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miércoles, 5 de febrero de 2020

"El indolente" (de "Como quien espera el alba")



Con hombres como tú el comercio sería
Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre
De ninguno comprada, dejaría a la tierra
Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza
El comercio podría allanarle un camino.                          5

Durante las tardes meridionales del verano,                     
A través de una clara ciudad, solas las calles,
Llevaría en cestillo guirnaldas de jazmines,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas verdes
oculto su blancor, como alas de paloma.                         10

Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera
Para su gracia oculta tal vez la fresca gala
De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho.
Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
Una moneda a cambio dejaría en tus manos.                 15

Así, al ponerse la tarde, tú podrías
De un vino trasparente beber el calor rubio,
Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Y luego silencioso, tendido junto al río,
Ver latir en la honda noche las estrellas.                         20

"Indolencia" era una de las palabras claves de Perfil del aire / Primeras Poesías, y aquí Cernuda la utiliza como título del poema, recuperando así la importancia que tenía en aquel libro. Sin embargo, lo hace con un sentido diferente: lo que en sus poemas iniciales significaba insensible, falto de emoción y de energía como símbolo del inmovilismo del yo poético (el joven Cernuda encerrado en la habitación en penumbra sin atreverse a salir), aquí se utiliza como sinónimo de "perezoso" para definir una de las esencias del ser andaluz, que había sido motivo de una serie de artículos de Ortega y Gasset en la década de los 30; Cernuda se identificaba con dicha definición y había escrito en semejantes términos al hablar de Bécquer y de Andalucía. Cernuda no acepta esa pereza como algo negativo sino como consecuencia de la vida en contacto con la naturaleza, mucho más cercana a lo natural. Años más tarde, encontrará esa misma actitud en México, lo que le hará encontrar vínculos entre el país americano y su tierra. 

Hay que entender el poema teniendo en cuenta dichos antecedentes, y que Cernuda lo escribe en su etapa inglesa, atrapado en un clima frío, con semanas sin luz, que le hacen recordar la temperatura de su tierra y la claridad de su días. No es de extrañar por tanto que Cernuda recree su ciudad natal (que podemos reconocer por una serie de elementos) como hace en otros textos de esa época, precisamente cuando empieza a escribir los poemas en prosa que conformarán Ocnos, libro centrado en el recuerdo de su infancia y los espacios de su juventud.   

El poema se compone de cuatro estrofas de cinco versos cada una, en su mayoría alejandrinos libres (sin rima). En la primera estrofa, el poeta se dirige a sí mismo (la 2ª persona característica de esta etapa de su poesía) para imaginar como podría ser su vida si se dedicara al comercio de las flores en Sevilla; conociendo su falta de impulso y energía, Cernuda reconoce que su trabajo no le costaría ni sudor ni sangre (porque no se esforzaría), y tampoco acabaría con los recursos naturales ("dejaría a la tierra / intactos sus veneros", vv. 3-4). Pese a todo, el trabajo podría sacarlo de la pobreza en la que vive (v. 5). 

Cernuda se deja llevar por la ensoñación de suponer cómo sería su día a día: por las tardes pasearía su cesta con jazmines y magnolias por las calles vacías de la ciudad, inundándolo todo con su aroma (estrofa dos); su negocio le permitiría el galanteo inocente con mujeres que, desde las rejas de sus ventanas, le comprarían flores para prenderlas en su pelo o en su pecho (estrofa tres); acabada la jornada de trabajo, él podría disfrutar de un vino y algo de comida, y contemplar el cielo lleno de estrellas desde la orilla del rio, tumbado en su rivera (estrofa cuatro). Son esos elementos impresionistas (el río, la luz, las calles vacías en verano) las que permiten recomponer la imagen de su ciudad, aunque por extensión podrían tomarse como una representación de Andalucía. 

El poeta se permite en este poema la libertad de fantasear con una vida posible, mucho más prosaica que la que lleva  (pero quizás mucho más feliz), apegado a las cosas sencillas de la vida y con tiempo suficiente para disfrutar de la naturaleza y el clima de su patria, que añora en el exilio inglés de lluvia, soledad y días oscuros en el que se halla atrapado. 

martes, 4 de febrero de 2020

"Tierra nativa" (de "Como quien espera el alba")


               "Tierra nativa"

Es la luz misma, la que abrió mis ojos
Toda ligera y tibia como un sueño,
Sosegada en colores delicados
Sobre las formas puras de las cosas.

El encanto de aquella tierra llana,                 5
Extendida como una mano abierta,
Adonde el limonero encima de la fuente
Suspendía su fruto entre el ramaje.

El muro viejo en cuya barda abría
A la tarde su flor azul la enredadera,            10
Y al cual la golondrina en el verano
Tornaba siempre hacia su antiguo nido.

El susurro del agua alimentando,
Con su música insomne en el silencio,
Los sueños que la vida aún no corrompe,      15
El futuro que espera como página blanca.

Todo vuelve otra vez vivo a la mente.
Irreparable ya con el andar del tiempo,
Y su recuerdo ahora me traspasa
El pecho tal puñal fino y seguro.                  20

Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?



De nuevo regresa Cernuda al tema de la tierra perdida en un poema de estructura regular (se compone de seis estrofas de cuatro versos cada una, siendo en su mayoría endecasílabos, excepto los vv. 7, 10, 15, 16, 18 y 24 que son alejandrinos).  


La luz parece ser el detonante del recuerdo, que aparece al principio del poema. Cernuda ve una luz que le hace pensar en la de su tierra ("Es la luz misma"), la que lo recibió al nacer ("la que abrió mis ojos") en ese paraíso perdido de la infancia que es su patria presentado de manera idealizada (vv. 3-4).

Pasa el poeta a continuación a recordar distintos escenarios de su tierra: las vegas propias de Andalucía, llanas sin apenas vegetación, y una casa que se presenta de forma metonímica; no se describe la casa pero sí el limonero cuyas ramas cubrían la fuente y los muros y el seto ("la barda") que rodeaba el jardín con sus enredaderas. Visión muy impresionista de la vivienda que además no está exenta de literatura. Hay dos claras referencias poéticas: el limonero de la infancia de Machado y las golondrinas de Bécquer, dos poetas sevillanos que ayudan a construir esa imagen de su ciudad natal con el filtro sublimado que da la distancia. 

La siguiente estrofa se centra en la paz de ese jardín, cuya tranquilidad solo perturba el leve sonido de la fuente; ese entorno familiar, rememorado desde el presente, es un espacio de promesas futuras, el ámbito de la infancia donde todo aún se puede conseguir, no hay sueños imposibles y lo que está por venir es solo una "página en blanco".

Sin embargo, ese mundo de posibilidades choca con la realidad en la estrofa quinta; la memoria aviva el recuerdo, que se confronta con un presente donde esas múltiples perspectivas se han reducido al mínimo y esos sueños no se han alcanzado. El paso del tiempo, inexorable, hace que la evocación de aquel pasado feliz lleno de oportunidades solo cause dolor al poeta ("y su recuerdo ahora me traspasa / el pecho tal puñal fino y seguro"). 

En la estrofa final, Cernuda concluye, por medio de una serie de interrogaciones retóricas, que es imposible despojarse del recuerdo de la tierra donde nació, pues su añoranza se acentúa cuanto más lejana la siente, del mismo modo que no se puede olvidar el primer amor (v. 22) ni arrancar la raíz del árbol joven y vigoroso (v.21).

Los ecos de Bécquer se aprecian igualmente en esas interrogaciones finales, procedimiento muy habitual en el poeta romántico, e incluso en la referencia al puñal del v. 20 (piénsese en la famosa rima XLII). Es evidente que Bécquer forma parte del imaginario de Cernuda asociado a su juventud, época en la que empezó a leer sus poemas. El poeta del siglo XIX influyó poderosamente en su formación (y en libros posteriores como "Donde habite el olvido", como ya hemos comentado) y es lógico que lo evoque al rememorar su ciudad natal y sus primeros años.      

miércoles, 30 de enero de 2019

"Viendo volver" de ("Vivir sin estar viviendo")


"Viendo volver"

Irías, y verías
Todo igual, cambiado todo,
Así como tú eres
El mismo y el otro. ¿Un río
A cada instante                                      5
No es él y diferente?

Irías, en apariencia
Distraído y aburrido
En secreto, mirando,
Pues el mirar es sólo                              10
La forma en que persiste
El antiguo deseo.

Mirando, estimarías
(La mirada acaricia
Fijándose o desdeña                               15
Apartándose) irreparable todo
Ya, y perdido, o ganado
Acaso, quién lo sabe.

Así, con paso indiferente,
Como llevado de una mano,                    20
Llegarías al mundo
Que fue tuyo otro tiempo,
Y allí le encontrarías,
Al tú de ayer, que es otro hoy.

Impotente, extasiado                              25
Y solo, como un árbol,
Le verías, el futuro
Soñando, sin presente,
A espera del amigo,
Cuando el amigo es él y en él le espera.   30

Al verle, tú querrías
Irte, ajeno entonces,
Sin nada que decirle,
Pensando que la vida
Era una burla delicada,                           35
Y que debe ignorarlo el mozo hoy.


El tema de este poema se relaciona con La sombra; continúa la línea de indagación sobre la juventud y el tiempo pasado, conjugado en este caso con el tema de España. Cernuda se plantea una hipotética vuelta a la patria, e imagina cómo sería la confrontación con la nueva realidad del país.

Cernuda reconoce que encontraría el país diferente, "todo igual, cambiado todo" (v. 2), antítesis que pretende reflejar el propio cambio experimentado dentro de él, "tú eres / el mismo y el otro". La referencia a Heráclito y a su conocida frase sobre el río sirve para reforzar la idea de cambio que trae consigo el paso del tiempo.   

La mirada sería fundamental en ese acercamiento a los lugares que conoció, y Cernuda, consciente de su carácter retraído, fingiría indiferencia para poder observarlo todo con mayor detenimiento, "Pues el mirar es sólo / La forma en que persiste / El antiguo deseo" (vv. 10-12). Por medio de ese estudio detenido, el poeta podría valorar si podía darlo todo por perdido, o si en cambio, encontraba algún motivo de ilusión en esa España recobrada (vv. 13-18). 

Ese deambular lo llevaría "al mundo / Que fue tuyo otro tiempo", y a encontrarse consigo mismo, pero que es ahora alguien distinto: "Al tú de ayer, que es otro hoy". (vv. 19-24). Esa idea aparecía ya, como hemos comentado, en el poema La sombra. Ese tú de ayer estaría "Impotente, extasiado / Y solo" (caracterizando así al Cernuda de Perfil del aire), a la espera de un amigo (esa compañía siempre soñada) que a la larga resultará ser mismo. El Cernuda maduro reconoce que el amigo que en vano esperó en su juventud solo se manifestó en aventuras pasajeras, y que su destino será la soledad, acompañado solo de sí mismo (vv. 25-30).  

Ante esa situación de encuentro consigo mismo, Cernuda reconoce que optaría por marcharse sin hablar con su "yo" del pasado, sin prevenirlo contra la realidad. Con triste ironía, Cernuda admite "que la vida / Era una burla delicada", y que el joven Cernuda debe ignorarlo (vv. 31-36). En el fondo, el poeta reconoce que su "yo" juvenil debe pasar por todo lo que él pasó y llegar a esas conclusiones solo. Únicamente entonces el Cernuda juvenil se convertirá en el Cernuda maduro que él es.   

Cernuda, por medio del tema del doble o doppelgänger (en esta ocasión sin referencia alguna al mito de Narciso, como sí ocurría en su poesía de juventud), medita sobre el paso del tiempo y la inevitabilidad de cambiar los errores o aciertos de nuestro pasado.  

martes, 29 de enero de 2019

"Ser de Sansueña" (de "Vivir sin estar viviendo")


"Ser de Sansueña"

Acaso allí estará, cuatro costados
Bañados en los mares, al centro la meseta
Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra
Original de tantos, como tú, dolidos
De ella y por ella dolientes.                                          5

Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo
Para de sí arrojarte. En ella el hombre
Que otra cosa no pudo, por error naciendo,
Sucumbe de verdad, y como en pago
Ocasional de otros errores inmortales.                          10

Inalterable, en violento claroscuro,
Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil,
Con nieves y resoles, riadas y sequías;
Almendros y chumberas, espartos y naranjos
Crecen en ella, ya desierto, ya oasis.                            15

Junto a la iglesia está la casa llana,
Al lado del palacio está la timba,
El alarido ronco junto a la voz serena,
El amor junto al odio, y la caricia junto
A la puñalada. Allí es extremo todo.                              20

La nobleza plebeya, el populacho noble,
La pueblan; dando terratenientes y toreros,
Curas y caballistas, vagos y visionarios,
Guapos y guerrilleros. Tú compatriota,
Bien que ello te repugne, de su fauna.                          25

Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
La corrupción, del amor la no correspondencia;
y ser de aquella tierra lo pagas con no serlo
De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.    30

Si en otro tiempo hubiera sido nuestra, 
Cuando gentes extrañas la temían y odiaban,
y mucho era ser de ella; cuando toda
Su sinrazón congénita, ya locura hoy,
Como admirable paradoja se imponía.                           35

Vivieron muerte, sí, pero con gloria
Monstruosa. Hoy la vida morimos
En ajeno rincón. Y mientras tanto
Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,
crecen, prosperan.                                                       40

Vivir para ver esto.
Vivir para ser esto.


"Sansueña" es un topónimo que aparece ya en los relatos carolingios en lengua romance para referirse a "Sajonia". El nombre se recoge en muchos libros de caballerías y crónicas, y poco a poco, se irá introduciendo en la literatura castellana a través de los romances para referirse a una población ubicada en la península Ibérica, aunque su localización exacta se desconozca. Más tarde, Fray Luis de León se referirá también a ese espacio mítico, que reconoce como una parte del rey visigodo en su poema Profecía del Tajo. También en la Segunda Parte de El Quijote Cervantes identifica Sansueña con Zaragoza en el pasaje del Retablo de Mease Pedro.

Sea cual sea su origen, está claro que Cernuda se vale del nombre de esta ciudad legendaria para escribir uno de los poemas más crudos que dedica a España. Tras los dedicados a su patria en los que condenaba y lloraba la muerte de sus compatriotas y denunciaba los horrores de la Guerra Civil en Las Nubes, y aquellos más contemplativos centrados en el recuerdo idealizado de su infancia y sus espacios, contemplados con la benevolencia que aporta el destierro y la lejanía en Como quien espera el alba, el poeta da paso al resentimiento y la ira.  

Las coordenadas geográficas sitúan la península bañada por el mar y con la meseta en el centro, "ardiente y andrajosa" (v. 3). La adjetivación connotativa da muestra del subjetivismo con que se presenta a la patria, que "acaso allí estará" (v. 1), como si la indiferencia inicial del poeta pudiera alterar la posición de su tierra. La "amada madre" de Elegía española I es ahora "madrastra" (v. 3) de tantos como el poeta, "dolidos" y "por ella dolientes" (vv. 4-5). Es "tierra imposible" que arroja de sí a aquellos que creó a su imagen (a sus hijos). El hombre que comete la equivocación de nacer en ella encuentra la muerte (vv. 6-10) como castigo por su error. 

El poeta parece enfocar la vista para que fijemos la atención en un punto del territorio al que poco a poco se acerca a través del entorno que le rodea (vv. 11-13): almendros, chumberas, espartos, naranjos (un típico paisaje mediterráneo), que lo mismo puede ser desierto que oasis (v. 15). Describe a continuación los contrastes que se dan en la población: junto a la iglesia está la casa humilde, junto al palacio la casa de juego (vv. 16-17), y esta oposición se extiende a un plano abstracto: el amor junto al odio, la caricia junto a la puñalada (vv. 19-20), como símbolos de los extremos viscerales que se dan en Sansueña (España). 

El juego de contrastes se acentúa con el cruce de atributos que presenta la población  ("nobleza plebeya" y "populacho noble"); todos participan de esa indeterminación ("curas y caballistas", "vagos y visionarios", "guapos y guerrilleros", pares que comienzan por la misma letra) que causa el asco del poeta al reconocerse como uno de ellos (vv. 21-25). En esa sociedad todo tiene un precio y se puede comprar, y ser de Sansueña implica no ser de ninguna parte y vagar por el mundo, como hace el poeta, con la dificultad añadida de que nadie conoce Sansueña fuera de sus fronteras (vv. 26-30).   

Diferente fue la percepción de Sansueña en el pasado, cuando era una gran nación y causaba odio y miedo. A pesar de sus contradicciones, y de las muertes que trajo consigo, era indudable su grandeza (vv. 31-37); aquí se evidencia el discurso sobre la gloria pasada de España, a la que Cernuda vuelve como símbolo de la grandeza espiritual vivida entonces. Como contraste a este pasado mítico, el presente en que se muere en tierra ajena ("en ajeno rincón", v. 38). Los "gusanos" (que también aparecían al final del poema Góngora como símbolo de lo más rastrero de la sociedad) engordan en la decadencia de Sansueña. 

Los dos versos finales, que rompen el equilibrio del poema hasta este momento (ocho estrofas de cinco versos que combinan endecasílabos y alejandrinos)  suponen una síntesis emotiva de los sentimientos que generan en el poeta el declive de España: admite el horror de ver todo esto (en qué se ha convertido su país), y el horror de ser parte de ello, aún más horrible que contemplarlo. 

Es, como comentábamos al principio, un paso más en la reflexión sobre España nacida en el destierro, ahora desde el rencor y la rabia de saber que nada puede hacerse ya por cambiar la cruda realidad.

lunes, 28 de enero de 2019

"Impresión de destierro" (de "Las Nubes")


"Impresión de destierro"


Fue la pasada primavera,
hace ahora casi un año,
En un salón del viejo Temple, en Londres,
Con viejos muebles. Las ventanas daban,
Tras edificios viejos, a lo lejos,                               5
Entre la hierba el gris relámpago del río.
Todo era gris y estaba fatigado
Igual que el iris de una perla enferma.

Eran señores viejos, viejas damas,
En los sombreros plumas polvorientas;                   10
Un susurro de voces allá por los rincones,
Junto a mesas con tulipanes amarillos,
Retratos de familia y teteras vacías.
La sombra que caía
Con un olor a gato,                                               15
Despertaba ruidos en cocinas.

Un hombre silencioso estaba
Cerca de mí. Veía
La sombra de su largo perfil algunas veces
Asomarse abstraído al borde de la taza,                 20
Con la misma fatiga
Del muerto que volviera
Desde la tumba a una fiesta mundana.

En los labios de alguno,
Allá por los rincones                                             25
Donde los viejos juntos susurraban,
Densa como una lágrima cayendo,
Brotó de pronto una palabra: España.
Un cansancio sin nombre
Rodaba en mi cabeza.                                          30
Encendieron las luces. Nos marchamos.

Tras largas escaleras casi a oscuras
Me hallé luego en la calle,
Y mi lado, al volverme,
Vi otra vez a aquel hombre silencioso,                   35
Que habló indistinto algo
Con acento extranjero,
Un acento de niño en voz envejecida.

Andando me seguía
Como si fuera solo bajo un peso invisible,             40
Arrastrando la losa de su tumba;
Mas luego se detuvo.
«¿España?», dijo. «Un nombre.
España ha muerto.» Había
Una súbita esquina en la calleja.                          45
Le vi borrarse entre la sombra húmeda.



Este poema escrito en Glasgow a comienzos de 1939 es un ejemplo perfecto de la aparición de lo histórico dentro de su universo poético. Tal y como relata Cernuda en los primeros versos, se trata de una anécdota ocurrida el año antes, en primavera, en la ciudad de Londres. En 1938 acababa de llegar Cernuda a Inglaterra, y malvivía en Londres, alojado en casa de amigos y conocidos, hasta que encontró un trabajo como profesor en Surrey, una localidad cercana a la capital. 

Mientras estuvo en la capital, participó en algunos recitales poéticos, dio conferencias, y fue invitado a participar en actos de defensa de la República Española que algunos intelectuales y políticos liberales organizaron (la posición oficial del gobierno inglés era de no intervención). En el contexto de alguno de estos actos puede identificarse esta escena, que Cernuda describe con gran economía de medios pero gran precisión. 

Los primeros versos, como hemos comentado, sirven para situar el marco espacio-temporal; el poeta se encontraba en Londres, en el salón de un edificio histórico (el Temple), decorado con viejos muebles. Desde la ventana podía verse "el gris relámpago del río". (vv 1-6). Los dos versos siguientes son una proyección de su estado de ánimo: "todo era gris y estaba fatigado / igual que el iris de una perla enferma" (vv. 7-8). 

En la primera estrofa se repite hasta en tres ocasiones la palabra "viejo", que vuelve a repetirse en la segunda estrofa para de manera reiterada insistir en esa idea de decadencia y antigüedad; el poeta está rodeado de ancianos, con sombreros polvorientos y objetos que representan el paso del tiempo ("retratos de familia y teteras vacías"). La referencia a los tulipanes amarillos (v. 12) no parece gratuita; el poeta había escrito un poema dedicado al poeta inglés Stanley Richardson titulado precisamente "Por unos tulipanes amarillos" (contenido en Invocaciones), con el que tuvo una relación amorosa en España y que será una de sus amistades en Inglaterra. Quizás con ello Cernuda quería decir que Richardson también se hallaba presente en aquella ocasión. 

Atardecía "con un olor a gato" (otra nota descriptiva muy sugerente que alude al  hedor de las calles y a la eterna compañía de los ancianos), y en las casas, empezaban los preparativos de las cenas ("despertaba ruidos en cocinas" v. 16). Junto al poeta, un hombre tomaba té. Lógicamente, se trataba de un anciano, "con la misma fatiga / del muerto que volviera / desde la tumba a una fiesta mundana" (vv. 21-23). De nuevo se proyecta su percepción subjetiva en la descripción de cuanto le rodea. En una conversación que surgió en una esquina del salón, siempre silencioso, Cernuda escuchó una palabra "densa como una lágrima cayendo, [...]: España" (vv.27-28). Esta palabra generó "un cansancio sin nombre" en la cabeza del poeta, agotado por el recuerdo de su país.

Acabado el acto, abandonaron el edificio. Al llegar a la calle, Cernuda coincidió de nuevo con el anciano, que caminaba despacio ("como si fuera solo bajo un peso invisible, / arrastrando la losa de su tumba", vv. 40-41). El anciano le dijo algo "con acento extranjero"  (por aquel entonces Cernuda aún no sabía hablar inglés), y más tarde añadió la lapidaria frase final: España no era ya más que un nombre, porque España había muerto. El hombre se desvaneció. 

La inesperada conclusión del poema nos devuelve a ese contexto histórico en el que se encuadra: la Guerra Civil está en su último tramo, y el país, a punto de caer en manos de los nacionales, "ha muerto" para la causa republicana que parece ser el motivo de la reunión en el viejo salón del Temple. No en vano los asistentes son ancianos, miembros de una sociedad caduca desplazados por la vertiginosa juventud del fascismo y de los totalitarismos surgidos en Europa. Cernuda escribe el poema en 1939, finalizada ya la contienda, pero la anécdota anticipa el trágico final de la guerra y el triste destino de la causa que el poeta, como tantos otros exiliados, defendía.

"Elegía española I" ( de "Las Nubes")


"Elegía española I"

Dime, háblame
Tú, esencia misteriosa
De nuestra raza
Tras de tantos siglos,
Hálito creador                                                      5
De los hombres hoy vivos,
A quienes veo por el odio impulsados
Hasta ofrecer sus almas
A la muerte, la patria más profunda.

Cuando la primavera vieja                                    10
Vuelva a tejer su encanto
Sobre tu cuerpo inmenso,
¿Cuál ave hallará nido
y qué savia una rama
Donde brotar con verde impulso?                          15
¿Qué rayo de la luz alegre,
Qué nube sobre el campo solitario,
Hallarán agua, cristal de hogar en calma
Donde reflejen su irisado juego?

Háblame, madre;                                                 20
y al llamarte así, digo
Que ninguna mujer lo fue de nadie
Como tú lo eres mía.
Háblame, dime
Una sola palabra en estos días lentos.                    25
En los días informes 
Que frente a ti se esgrimen
Como cuchillo amargo
Entre las manos de tus propios hijos.

No te alejes así, ensimismada                                30
Bajo los largos velos cenicientos
Que nos niegan tus anchos ojos bellos.
Esas flores caídas,
Pétalos rotos entre sangre y lodo,
En tus manos estaban luciendo eternamente           35
Desde siglos atrás, cuando mi vida
Era un sueño en la mente de los dioses.

Eres tú, son tus ojos lo que busca
Quien te llama luchando con la muerte,
A ti, remota y enigmática                                       40
Madre de tantas almas idas
Que te legaron, con un fulgor de piedra clara,
Su afán de eternidad cifrado en hermosura.


Pero no eres tan sólo
Dueña de afanes muertos;                                      45
Tierna, amorosa has sido con nuestro afán viviente,
Compasiva con nuestra desdicha de efímeros.
¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?

Contempla ahora a través de las lágrimas:

Mira cuántos traidores,                                           50
Mira cuántos cobardes
Lejos de ti en fuga vergonzosa,
Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada,            55
Tus hijos sienten oscuramente
La recompensa de estas horas fatídicas.

No sabe qué es la vida
Quien jamás alentó bajo la guerra.
Ella sobre nosotros sus alas densas cierne,              60
y oigo su silbo helado,
y veo los muertos bruscos
Caer sobre la hierba calcinada,
Mientras el cuerpo mío
Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.        65

No sé qué tiembla y muere en mí
Al verte así dolida y solitaria,
En ruinas los claros dones
De tus hijos, a través de los siglos;
Porque mucho he amado tu pasado,                       70
Resplandor victorioso entre sombra y olvido.

Tu pasado eres tú
Y al mismo tiempo es
La aurora que aún no alumbra nuestros campos.
Tú sola sobrevives.                                               75
Aunque venga la muerte;
Sólo en ti está la fuerza
De hacernos esperar a ciegas el futuro.

Que por encima de estos yesos muertos
Y encima de estos yesos vivos que combaten,         80
Algo advierte que tú sufres con todos.
Y su odio, su crueldad, su lucha,
Ante ti vanos son, como sus vidas,
Porque tú eres eterna
Y sólo los creaste                                                  85
Para la paz y gloria de su estirpe.


Escrito en Valencia entre el 25 y el 27 de febrero de 1927, su título original era "Elegía española 1937". Al incluirlo en La realidad y el deseo, Cernuda elimina la referencia temporal, decisión que también toma con otros poemas de la serie para evitar cualquier lectura circunstancial y lograr un acercamiento mucho más global.  

El poeta dirige un lamento a España, personalizado en la figura de una mujer. El poeta empieza indagando por cuál es la esencia misteriosa de su raza, de tantos siglos de historia, y que está inmersa en una lucha fraticida (vv. 1 -9). A causa de esa guerra, el poeta duda que al llegar la primavera se encuentre ningún recurso (nido, rama, savia, rayo de luz, nube, agua) que pueda favorecer el resurgimiento de la vida (vv. 10-19).

España se presenta como madre, pues el poeta afirma que ninguna otra mujer puede ser más madre que la propia patria. Le pide una palabra, una respuesta en esos días de conflicto en los que sus hijos se enfrentan con "cuchillo  amargo" (vv. 20-29). Le pide a la patria que no se aleje, que no retire su vista benefactora; su protección había antes mantenido con vida a todos esos muertos ("flores caídas") que formaban parte del país desde hacía siglos, mucho antes de nacer él (vv. 30-37).

Aquellos que mueren por España es a ella a quien buscan; por ella sacrifican su existencia, "su afán de eternidad" (vv. 38-43). Pero no solo del destino de los muertos es ella responsable; lo ha sido también del de los vivos durante mucho tiempo, y fue compasiva ante sus desdichas aunque ellos no fueran dignos de ella (vv. 44-48).

Le pide que vea a través de las lágrimas la gran cantidad de traidores a la patria que han huido de ella, y que no olvide a los que permanecen a su lado, que sienten con ello la recompensa de compartir los momentos difíciles (vv. 49-57).

Solo entiende lo que es la vida quien ha vivido la guerra, y el poeta sufre bajo su trágico dominio la muerte a su alrededor y el enfrentamiento de unos con otros; Cernuda lo expresa con acierto a través de la imagen de los cuerpos, que permite marcar una distancia y mostrar que no hay diferencia entre las personas de uno y otro bando: "mientras el cuerpo mío / sufre y lucha con unos enfrente de esos otros" (vv. 58-65).   

El poeta sufre al ver su patria en ruinas, destruida y sola, porque él amaba su pasado, "resplandor victorioso entre sombra y olvido" (vv. 66-71). Identifica a la patria con su pasado, con todo lo que ha sido, y al mismo tiempo con el futuro, "la aurora que aún no alumbra nuestros campos". Únicamente la patria tiene la capacidad de generar esperanza en sus habitantes (vv. 72-78).

Cernuda concluye que España sufre por todos, los vivos y los muertos a ambos lados de la contienda, y que todo el odio y la ira que desperdician en el combate son insignificantes para ella, que está por encima de eso; ella los creó "para la paz y gloria de su estirpe" (vv. 79-86).

Es evidente el tono elegíaco por la crueldad que se está viviendo en España, y Cernuda denuncia las muertes inútiles que el enfrentamiento se está cobrando; pero no lo hace cargando contra un solo bando, sino que, a través de la personificación de España, consigue transmitirnos que para ella (y por extensión, para él mismo) da igual la bandera bajo la que luchen los caídos. Para él es mucho más importante la salvaguardia de la raza española, que garantiza la "gloria de su estirpe". El pasado al que apela el poeta (pasado mítico de grandeza artística) es el que debe prevalecer, para que se reproduzca en futuras generaciones. Aparecen así en el poema las dos visiones de España que hemos comentado en la introducción: la crítica a la Guerra Civil y la exaltación de la imagen idealizada de la patria.  

"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...