Mostrando entradas con la etiqueta Las Nubes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Las Nubes. Mostrar todas las entradas

martes, 29 de enero de 2019

"Un español habla de su tierra" (de "Las Nubes")



"Un español habla de su tierra"

Las playas, parameras 
Al rubio sol durmiendo, 
Los oteros, las vegas 
En paz, a solas, lejos; 
  
Los castillos, ermitas,                    5
Cortijos y conventos, 
La vida con la historia, 
Tan dulces al recuerdo, 
  
Ellos, los vencedores 
Caínes sempiternos,                     10
De todo me arrancaron. 
Me dejan el destierro. 
  
Una mano divina 
Tu tierra alzó en mi cuerpo 
Y allí la voz dispuso                      15
Que hablase tu silencio. 
  
Contigo solo estaba, 
En ti sola creyendo; 
Pensar tu nombre ahora 
Envenena mis sueños.                  20
  
Amargos son los días 
De la vida, viviendo 
Sólo una larga espera 
A fuerza de recuerdos. 
  
Un día, tú ya libre                        25
De la mentira de ellos, 
Me buscarás. Entonces 
¿Qué ha de decir un muerto?



Este poema es uno de los más emotivos que Cernuda escribió sobre el tema de la patria, y que concentra su tristeza y decepción por la caída de la República. Parece ser que fue compuesto en el otoño del 39, acabada la contienda, y es uno de los últimos del libro.

En él vuelve Cernuda a una estrofa popular, la copla (en este caso, en versos heptasílabos) con rima asonante en los versos pares. Es una de esas pocas excepciones de rima en su poesía de madurez (como ocurre con "Jardín antiguo", "Deseo" o "Amor oculto", todos pertenecientes a este libro). Cernuda utiliza una estrofa con apariencia de canción para hablarnos de su melancolía por la patria perdida.

Las dos primeras estrofas sirven de descripción idealizada de España, centrada la primera en el entorno natural (las playas, las vegas, los oteros, que hacen pensar en paisajes costeros y castellanos), y la segunda en los monumentos (castillos, conventos, ermitas), que remiten al rico pasado histórico de España, referencia que se hace explícita en el verso 7 ("la vida con la historia"). Frente a esta visión sublimada de su país, Cernuda introduce en la tercera estrofa el contraste violento que supone la victoria del Bando Nacional en la Guerra Civil; los vencedores de la guerra son "Caínes sempiternos" (la figura de Caín tiene una larga tradición en la literatura española, especialmente en el primer tercio del siglo XX: piénsese en el uso que Unamuno o Antonio Machado hacen del personaje bíblico). Y en el contexto de la Guerra Civil, está claro que la lucha fraticida entre hermanos simboliza el enfrentamiento entre los dos bandos. Aquellos que han ganado la guerra le han arrebatado todo a Cernuda, condenándolo al destierro; un destierro que, como comentamos en la introducción al libro, Cernuda desconocía en aquel momento que sería para toda la vida.   

El poeta continúa explicando la peculiar relación que lo une a su patria. Consideremos, tal y como hemos visto en poemarios anteriores, que la relación de Cernuda con su país fue en ocasiones contradictoria: amaba su país pero detestaba sus defectos. Sin embargo, en la unión con su país ve la intervención de los dioses, esa "mano divina" (v. 13) que consagró ("alzó") su patria en su cuerpo, haciendo de él un vate (un poeta tocado por la gracia de Dios) a través del cual podría expresarse su tierra. Hay de fondo una visión platónica del poeta, entendido como transmisor de la divinidad que escribe bajo los efectos de la inspiración de los dioses. Así se ve él mismo, portavoz de su país, que puede expresar su silencio a través de la palabra poética. España era su única compañía, en la única en la que podía confiar (vv. 17-18); desgraciadamente, su caída bajo el régimen militar, hace que su recuerdo lo lleno de dolor y pesar (los magníficos versos 19-20).

La sexta estrofa describe el angustioso presente de Cernuda, que se sostiene en una larga espera (el sueño de que la situación en España cambie y se restaure el orden democrático) mientras se consuela viviendo de los recuerdos del pasado (v. 24).

La estrofa final es premonitoria, pues en ella el poeta intuye que no vivirá ese momento. Cuando llegue el fin del dominio militar ("un día, ya tú libre / de la mentira de ellos") la patria lo buscará a él, pero no lo encontrará porque para entonces ya habrá muerto ("¿Qué ha de decir un muerto?", v. 28). La pregunta retórica final introduce el tono patético y elegíaco (de clara influencia romántica, los ecos de Bécquer son evidentes) que cuadra muy bien con el sentimiento de añoranza de la patria perdida.

"Gaviotas en los parques" (de "Las Nubes")


"Gaviotas en los parques"

Dueña de los talleres, las fábricas, los bares,
Todas piedras oscuras bajo un cielo sombrío,
Silenciosa a la noche, los domingos devota,
Es la ciudad levítica que niega sus pecados.

El verde turbio de la hierba y los árboles                             5
Interrumpe con parques los edificios uniformes,
Y en la naturaleza sin encanto, entre la lluvia,
Mira de pronto, penacho de locura, las gaviotas.

¿Por qué, teniendo alas, son huéspedes del humo,
El sucio arroyo, los puentes de madera de estos parques?    10
Un viento de infortunio o una mano incosciente,
De los puertos nativos, tierra adentro las trajo.

Lejos quedó su nido de los mares, mecido por tormentas
De invierno, en calma luminosa los veranos.
Ahora su queja va, con el grito de almas en destierro.         15
Quien con alas las hizo, el espacio les niega.



Cernuda escribe este poema en el otoño de 1939 en Glasgow. Como ya hemos comentado, no se trataba de una ciudad grata al poeta, y la describe de forma sombría en la primera estrofa: por aquel entonces era una ciudad industrial (de talleres y fábricas, con bares donde los obreros bebían en sus horas libres), de edificios de piedra oscura, con poca vida nocturna y de espíritu religioso, pero impregnado de un puritanismo hipócrita que "niega sus pecados" (vv. 1-4).  

Ese panorama oscuro de edificio iguales solo se interrumpe de vez en cuando con el verde de los parques, pero se trata de una naturaleza "sin encanto" que no le atrae; en medio de aquellos parques, encuentra la presencia de gaviotas, "penacho de locura", una inesperada compañía en medio de la ciudad (vv. 5-8) Las denomina "locura" por su carácter inesperado, y también porque su comportamiento le resulta extraño, tal y como desarrolla en la estrofa siguiente.

El poeta no comprende qué hacen las gaviotas allí, en una ciudad industrial llena de humo y suciedad, lejos de la costa a la que pertenecen. Allí las llevó un "viento de infortunio o una mano inconsciente" (vv. 9-12). En el mar ha quedado su nido, que en invierno es agitado por las tormentas pero en verano cuenta con el descanso de la estación. Las gaviotas gritan, lamentándose de su suerte, "con el grito de almas en destierro". La triste ironía final es que, quien dotó a las gaviota de alas para volar, no las devuelva a su entorno natural (vv. 13-16).

La antecedente más directo de este poema es, lógicamente, el famoso poema El albatros de Baudelaire; en él, esta ave majestuosa de gran envergadura es objeto de las burlas de los marineros que juegan con ella, pues en el momento que pisa la tierra el albatros se vuelve torpe por el gran tamaño de sus alas. El ave se convierte así en símbolo del poeta, que "exiliado en la tierra, sufriendo el griterío, /Sus alas de gigante le impiden caminar". Ese es el primer referente que debemos tener en cuenta al leer este poema.

En segundo lugar, hay que entender el poema como un lamento por el exilio que sufre el poeta, que ve reflejado su sufrimiento en el que padecen esas gaviotas, alejadas de "su nido" (España, en el caso de Cernuda). Hay de hecho una referencia explícita al exilio en el v. 5: "con el grito de almas en destierro". El poeta ve en esas aves desarraigadas un símbolo de su propio ser, que vive lejos de esas costas "en calma luminosa los veranos" (una referencia a la visión idealizada de su patria). Paradójicamente, las alas que servían al albatros (al poeta) para elevarse por encima de la mediocridad que le rodeaba, se convierten para las gaviotas en unas extremidades inútiles que no le permiten volver a su hogar.

A pesar de su brevedad, la capacidad de sugerencia del poema es innegable, subrayada por las referencias al clásico texto de Baudelaire. El poema presenta una estructura bastante regular; se divide en cuatro estrofas de cuatro versos cada una, donde dominan los versos alejandrinos (hay algunas excepciones: el verso 10 es de 16 sílabas, por ejemplo). Como es habitual en esta etapa, el poema carece de rima. En cuanto a su estructura, es fácil distinguir la diferencia entre la primera parte (las dos primeras estrofas), donde describe la ciudad y sus parques, y la segunda, (las dos restantes), centrada en la indagación por el misterioso destino de las gaviotas. 

lunes, 28 de enero de 2019

"Impresión de destierro" (de "Las Nubes")


"Impresión de destierro"


Fue la pasada primavera,
hace ahora casi un año,
En un salón del viejo Temple, en Londres,
Con viejos muebles. Las ventanas daban,
Tras edificios viejos, a lo lejos,                               5
Entre la hierba el gris relámpago del río.
Todo era gris y estaba fatigado
Igual que el iris de una perla enferma.

Eran señores viejos, viejas damas,
En los sombreros plumas polvorientas;                   10
Un susurro de voces allá por los rincones,
Junto a mesas con tulipanes amarillos,
Retratos de familia y teteras vacías.
La sombra que caía
Con un olor a gato,                                               15
Despertaba ruidos en cocinas.

Un hombre silencioso estaba
Cerca de mí. Veía
La sombra de su largo perfil algunas veces
Asomarse abstraído al borde de la taza,                 20
Con la misma fatiga
Del muerto que volviera
Desde la tumba a una fiesta mundana.

En los labios de alguno,
Allá por los rincones                                             25
Donde los viejos juntos susurraban,
Densa como una lágrima cayendo,
Brotó de pronto una palabra: España.
Un cansancio sin nombre
Rodaba en mi cabeza.                                          30
Encendieron las luces. Nos marchamos.

Tras largas escaleras casi a oscuras
Me hallé luego en la calle,
Y mi lado, al volverme,
Vi otra vez a aquel hombre silencioso,                   35
Que habló indistinto algo
Con acento extranjero,
Un acento de niño en voz envejecida.

Andando me seguía
Como si fuera solo bajo un peso invisible,             40
Arrastrando la losa de su tumba;
Mas luego se detuvo.
«¿España?», dijo. «Un nombre.
España ha muerto.» Había
Una súbita esquina en la calleja.                          45
Le vi borrarse entre la sombra húmeda.



Este poema escrito en Glasgow a comienzos de 1939 es un ejemplo perfecto de la aparición de lo histórico dentro de su universo poético. Tal y como relata Cernuda en los primeros versos, se trata de una anécdota ocurrida el año antes, en primavera, en la ciudad de Londres. En 1938 acababa de llegar Cernuda a Inglaterra, y malvivía en Londres, alojado en casa de amigos y conocidos, hasta que encontró un trabajo como profesor en Surrey, una localidad cercana a la capital. 

Mientras estuvo en la capital, participó en algunos recitales poéticos, dio conferencias, y fue invitado a participar en actos de defensa de la República Española que algunos intelectuales y políticos liberales organizaron (la posición oficial del gobierno inglés era de no intervención). En el contexto de alguno de estos actos puede identificarse esta escena, que Cernuda describe con gran economía de medios pero gran precisión. 

Los primeros versos, como hemos comentado, sirven para situar el marco espacio-temporal; el poeta se encontraba en Londres, en el salón de un edificio histórico (el Temple), decorado con viejos muebles. Desde la ventana podía verse "el gris relámpago del río". (vv 1-6). Los dos versos siguientes son una proyección de su estado de ánimo: "todo era gris y estaba fatigado / igual que el iris de una perla enferma" (vv. 7-8). 

En la primera estrofa se repite hasta en tres ocasiones la palabra "viejo", que vuelve a repetirse en la segunda estrofa para de manera reiterada insistir en esa idea de decadencia y antigüedad; el poeta está rodeado de ancianos, con sombreros polvorientos y objetos que representan el paso del tiempo ("retratos de familia y teteras vacías"). La referencia a los tulipanes amarillos (v. 12) no parece gratuita; el poeta había escrito un poema dedicado al poeta inglés Stanley Richardson titulado precisamente "Por unos tulipanes amarillos" (contenido en Invocaciones), con el que tuvo una relación amorosa en España y que será una de sus amistades en Inglaterra. Quizás con ello Cernuda quería decir que Richardson también se hallaba presente en aquella ocasión. 

Atardecía "con un olor a gato" (otra nota descriptiva muy sugerente que alude al  hedor de las calles y a la eterna compañía de los ancianos), y en las casas, empezaban los preparativos de las cenas ("despertaba ruidos en cocinas" v. 16). Junto al poeta, un hombre tomaba té. Lógicamente, se trataba de un anciano, "con la misma fatiga / del muerto que volviera / desde la tumba a una fiesta mundana" (vv. 21-23). De nuevo se proyecta su percepción subjetiva en la descripción de cuanto le rodea. En una conversación que surgió en una esquina del salón, siempre silencioso, Cernuda escuchó una palabra "densa como una lágrima cayendo, [...]: España" (vv.27-28). Esta palabra generó "un cansancio sin nombre" en la cabeza del poeta, agotado por el recuerdo de su país.

Acabado el acto, abandonaron el edificio. Al llegar a la calle, Cernuda coincidió de nuevo con el anciano, que caminaba despacio ("como si fuera solo bajo un peso invisible, / arrastrando la losa de su tumba", vv. 40-41). El anciano le dijo algo "con acento extranjero"  (por aquel entonces Cernuda aún no sabía hablar inglés), y más tarde añadió la lapidaria frase final: España no era ya más que un nombre, porque España había muerto. El hombre se desvaneció. 

La inesperada conclusión del poema nos devuelve a ese contexto histórico en el que se encuadra: la Guerra Civil está en su último tramo, y el país, a punto de caer en manos de los nacionales, "ha muerto" para la causa republicana que parece ser el motivo de la reunión en el viejo salón del Temple. No en vano los asistentes son ancianos, miembros de una sociedad caduca desplazados por la vertiginosa juventud del fascismo y de los totalitarismos surgidos en Europa. Cernuda escribe el poema en 1939, finalizada ya la contienda, pero la anécdota anticipa el trágico final de la guerra y el triste destino de la causa que el poeta, como tantos otros exiliados, defendía.

"Elegía española I" ( de "Las Nubes")


"Elegía española I"

Dime, háblame
Tú, esencia misteriosa
De nuestra raza
Tras de tantos siglos,
Hálito creador                                                      5
De los hombres hoy vivos,
A quienes veo por el odio impulsados
Hasta ofrecer sus almas
A la muerte, la patria más profunda.

Cuando la primavera vieja                                    10
Vuelva a tejer su encanto
Sobre tu cuerpo inmenso,
¿Cuál ave hallará nido
y qué savia una rama
Donde brotar con verde impulso?                          15
¿Qué rayo de la luz alegre,
Qué nube sobre el campo solitario,
Hallarán agua, cristal de hogar en calma
Donde reflejen su irisado juego?

Háblame, madre;                                                 20
y al llamarte así, digo
Que ninguna mujer lo fue de nadie
Como tú lo eres mía.
Háblame, dime
Una sola palabra en estos días lentos.                    25
En los días informes 
Que frente a ti se esgrimen
Como cuchillo amargo
Entre las manos de tus propios hijos.

No te alejes así, ensimismada                                30
Bajo los largos velos cenicientos
Que nos niegan tus anchos ojos bellos.
Esas flores caídas,
Pétalos rotos entre sangre y lodo,
En tus manos estaban luciendo eternamente           35
Desde siglos atrás, cuando mi vida
Era un sueño en la mente de los dioses.

Eres tú, son tus ojos lo que busca
Quien te llama luchando con la muerte,
A ti, remota y enigmática                                       40
Madre de tantas almas idas
Que te legaron, con un fulgor de piedra clara,
Su afán de eternidad cifrado en hermosura.


Pero no eres tan sólo
Dueña de afanes muertos;                                      45
Tierna, amorosa has sido con nuestro afán viviente,
Compasiva con nuestra desdicha de efímeros.
¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?

Contempla ahora a través de las lágrimas:

Mira cuántos traidores,                                           50
Mira cuántos cobardes
Lejos de ti en fuga vergonzosa,
Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada,            55
Tus hijos sienten oscuramente
La recompensa de estas horas fatídicas.

No sabe qué es la vida
Quien jamás alentó bajo la guerra.
Ella sobre nosotros sus alas densas cierne,              60
y oigo su silbo helado,
y veo los muertos bruscos
Caer sobre la hierba calcinada,
Mientras el cuerpo mío
Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.        65

No sé qué tiembla y muere en mí
Al verte así dolida y solitaria,
En ruinas los claros dones
De tus hijos, a través de los siglos;
Porque mucho he amado tu pasado,                       70
Resplandor victorioso entre sombra y olvido.

Tu pasado eres tú
Y al mismo tiempo es
La aurora que aún no alumbra nuestros campos.
Tú sola sobrevives.                                               75
Aunque venga la muerte;
Sólo en ti está la fuerza
De hacernos esperar a ciegas el futuro.

Que por encima de estos yesos muertos
Y encima de estos yesos vivos que combaten,         80
Algo advierte que tú sufres con todos.
Y su odio, su crueldad, su lucha,
Ante ti vanos son, como sus vidas,
Porque tú eres eterna
Y sólo los creaste                                                  85
Para la paz y gloria de su estirpe.


Escrito en Valencia entre el 25 y el 27 de febrero de 1927, su título original era "Elegía española 1937". Al incluirlo en La realidad y el deseo, Cernuda elimina la referencia temporal, decisión que también toma con otros poemas de la serie para evitar cualquier lectura circunstancial y lograr un acercamiento mucho más global.  

El poeta dirige un lamento a España, personalizado en la figura de una mujer. El poeta empieza indagando por cuál es la esencia misteriosa de su raza, de tantos siglos de historia, y que está inmersa en una lucha fraticida (vv. 1 -9). A causa de esa guerra, el poeta duda que al llegar la primavera se encuentre ningún recurso (nido, rama, savia, rayo de luz, nube, agua) que pueda favorecer el resurgimiento de la vida (vv. 10-19).

España se presenta como madre, pues el poeta afirma que ninguna otra mujer puede ser más madre que la propia patria. Le pide una palabra, una respuesta en esos días de conflicto en los que sus hijos se enfrentan con "cuchillo  amargo" (vv. 20-29). Le pide a la patria que no se aleje, que no retire su vista benefactora; su protección había antes mantenido con vida a todos esos muertos ("flores caídas") que formaban parte del país desde hacía siglos, mucho antes de nacer él (vv. 30-37).

Aquellos que mueren por España es a ella a quien buscan; por ella sacrifican su existencia, "su afán de eternidad" (vv. 38-43). Pero no solo del destino de los muertos es ella responsable; lo ha sido también del de los vivos durante mucho tiempo, y fue compasiva ante sus desdichas aunque ellos no fueran dignos de ella (vv. 44-48).

Le pide que vea a través de las lágrimas la gran cantidad de traidores a la patria que han huido de ella, y que no olvide a los que permanecen a su lado, que sienten con ello la recompensa de compartir los momentos difíciles (vv. 49-57).

Solo entiende lo que es la vida quien ha vivido la guerra, y el poeta sufre bajo su trágico dominio la muerte a su alrededor y el enfrentamiento de unos con otros; Cernuda lo expresa con acierto a través de la imagen de los cuerpos, que permite marcar una distancia y mostrar que no hay diferencia entre las personas de uno y otro bando: "mientras el cuerpo mío / sufre y lucha con unos enfrente de esos otros" (vv. 58-65).   

El poeta sufre al ver su patria en ruinas, destruida y sola, porque él amaba su pasado, "resplandor victorioso entre sombra y olvido" (vv. 66-71). Identifica a la patria con su pasado, con todo lo que ha sido, y al mismo tiempo con el futuro, "la aurora que aún no alumbra nuestros campos". Únicamente la patria tiene la capacidad de generar esperanza en sus habitantes (vv. 72-78).

Cernuda concluye que España sufre por todos, los vivos y los muertos a ambos lados de la contienda, y que todo el odio y la ira que desperdician en el combate son insignificantes para ella, que está por encima de eso; ella los creó "para la paz y gloria de su estirpe" (vv. 79-86).

Es evidente el tono elegíaco por la crueldad que se está viviendo en España, y Cernuda denuncia las muertes inútiles que el enfrentamiento se está cobrando; pero no lo hace cargando contra un solo bando, sino que, a través de la personificación de España, consigue transmitirnos que para ella (y por extensión, para él mismo) da igual la bandera bajo la que luchen los caídos. Para él es mucho más importante la salvaguardia de la raza española, que garantiza la "gloria de su estirpe". El pasado al que apela el poeta (pasado mítico de grandeza artística) es el que debe prevalecer, para que se reproduzca en futuras generaciones. Aparecen así en el poema las dos visiones de España que hemos comentado en la introducción: la crítica a la Guerra Civil y la exaltación de la imagen idealizada de la patria.  

domingo, 27 de enero de 2019

"Las Nubes" (1937-1940)


Las Nubes se publicó por primera vez como la séptima sección de La realidad y el deseo, en la segunda edición ampliada del libro, que vio la luz en México en 1940. Cernuda empezó a escribir los poemas que lo componen en 1937 en Valencia (a donde se había trasladado el Gobierno de la República y donde también tuvo lugar el importante II Congreso de Intelectuales Antifascistas que provocó no pocos revuelos), y los terminó a finales del 39 en Glasgow (Escocia), sin saber que había iniciado un exilio del que ya nunca regresaría

Se compone de 31 poemas nacidos en un contexto de guerra: la Guerra Civil Española (1936-1939) y el inicio de la II Guerra Mundial, que empieza en 1939 y se prolongará hasta 1945. Es un libro sobre la guerra y el exilio, y por su relación con el país, es el libro más español del autor, como demuestra Luis Antonio de Villena.

El tema de España presenta una doble vertiente en Cernuda; por un lado, está clara su crítica a la España tradicional, conservadora y represora que identifica con el bando nacional, pero también se revela contra las brutalidades del bando republicano. Como muestra Rivero Taravillo en la biografía del poeta, Cernuda no se sentía muy seguro en la Valencia republicana donde el control comunista se volvió represor y violento. Siguiendo las ideas de Andrés Trapiello, podría decirse que Cernuda formaba parte del grupo de intelectuales y escritores que conformaban la llamada "tercera España", que no se identificaba con los excesos y horrores de ninguno de los dos bandos en contienda, y que se consideraba liberal, cívica, tolerante y moderna. De ahí que en el libro puedan encontrarse poemas que denuncian la situación de España ("A un poeta muerto. (F.G.L.)", "A Larra, con unas violetas", "Elegía española I" o "Impresión de destierro") y otros, que ofrecen una visión idealizada del país ("El ruiseñor sobre la piedra", "Elegía española II", "Resaca en Sansueña", "Atardecer en la catedral" o "Un español habla de su tierra"), donde se muestra una nación creativa, grande y respetada, que asocia con sus grandes logros artísticos del pasado. 

El otro gran tema será el del exilio, que en un primer momento se tomará como un exilio temporal, resultado de las circunstancias históricas que le tocó vivir, pues no será hasta años después que Cernuda admita que su exilio será definitivo. 

Estilísticamente, Las Nubes supone la introducción definitiva de Cernuda en su etapa de madurez. Tras el cambio que se había producido en Invocaciones (del que ya hemos hablado), y que se percibe aún en los primeros poemas del libro (un exceso de retórica, un gusto por el lenguaje elevado), su estilo se depura. Por un lado, se amplía temáticamente; en Invocaciones, los poemas giraban en torno a conceptos abstractos (la soledad, la belleza, la creación artística...) en un tono íntimo de carácter simbólico. Ahora, como muy bien ha estudiado Luis Antonio de Villena, la realidad cultural, histórica y biográfica de Cernuda entran en su poesía; en cuanto a la expresión, se hace más objetiva, evitando la presencia directa del yo poético

El poemario indaga aún más en su investigación sobre el Romanticismo, que había iniciado con Bécquer en Donde habite el olvido y había continuado con Hölderlin en Invocaciones. Antes de partir al exilio, Cernuda lee los Cantos de Leopardi, que influirán en su poesía posterior. Su estancia en Inglaterra lo pone en contacto con la importante tradición de poetas románticos ingleses (Keats, Shelley, Coleridge, Wordsworth), de los que le atrae sus intentos por crear un tono coloquial para la poesía, así como la tendencia meditativa y reflexiva; sus lecturas se ampliarán con otros poetas ingleses  (T. S. Eliot, Browning), y la huella que la tradición inglesa dejará en su poesía es innegable.

En cuanto al título del libro, es necesario precisar que Cernuda había utilizado la palabra en varias ocasiones; aparece por ejemplo en el poema VII de Donde habite el olvido ("Adolescente fui en días idénticos a nubes"), y en varios pasajes de Invocaciones. Pero su origen hay que buscarlo en el poema en prosa de Baudelaire titulado L'étranger, donde un extranjero es preguntado por las cosas que le interesan y niega que sean la familia, ni los amigos, ni la patria, ni Dios. Entonces le preguntan qué ama, a lo que responde: "Las nubes... las nubes que pasan... allá lejos... allá lejos... ¡las maravillosas nubes!". Esas nubes son símbolo de lo imposible, lo inalcanzable, de aquello que se ve desde lejos sin poder tocarlo. 

"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...