "por la noche entreabierta", adjetivo que caracteriza de forma muy acertada las posibilidades que el escenario nocturno presenta: la noche podría servir como entorno para el cumplimiento del deseo, pero la ausencia de otro cuerpo impide su realización. El poeta se encuentra solo en la habitación, y únicamente le queda el recurso de mirar su propio cuerpo, que descansa "en límpido reposo". Se trata de una contemplación pura, sin mancha, y que trae ecos de la imagen de Narciso que hemos señalado en poemas anteriores.  

La esperanza no desaparece a pesar de las escasas expectativas; aunque aumente la oscuridad de la noche ("sus sombras y su calma") por la mañana "a su rosal la rosa / volverá": el símbolo de ese deseo, ese afán del poeta, reaparecerá con el amanecer. Esa posibilidad futura lo tranquiliza y permite que poco a poco se vaya durmiendo ("Y una vaga promesa / acunando va el cuerpo"), consciente de que en la noche no conseguirá el cumplimiento de ese deseo ("en vano dichas busca / por el aire el deseo").

El poema describe los sentimientos juveniles que provoca el deseo insatisfecho y la esperanza puesta en su futura realización con la llegada del nuevo día.   

jueves, 20 de diciembre de 2018

XIV (de "Primeras poesías")



        XIV


     Ingrávido presente.
                Las ramas abren trémulas.
          Cándidamente escapan
          estas horas sin fuerza.

    En la playa remota
        el mar no visto canta;
          sobre su verde espuma
             huye el aire en volandas.

          Va sus vírgenes fuerzas
     deponiendo la tarde.
           La esperanza se duerme
            entre el verdor unánime.

   Olvidarán mis días
      su abanico de humo
     y un ángel lo abrirá
        una noche ya mustio.

      Una noche que finja
         lo distante inmediato.
Y bajará la luna
               a posarse ¿en qué mano? 



Poema compuesto por cinco cuartetas heptasílabas arromanzadas, con rima asonante en los versos pares. El esquema en la primera estrofa es "e-a", "a-a" en la segunda, "a-e" en la tercera, "u-o" en la cuarta y "a-o" en la última. Los versos 2 y 12 acaban en palabra esdrújula, lo que supone reducir en uno el cómputo silábico (8-1=7), y el verso 15, en palabra aguda, que suma una sílaba más (6+1=7).

El poema describe otro crepúsculo que trae al alma del poeta pensamientos melancólicos. En la primera estrofa parece haberse detenido el tiempo, en esos momentos en que la luz va poco a poco desapareciendo ("estas horas sin fuerza"). Llega el rumor de las olas de la playa lejana ("En la playa remota / el mar no visto canta"), sobre las que sobrevuelan el aire del atardecer.

En la tercera estrofa se muestra el final de la tarde, que da paso a la noche ("Va sus vírgenes fuerzas / deponiendo la tarde"). La esperanza, la promesa de nuevas posibilidades, de deseos por cumplir, se queda dormida "entre el verdor unánime", verdor de la naturaleza que se extiende por todos lados. Además, piénsese que el verde es el color de la esperanza, con lo cual tiene sentido que sea en esa naturaleza donde los sueños descansen a la espera de un nuevo día donde puedan realizarse.

El poeta reflexiona entonces que su afán, que no es más que "abanico de humo" (lo que resalta su falta de consistencia y realidad), será pronto olvidado, y que si un ángel llegara a abrirlo (es decir, si alguna presencia benefactora intentara conocer o interesarse por sus deseos) descubriría que está "ya mustio", seco, falto de vida. Son pues sueños estériles que no se realizarán. 

La última estrofa es una invocación a la esperanza: "Una noche que finja / lo distante inmediato". Es decir, el poeta desea que por una vez "lo distante" (ese deseo inalcanzable) se muestre como "inmediato", como algo accesible, aunque sea todo falso, producto de un fingimiento ("una noche que finja"). Si la luna bajara (símbolo de ese deseo imposible), ¿en qué mano se posaría? En este verso final hay ecos de Bécquer por el uso de la interrogación retórica. El poeta duda de que ese sueño pueda cumplirse, perdido en la confusión de la noche.

No se trata sin embargo de un poema desesperado y negativo, pues en la tercera estrofa se ha presentado la esperanza, que permanece dormida durante la noche. De manera implícita, el poeta parece esperar la llegada del alba que traerá con ella de nuevo la posibilidad de su realización, aunque en la oscuridad solo pueda hablar de sus temores. 

miércoles, 19 de diciembre de 2018

XII (de "Primeras poesías")


      XII

    Eras, instante, tan claro.
   Perdidamente te alejas,
     dejando erguido al deseo
          con sus vagas ansias tercas.

     Siento huir bajo el otoño
     pálidas aguas sin fuerza,
              mientras se olvidan los árboles
       de las hojas que desertan.

      La llama tuerce su hastío,
 sola su viva presencia,
   y la lámpara ya duerme
 sobre mis ojos en vela.

      Cuán lejano todo. Muertas
         las rosas que ayer abrieran,
     aunque aliente su secreto
     por las verdes alamedas.

   Bajo tormentas la playa
será soledad de arena
               donde el amor yazca en sueños.
           La tierra y el mar lo esperan.


Estas cinco cuartetas sufrieron un cambio importante con respecto  la versión primitiva contenida en Perfil del aire. Cernuda depura la expresión, acentúa los elementos otoñales del poema y sobre todo, la figura femenina que aparecía en la primera edición (personificada en Venus), se convierte en un "amor" indeterminado, que no define su orientación. Desde el punto de vista métrico, no se trata de cuartetas heptasílabas sino octosílabas, con rima arromanzada (asonante en los versos pares), siendo su esquema "e-a" en todo el poema. El verso 7 es el único que presenta un final en palabra esdrújula, que resta una sílaba al cómputo general (9-1=8).

El poema refleja el paso del tiempo y la conciencia de una pasión perdida, aunque la esperanza en el amor sigue vigente. En la primera estrofa se manifiesta el paso rápido de ese momento de deseo que no llega a realizarse; el instante en que era tan evidente la inclinación del poeta ("Eras, instante, tan claro.." se desvanece, dejándolo con sus "vagas ansias tercas" (vagas porque no están muy claras ni definidas y tercas porque se mantienen y no desaparecen, pese a que la posibilidad de su realización ha pasado). El deseo se queda "erguido", a la espera de un futuro cumplimiento.

La segunda estrofa introduce el tópico del otoño como símbolo del paso del tiempo: las hojas caen de los árboles, que se olvidan de ellas. La utilización del verbo "desertan" carga de significado el verso final de la cuarteta, subrayando con la personificación el componente humano al que remiten: las hojas deciden abandonar voluntariamente el árbol, rechazando así el puesto y la ocupación que les corresponde, como si el amor fuera también una obligación y su renuncia supusiera una deserción. El agua desaparece bajo el otoño, pero se presenta "pálida" y "sin fuerza", como si careciera de la energía necesaria para fortalecer y dar la vida que tradicionalmente simboliza.    

El poeta hace aparición en la tercera estrofa, en medio de una noche de insomnio."La llama tuerce su hastío", es decir, producto del aburrimiento de su situación estática (estar dando luz), cambia de posición y se apaga. Teniendo en cuenta que era la única iluminación de la estancia ("sola su viva presencia"), deja de ese modo la lámpara apagada ("ya duerme"), mientras el poeta permanece con sus "ojos en vela". El uso además de "vela" es intencionado, un pequeño juego verbal de contraste, al haber estado hablando de luz en los versos anteriores. 

La desesperación y la reflexión sobre el paso del tiempo ocupan los dos versos siguientes: todo queda ya muy lejos, las rosas que abrían sus pétalos ahora están muertas (la fugacidad de la vida), pero queda un rayo de esperanza, que se muestra en el final de la cuarteta. El secreto de las rosas, es decir, el misterio que rodea al amor, anima por las "verdes" alamedas, símbolo de esperanza. Es decir, aunque ese amor se haya marchitado, la esperanza de un nuevo amor mantiene el futuro incierto.

En el mismo sentido hay que entender la cuarteta final; la playa, bajo la tormenta, será una gran "soledad de arena" donde el amor se encuentre "en sueños", en estado letárgico, a la espera de ser despertado. El entorno será  desfavorable (la lluvia, la soledad), pero el verso final da la clave: "La tierra y el mar lo esperan", la naturaleza toda espera ese resurgir del amor, que es al mismo tiempo un resurgir de la primavera que inicie de nuevo el ciclo.

Cernuda consigue, por medio de un poema muy sencillo (y que la revisión ha mejorado considerablemente), expresar los temores afectivos de la juventud y la fuerza de su esperanza amorosa. 

sábado, 8 de diciembre de 2018

VII (de "Primeras poesías")


VII


Existo, bien lo sé,

       porque le transparenta
         el mundo a mis sentidos
      su amorosa presencia.

             Mas no quiero estos muros,
    aire infiel a sí mismo,
          ni esas ramas que cantan
en el aire dormido.

     Quiero como horizonte
  para mi muda gloria
       tus brazos, que ciñendo
  mi vida la deshojan.
Vivo un solo deseo,
       un afán claro, unánime;
     afán de amor y olvido.
      Yo no sé si alguien cae.
        Soy memoria de hombre;
  luego, nada. Divinas,
       la sombra y la luz siguen
  con la tierra que gira.


El séptimo poema de Primeras poesías es la primera poesía añadida a las que originariamente constituían Perfil del aire. Fue escrito en 1926 (es decir, es un texto contemporáneo de los que integran el poemario primitivo) y se publicó por primera vez en la antología La invitación a la poesía, que editó Manuel Altolaguirre en 1933. Estructuralmente sigue la tónica del libro: son cinco cuartetas heptasílabas con rima arrromanzada. Desde el punto de vista métrico, hay que destacar un verso acabado en palabra aguda ("sé", v.1), que suma una sílaba al cómputo (6+1=7), y otro, en palabra esdrújula ("unánime", v. 14), que resta una (8-1=7). La rima asonante de las cuartetas es "e-a" en la primera, "i-o" en la segunda, "o-a" en la tercera, "a-e" en la cuarta e "i-a" en la última.

El poema se relaciona con el final del V. En aquel se reafirmaba la presencia del yo poético, que vuelve a reaparecer en la primera cuarteta de este. La constatación de su existencia viene determinada  por la presencia del mundo, que llega a sus sentidos. Aquí se reconocen ecos de Guillén y de su poema "Presencia del aire". Pero el poeta se aleja del modelo al rechazar el entorno artificial que lo rodea (los muros, y por extensión, la casa, el interior que domina en gran parte de los poemas del libro) así como el entorno natural (las ramas que se mueven en el aire). Son sus únicas experiencias de la vida, su cuarto y el mundo que contempla desde la ventana, y ambas son negadas en favor de otra dirección. 

De nuevo la estrofa central sirve para marcar un cambio dentro del poema: lo que Cernuda claramente manifiesta como deseo es el amor, ese horizonte al que dirige sus esperanzas, representado en esos brazos que lo ciñen como símbolo de la entrega amorosa. Sin embargo, el hecho de que caracterice esa gloria como "muda" implica que no está muy seguro de su éxito o de su duración. De ahí que en la siguiente estrofa manifieste ese deseo que lo mueve, de forma clara y evidente, como "afán de amor y olvido", bien porque tras el amor llegará el olvido, o bien porque no se trate de un amor real sino de un sueño. La última cuarteta contiene la radical conclusión: "Soy memoria de hombre; luego nada". Es decir, el recuerdo de su experiencia y de sus pensamientos es lo que lo define como persona. Más allá de eso, él no es nada. Frente a esta certeza, el tiempo sigue pasando (la sucesión de la luz  y la sombra), el mundo se mantiene girando en su orden "divino", que remite a la primera estrofa, donde el todo se presentaba en plenitud. 

Se trasluce ya en este poema uno de los temas de fondo de La realidad y el deseo: la lucha entre la realidad objetiva y el mundo interior, subjetivo, por el que se decanta el poeta. Cernuda es firme en su decisión; elige en consecuencia lo que considera más importante, aunque eso lleve aparejado el olvido. Hay pues un poso de desengaño a pesar del pretendido optimismo que determina su opción.   

jueves, 6 de diciembre de 2018

V (de "Primeras poesías")


       V

     Ninguna nube inútil,
          Ni la fuga de un pájaro,

        Estremece tu ardiente
     Resplandor azulado.

  Así sobre la tierra
    Cantas y ríes, cielo,
     Como un impetuoso
 Y sagrado aleteo.

         Desbordando en el aire
    Tantas luces altivas,
  Aclaras felizmente
      Nuestra nada divina.

Y el acorde total
       Da al universo calma:
 Arboles a la orilla
     Soñolienta del agua.

       Sobre la tierra estoy;
      Déjame estar. Sonrío
          A todo el orbe; extraño
        No le soy porque vivo.


Cernuda recurre de nuevo a las cinco cuartetas heptasílabas de rima arromanzada (rima asonante en los versos pares). Desde el punto de vista métrico, el verso 2 acaba en palabra esdrújula, con lo cual resta una sílaba del cómputo del verso ("pájaro", 8-1= 7), mientras que los versos 13 y 17 lo hacen en palabra aguda ("total", "estoy"), que añaden una sílaba (6+1= 7). El esquema de la rima sería "a-o" en la primera cuarteta, "e-o" en la segunda, "i-a" en la tercera, "a-a" en la cuarta e "i-o" en la última.

La primera parte del poema está dedicado al cielo, que en la primera cuarteta se presenta limpio, sin nubes ni pájaros que lo alteren. Como ha señalado Gina Maria Schneider,  resulta curioso que el cielo se presente con una caracterización negativa (diciendo lo que no tiene: "ninguna nube inútil, ni la fuga de un pájaro") para presentarse en las dos cuartetas siguientes de forma positiva con las cualidades que le corresponden ("cantas y ríes", "desbordando/ [.] tantas luces altivas, / aclaras"). El cielo se convierte en una realidad que nos invade con su gran presencia (segunda cuarteta), llenando "nuestra nada divina" (la existencia humana) de alegría con su luminosidad (tercera cuarteta). El cielo se presenta personificado, descrito con facultades propias de los seres animados ("cantas", "ríes").   Es llamativo que en la segunda cuarteta se describa al cielo con atributos que corresponderían al pájaro ("cantas", "como un impetuoso / y claro aleteo"), y en la tercera se haga referencia a que "aclara" (es decir, que se despeja de nubes). Son precisamente los dos elementos que se destacaban como ausentes en la primera cuarteta. El poema fue objeto de una profunda revisión por parte de Cernuda (es uno de los que sufren más cambios desde la versión primitiva de Perfil del aire), así que estas coincidencias deben tomarse como intencionadas. Cernuda juega con esos contrastes como elemento articulador del texto.  

Hay además en en las cuartetas segunda y tercera una presencia sutil de la divinidad a través de los adjetivos ("sagrado" v.8, ""altivas" v.10, "divina" v.12). Hay en ello una identificación entre el cielo y Dios. Cernuda contrapone de forma muy evidente el cielo y la tierra; ambas palabras aparecen al final de los versos 5 y 6, estableciendo claramente una jerarquía: el cielo está "sobre la tierra", y desde esta el poeta describe su situación. Esa tierra aparece en la siguiente cuarteta, estableciendo una oposición con las tres anteriores, centradas en el cielo. Los dos primeros versos determinan la plenitud del conjunto: "Y el acorde total / da al universo calma". El acorde (unión de tres o más sonidos que suenan armónicamente unidos) es "total" porque implica esa unión de cielo y tierra, que aporta equilibrio al conjunto, el mundo entero. Pero los dos versos siguientes introducen una leve vacilación: "Árboles a la orilla / soñolienta del agua..." Recordemos ese árbol del Poema I, que se elevaba en medio del paisaje, fervor del poeta. Los árboles aquí se elevan al cielo, esa plenitud cantada en la primera parte del poema, pero están atados al suelo, en la orilla "soñolienta" del agua. El río se opone con su horizontalidad a la verticalidad del árbol, y el adjetivo ("soñolienta") también recuerda a la presencia del sueño en poemas anteriores (I, III, IV). Los puntos suspensivos dejan la frase inconclusa (no hay además presencia de verbo) y establecen un comentario contrario a esas supuesta calma que aporta la unión de cielo y tierra de la que el poeta parece no sentirse parte, atrapado en su ensoñación.

La última cuarteta da voz al poeta, que habla en 1ª persona de su posición. Su presencia rotunda insiste en su identidad: "Sobre la tierra estoy; / déjame estar". El momento de plenitud provoca su sonrisa ante el mundo: ""Sonrío / a todo el orbe". No le es extraño por el simple hecho de estar vivo. En esta última estrofa podría encontrarse cierta reminiscencia del Guillén más optimista ("Las doce en el reloj", por ejemplo). Pero en Cernuda, el sentimiento de plenitud (tan característico en Guillén),  está dominado por la clara conciencia de sí mismo y de su identidad. A quienes pudieran criticar la imitación de Guillén por parte de Cernuda se les podría presentar este poema como un claro ejemplo de la diferencia de espíritu que anima a ambos poetas, aunque puedan compartir referentes comunes. Cernuda no se deja arrastrar por el instante de integración con el todo que a veces aparece en Guillén; él marca una clara distancia, incluso irónica, que determina su posición dentro del mundo.

sábado, 1 de diciembre de 2018

III (de "Primeras poesías")

III


   Desengaño indolente

Y una calma vacía,
       Como flor en la sombra,
       El sueño fiel nos brinda.

        Los sentidos tan jóvenes
              Frente a un mundo se abren
    Sin goces ni sonrisas,
       Que no amanece nadie.

   El afán, entre muros
    Debatiéndose aislado,
Sin ayer ni mañana
          Yace en un limbo extático.

    La almohada no abre
      Los espacios risueños;
   Dice solo, voz triste,
      Que alientan allá lejos.

          El tiempo en las estrellas.
     Desterrada la historia.
      El cuerpo se adormece
      Aguardando su aurora.


De nuevo se trata de cinco cuartetas heptasílabas con rima arromanzada (en asonante en los versos pares). Desde el punto de vista métrico, en los versos 5 y 12 aparece una palabra esdrújula que implica reducir en una sílaba el cómputo del verso. En el verso 13 solo se realiza la sinalefa "la almohada", no produciéndose en "almohada" ni en "no abre" para mantener la medida del verso heptasílabo. En este caso, la rima en las cuartetas es i-a, a-e, a-o, e-o y o-a.

Temáticamente, el poema enlaza con el primero del libro, del que parece una prolongación. El sueño (que aparecía al final del primer poema como la cualidad que definía al poeta, "el que estaba soñando"), es aquí el espacio del descanso; pero las cualidades que se atribuyen al sueño no son positivas. El sueño aporta un "desengaño indolente": desengaño que provoca el despertar, cuando descubrimos que lo soñado no es real; el adjetivo "indolente" se refiere tanto al hecho de que es insensible, que no afecta ni conmueve pues el sueño es ficticio, como a la lentitud y holgazanería que asociamos con él; además, es una "calma vacía", estéril, que no produce ningún fruto, como una "flor en la sombra" que no podemos ver y solo podemos intuir por su aroma. 

En la segunda cuarteta se explica que la juventud del poeta, que se encuentra en el momento de su máximo esplendor, no encuentra con quién compartirse. No hay goces ni sonrisas, no hay amante que acompañe al poeta; nadie abre las puertas a ese mundo de placer y sensaciones, como concluye el verso final: "que no amanece nadie". El poeta está solo en sus noches sin 

El "afán" de la tercera estrofa se relaciona con el "fervor" que aparecía en el primer poema (que se comparaba con el árbol en medio del paisaje).  El poeta es asaltado por ese impulso, el deseo amoroso, que choca con el aislamiento del espacio cerrado -la habitación- en la que se encuentra "aislado". Sin ayer ni mañana (porque no ha encontrado realización ni la encontrará), se debate en un "limbo extático", en un espacio donde se mantiene en esa situación de espera tensa, como si se hallara en éxtasis. Hay un paralelismo en la estructura de ambos poemas; en los dos, la cuarteta central sirve para presentar ese deseo que se apodera del poeta, y constituye el eje de la composición. La cuarteta se relaciona además con la imagen de la "flor en la sombra" que aparecía en la primera; el poeta espera inútilmente una compañía para sus sentidos y sus anhelos no llegan a cumplirse. 

En la siguiente estrofa volvemos a la caracterización del sueño. La almohada de la cama "no abre los espacio risueños", es decir, no lleva a sueños gratificantes sino tristes; esos lugares alegres quedan lejos, fuera del alcance del poeta. La conclusión es clara: esta situación lo coloca en una posición ajena al tiempo y a la historia ("El tiempo de las estrellas. / Desterrada la historia"), ese limbo extático del que hablaba en el verso 12 donde espera en vano el cumplimiento de sus aspiraciones.  Su cuerpo "se adormece / aguardando su aurora", lectura de doble interpretación: en un sentido literal, el poeta acaba durmiéndose, esperando el amanecer, y por otro, en un sentido figurado, el cuerpo deja que sus impulsos se aletarguen, a la espera de que llegue por fin ese momento propicio, su amanecer, en que puedan realizarse.

La noche es presentada así como el espacio del deseo, impulso que el poeta no consigue satisfacer y cuya frustrada realización lo atormenta. 
     

viernes, 30 de noviembre de 2018

I (de "Primeras poesías")


   I

  Va la brisa reciente
      por el espacio esbelta,
        y en las hojas cantando
   abre una primavera.

          Sobre el límpido abismo
   del cielo se divisan,
       como dichas primeras,
      primeras golondrinas.


         Tan sólo un árbol turba
             la distancia que duerme,
   así el fervor alerta
         la indolencia presente.


         Verdes están las hojas,
   el crepúsculo huye.
         anegándose en sombra
  las fugitivas luces.


     En su paz la ventana
restituye a diario
   las estrellas, el aire
           y el que estaba soñando.

El poema que abre Primeras poesías ha sufrido un cambio desde la versión primitiva publicada en Perfil del aire. Cernuda estiliza la expresión y abandona las exclamaciones que lo abrían para rebajar su expresividad. 

Se compone el poema de cinco cuartetas heptasílabas con rima asonante en los versos pares. Dicha rima  cambia en cada cuarteta ("e-a" en la primera, "i-a" en la segunda, "e-e" en la tercera, "u-e" en la carta y "a-o" en la quinta).  Como particularidad métrica, en el verso 14 no se realiza la sinalefa entre "crepúsculo" y "huye" porque la segunda palabra comienza por sílaba acentuada, lo que rítmicamente suele provocar que no se unan las sílabas.  

Se describe en las dos primeras estrofas una visión tradicional de la primavera que puede identificarse con la juventud del poeta. Su ímpetu se manifiesta en forma de brisa, que parece ser la fuerza que genera esa energía (una primera referencia al aire, elemento fundamental en el libro si recordamos además su título original, Perfil del aire). Esa brisa atraviesa las hojas del árboles y las hace sonar ("y en las hojas cantando"), y parece como si ella misma fuera el inicio de la primavera. El cielo, visto desde la perspectiva del suelo se presenta como "un límpido abismo" en el que se destacan las primeras golondrinas, anuncio de la primavera. Este paisaje estilizado solo se rompe con la presencia de un árbol, que "turba la distancia que duerme". Es el único elemento que se superpone en el perfil del horizonte, del mismo modo que el fervor (el entusiasmo, el deseo) rompe la tranquilidad.

La presencia del árbol en la estrofa central no es gratuita; las dos primeras muestran ese paisaje dominado por la brisa y un horizonte que solo quiebra ese árbol. La temporalidad ocupa la cuarta estrofa; se trata del atardecer, las hojas se ven verdes todavía, pero enseguida el sol se pone y todo queda sumido en la oscuridad. Y es en ese momento cuando aparece el marco desde el que se contempla ese paisaje: la ventana que se abre al exterior y que con la noche permite la contemplación de las estrellas y la entrada del aire. Pero la noche también permite que vuelva a su sitio "el que estaba soñando", el poeta, perdido en las ensoñaciones que provoca ese instante intenso. La tranquilidad que gozaba y que interrumpió el fervor (del mismo modo que el árbol se interponía en la vista) es la que recupera el poeta al final, devuelto a la paz de la noche. 

Se anuncian así en este poema algunos de los temas que dominarán a lo largo del poemario:  la calma fracturada por deseos repentinos, el poeta arrastrado por sentimientos arrebatados, la noche como entorno propicio, el contraste entre el espacio interior y el exterior o la soledad.

"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...