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miércoles, 5 de febrero de 2020

"El indolente" (de "Como quien espera el alba")



Con hombres como tú el comercio sería
Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre
De ninguno comprada, dejaría a la tierra
Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza
El comercio podría allanarle un camino.                          5

Durante las tardes meridionales del verano,                     
A través de una clara ciudad, solas las calles,
Llevaría en cestillo guirnaldas de jazmines,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas verdes
oculto su blancor, como alas de paloma.                         10

Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera
Para su gracia oculta tal vez la fresca gala
De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho.
Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
Una moneda a cambio dejaría en tus manos.                 15

Así, al ponerse la tarde, tú podrías
De un vino trasparente beber el calor rubio,
Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Y luego silencioso, tendido junto al río,
Ver latir en la honda noche las estrellas.                         20

"Indolencia" era una de las palabras claves de Perfil del aire / Primeras Poesías, y aquí Cernuda la utiliza como título del poema, recuperando así la importancia que tenía en aquel libro. Sin embargo, lo hace con un sentido diferente: lo que en sus poemas iniciales significaba insensible, falto de emoción y de energía como símbolo del inmovilismo del yo poético (el joven Cernuda encerrado en la habitación en penumbra sin atreverse a salir), aquí se utiliza como sinónimo de "perezoso" para definir una de las esencias del ser andaluz, que había sido motivo de una serie de artículos de Ortega y Gasset en la década de los 30; Cernuda se identificaba con dicha definición y había escrito en semejantes términos al hablar de Bécquer y de Andalucía. Cernuda no acepta esa pereza como algo negativo sino como consecuencia de la vida en contacto con la naturaleza, mucho más cercana a lo natural. Años más tarde, encontrará esa misma actitud en México, lo que le hará encontrar vínculos entre el país americano y su tierra. 

Hay que entender el poema teniendo en cuenta dichos antecedentes, y que Cernuda lo escribe en su etapa inglesa, atrapado en un clima frío, con semanas sin luz, que le hacen recordar la temperatura de su tierra y la claridad de su días. No es de extrañar por tanto que Cernuda recree su ciudad natal (que podemos reconocer por una serie de elementos) como hace en otros textos de esa época, precisamente cuando empieza a escribir los poemas en prosa que conformarán Ocnos, libro centrado en el recuerdo de su infancia y los espacios de su juventud.   

El poema se compone de cuatro estrofas de cinco versos cada una, en su mayoría alejandrinos libres (sin rima). En la primera estrofa, el poeta se dirige a sí mismo (la 2ª persona característica de esta etapa de su poesía) para imaginar como podría ser su vida si se dedicara al comercio de las flores en Sevilla; conociendo su falta de impulso y energía, Cernuda reconoce que su trabajo no le costaría ni sudor ni sangre (porque no se esforzaría), y tampoco acabaría con los recursos naturales ("dejaría a la tierra / intactos sus veneros", vv. 3-4). Pese a todo, el trabajo podría sacarlo de la pobreza en la que vive (v. 5). 

Cernuda se deja llevar por la ensoñación de suponer cómo sería su día a día: por las tardes pasearía su cesta con jazmines y magnolias por las calles vacías de la ciudad, inundándolo todo con su aroma (estrofa dos); su negocio le permitiría el galanteo inocente con mujeres que, desde las rejas de sus ventanas, le comprarían flores para prenderlas en su pelo o en su pecho (estrofa tres); acabada la jornada de trabajo, él podría disfrutar de un vino y algo de comida, y contemplar el cielo lleno de estrellas desde la orilla del rio, tumbado en su rivera (estrofa cuatro). Son esos elementos impresionistas (el río, la luz, las calles vacías en verano) las que permiten recomponer la imagen de su ciudad, aunque por extensión podrían tomarse como una representación de Andalucía. 

El poeta se permite en este poema la libertad de fantasear con una vida posible, mucho más prosaica que la que lleva  (pero quizás mucho más feliz), apegado a las cosas sencillas de la vida y con tiempo suficiente para disfrutar de la naturaleza y el clima de su patria, que añora en el exilio inglés de lluvia, soledad y días oscuros en el que se halla atrapado. 

"Góngora" (de "Como quien espera el alba")


"Góngora"

El andaluz envejecido que tiene gran razón para su orgullo,
El poeta cuya palabra lúcida es como diamante,
Harto de fatigar sus esperanzas por la corte,
Harto de su pobreza noble que le obliga
A no salir de casa cuando el día, sino al atardecer, ya que las sombras,        5
Más generosas que los hombres, disimulan
En la común tiniebla parda de las calles
La bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su traje;
Harto de pretender favores de magnates,
Su altivez humillada por el ruego insistente,                                               10
Harto de los años tan largos malgastados
En perseguir fortuna lejos de Córdoba la llana y de su muro excelso,
Vuelve al rincón nativo para morir tranquilo y silencioso.

Ya restituye el alma a soledad sin esperar de nadie
Si no es de su conciencia, y menos todavía                                                 15
De aquel sol invernal de la grandeza
Que no atempera el frío del desdichado,
Y aprende a desearles buen viaje
A príncipes, virreyes, duques altisonantes,
Vulgo luciente no menos estúpido que el otro;                                             20
Ya se resigna a ver pasar la vida tal sueño inconsistente
Que el alba desvanece, a amar el rincón solo
Adonde conllevar paciente su pobreza,
Olvidando que tantos menos dignos que él, como la bestia ávida
Toman hasta saciarse la parte mejor de toda cosa,                                      25 
Dejándole la amarga, el desecho del paria.

Pero en la poesía encontró siempre, no tan sólo hermosura, sino ánimo,
La fuerza del vivir más libre y más soberbio,
Como un neblí que deja el puño duro para buscar las nubes
Traslúcidas de oro allá en el cielo alto.                                                        30
Ahora al reducto último de su casa y su huerto le alcanzan todavía
Las piedras de los otros, salpicaduras tristes
Del aguachirle caro para las gentes
Que forman el común y como público son arbitro de gloria.
Ni aun esto Dios le perdonó en la hora de su muerte.                                   35
Decretado es al fin que Góngora jamás fuera poeta,
Que amó lo oscuro y vanidad tan sólo le dictó sus versos.
Menéndez y Pelayo, el montañés henchido por sus dogmas,
No gustó de él y le condena con fallo inapelable.


Viva pues Góngora, puesto que así los otros                                                40
Con desdén le ignoraron, menosprecio
Tras del cual aparece su palabra encendida
Como estrella perdida en lo hondo de la noche,
Como metal insomne en las entrañas de la tierra.
Ventaja grande es que esté ya muerto                                                        45
Y que de muerto cumpla los tres siglos, que así pueden
Los descendientes mismos de quienes le insultaban
Inclinarse a su nombre, dar premio al erudito,
Sucesor del gusano, royendo su memoria.
Mas él no transigió en la vida ni en la muerte                                               50
Y a salvo puso su alma irreductible
Como demonio arisco que ríe entre negruras.

Gracias demos a Dios por la paz de Góngora vencido;
Gracias demos a Dios por la paz de Góngora exaltado;
Gracias demos a Dios, que supo devolverle (como hará con nosotros),           55
Nulo al fin, ya tranquilo, entre su nada.



Góngora fue el poeta que había servido de elemento unificador a la Generación del 27. Recordemos que fueron los actos de celebración del III Centenario de su muerte lo que convocó a los poetas en Sevilla. Sin embargo, su significado en este poema es bien distinto. En primer lugar, no debemos olvidar que Cernuda no sintió gran admiración por el poeta cordobés y que sus modelos clásicos preferidos fueron Garcilaso y Fray Luis (como recordamos al hablar de "Égloga, Elegía, Oda"). Cernuda no escribió ningún poema en los actos de homenaje de Sevilla, como explica Derek Harris, ni se dejó contagiar por su estilo culterano, como sí hicieron otros poetas como Alberti o Miguel Hernández. 

El gran poeta barroco es utilizado en este poema con otra intención, que ya hemos comentado en la introducción al libro: Cernuda dedica varios poemas a personajes desplazados y solitarios que simbolizan su propio alejamiento del orden establecido. La visión que ofrece de Góngora no es triunfante sino humana y decadente, subrayando el desprecio que la corte sentía por el poeta del Siglo de Oro.

El poema, de cierta extensión (56 versos), se divide en cuatro estrofas de trece versos cada una, y otra final, de cuatro, que le sirve de cierre. No hay rima y la medida de los versos es irregular, tendente al prosaísmo (aunque se trate de un estilo muy depurado y personal, claramente literario). 

La primera estrofa nos presenta a un Góngora envejecido que vuelve a su ciudad natal, Córdoba, ante la imposibilidad de mantenerse en Madrid. Contrasta poderosamente su orgullo, "su palabra lúcida" y su "pobreza noble" con el desprecio de la Corte hacia su persona. Cernuda muestra de forma sutil el carácter orgulloso del cordobés, que no se atreve a salir de día y solo lo hace de noche para que los demás no vean el estado de su coche y sus ropas gastadas (v. 8, "la bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su traje"), disimulándolo con la oscuridad. Cansado de buscar inútilmente el apoyo de mecenas y nobles ante los que se arrastra, vuelve a su ciudad, que es evocada con una cita al famoso soneto gongorino ("lejos de Córdoba la llana y de su excelso muro", v. 12).

La segunda estrofa nos describe la aceptación estoica de Góngora, que de vuelta a su tierra no espera ya nada de nadie (en el verso se ven ecos de la famosa afirmación de Cernuda "No sé nada, no espero nada, no quiero nada" pronunciada en los años 30), y se aleja de la nobleza que tan poco favor le ha hecho, a la que compara con la plebe: "Vulgo luciente no menos estúpido que el otro" (v. 20). Cernuda está proyectando su propio desprecio por la gente vulgar, de la que se aleja, independientemente de su poder adquisitivo. Para él son igual de superficiales, y no aportan nada a su vida. Igualmente, ese compromiso con su propia conciencia es algo característico de Cernuda, rasgo que otorga en este poema al cordobés, trasunto de sí mismo. Góngora, en su exilio interior, admite con resignación su pobreza viviendo en su pequeño "rincón" (así lo denominaba el poeta cordobés), siguiendo las ideas contenidas en el tópico literario "desprecio de corte, alabanza de aldea" tan querido por el poeta barroco y que también casaba con las inclinaciones de Cernuda. En los últimos versos de la estrofa, Góngora asume incluso que haya poetas con menor talento que él que estén disfrutando del éxito y que a él solo le dejen "el desecho del paria" (v. 26). También en ello podemos ver un reflejo de la situación del propio Cernuda, que desde el exilio inglés, conocía el panorama poético de España, dominado por autores afines al régimen franquista que no tenían su calidad y que en cambio contaban con éxito y facilidades para publicar. 


La tercera estrofa se centra en el poder de la poesía, que se convierte para Góngora (Cernuda) en el único sustento de su existencia, única forma de trascender y elevarse por encima de la vulgaridad del mundo. Se vale para ello de la comparación con el neblí (ave de presa de la familia del halcón), que vuela hasta las nubes y al cielo. Su uso no es gratuito: por un lado, Góngora había dedicado una sección de sus Soledades a la cetrería, donde las aves eran descritas como sinónimos de fuerza, altura y libertad; por otro, el neblí que deja el "puño duro" (la mano sobre la que se apoya antes de emprender el vuelo) puede representar a esos nobles y señores que no supieron ver la grandeza de Góngora y no le dieron su ayuda, mientras él ascendía hacia la gloria poética. Frente a esas imágenes de claridad y luz, los versos 31-35 introducen de nuevo el rechazo ignorante que lo persigue hasta su propia casa, ese pueblo que tira piedras (insultos, descalificaciones) ante una poesía que no comprende, convertido en "árbitro de gloria" por ser ese el sentir general aunque no por ello válido. En el aguachirle (cosa sin valor, que aquí simboliza esos ataques sin sustento) hay también otra referencia a Góngora y a su famoso soneto Patos de la aguachirle castellana, escrito contra Lope de Vega y sus defensores. 


La consideración de oscuro, difícil e incluso ridículo que la tradición posterior asignó a Góngora y a su poesía hace que Cernuda afirme que ni siquiera se le concediera el título de poeta, pues solo escribió sus versos por vanidad (vv. 36-37); el gran crítico del siglo XIX Menéndez Pelayo no ayudó tampoco a recuperar la obra del cordobés, y fue muy crítico con sus Soledades. Cernuda lo describe con ironía y desprecio: "montañés henchido por sus dogmas" (era santanderino, de ahí la referencia a la montaña), soberbio y seguro de sus ideas. La figura de cualquier crítico literario siempre se presentará con tintes negativos en la poesía de Cernuda, como recuerdo de la reacción a su primer libro, Perfil del aire. (Lo hemos hablado en una entrada anterior). 


La cuarta estrofa sirve para alabar la figura de Góngora; Cernuda se levanta para glorificarlo ("Viva pues Góngora", v. 40) frente a aquellos que no apreciaron su poesía; la palabra del cordobés brilla "como estrella" (v. 43), "como metal" (v. 44), y Cernuda ironiza constatando que está bien que Góngora haya muerto y que hayan pasado tres siglos, pues los descendientes de aquellos que entonces lo insultaron y despreciaron son los que ahora participan en la admiración colectiva por el autor barroco. De nuevo hay un ataque al crítico y al investigador ("erudito", v. 48) que presenta como "sucesor del gusano, royendo su memoria", pues su trabajo se sustenta en ahondar en la vida privada del artista, haciendo públicas sus miserias y sus intimidades. Pero Góngora estaba por encima de todo eso, y "su alma irreductible" se reía de esas vanaglorias que despreciaba. 


La estrofa final, mucho más breve (4 versos), sirve de cierre a modo de oración con una misma estructura que se repite ("Gracias demos a Dios"), a la manera de las salmodias bíblicas que utilizan estructuras repetitivas. En ella, la identificación de Cernuda con Góngora es explícita (ese "nosotros" del v. 55), y donde se pone de manifiesto que más allá de rechazos ("Góngora vencido") o  de actos de reconocimiento ("Góngora exaltado"), el poeta solo alcanzará la paz con la muerte, a la que llega sin doblegarse ante nadie, fiel a sí mismo y a su conciencia. Concluye así el poema con la identificación absoluta de Cernuda con el destino del poeta barroco, símbolo del artista víctima de la incomprensión del público y del desprecio de quienes carecen de su talento.      

martes, 4 de febrero de 2020

"Tierra nativa" (de "Como quien espera el alba")


               "Tierra nativa"

Es la luz misma, la que abrió mis ojos
Toda ligera y tibia como un sueño,
Sosegada en colores delicados
Sobre las formas puras de las cosas.

El encanto de aquella tierra llana,                 5
Extendida como una mano abierta,
Adonde el limonero encima de la fuente
Suspendía su fruto entre el ramaje.

El muro viejo en cuya barda abría
A la tarde su flor azul la enredadera,            10
Y al cual la golondrina en el verano
Tornaba siempre hacia su antiguo nido.

El susurro del agua alimentando,
Con su música insomne en el silencio,
Los sueños que la vida aún no corrompe,      15
El futuro que espera como página blanca.

Todo vuelve otra vez vivo a la mente.
Irreparable ya con el andar del tiempo,
Y su recuerdo ahora me traspasa
El pecho tal puñal fino y seguro.                  20

Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?



De nuevo regresa Cernuda al tema de la tierra perdida en un poema de estructura regular (se compone de seis estrofas de cuatro versos cada una, siendo en su mayoría endecasílabos, excepto los vv. 7, 10, 15, 16, 18 y 24 que son alejandrinos).  


La luz parece ser el detonante del recuerdo, que aparece al principio del poema. Cernuda ve una luz que le hace pensar en la de su tierra ("Es la luz misma"), la que lo recibió al nacer ("la que abrió mis ojos") en ese paraíso perdido de la infancia que es su patria presentado de manera idealizada (vv. 3-4).

Pasa el poeta a continuación a recordar distintos escenarios de su tierra: las vegas propias de Andalucía, llanas sin apenas vegetación, y una casa que se presenta de forma metonímica; no se describe la casa pero sí el limonero cuyas ramas cubrían la fuente y los muros y el seto ("la barda") que rodeaba el jardín con sus enredaderas. Visión muy impresionista de la vivienda que además no está exenta de literatura. Hay dos claras referencias poéticas: el limonero de la infancia de Machado y las golondrinas de Bécquer, dos poetas sevillanos que ayudan a construir esa imagen de su ciudad natal con el filtro sublimado que da la distancia. 

La siguiente estrofa se centra en la paz de ese jardín, cuya tranquilidad solo perturba el leve sonido de la fuente; ese entorno familiar, rememorado desde el presente, es un espacio de promesas futuras, el ámbito de la infancia donde todo aún se puede conseguir, no hay sueños imposibles y lo que está por venir es solo una "página en blanco".

Sin embargo, ese mundo de posibilidades choca con la realidad en la estrofa quinta; la memoria aviva el recuerdo, que se confronta con un presente donde esas múltiples perspectivas se han reducido al mínimo y esos sueños no se han alcanzado. El paso del tiempo, inexorable, hace que la evocación de aquel pasado feliz lleno de oportunidades solo cause dolor al poeta ("y su recuerdo ahora me traspasa / el pecho tal puñal fino y seguro"). 

En la estrofa final, Cernuda concluye, por medio de una serie de interrogaciones retóricas, que es imposible despojarse del recuerdo de la tierra donde nació, pues su añoranza se acentúa cuanto más lejana la siente, del mismo modo que no se puede olvidar el primer amor (v. 22) ni arrancar la raíz del árbol joven y vigoroso (v.21).

Los ecos de Bécquer se aprecian igualmente en esas interrogaciones finales, procedimiento muy habitual en el poeta romántico, e incluso en la referencia al puñal del v. 20 (piénsese en la famosa rima XLII). Es evidente que Bécquer forma parte del imaginario de Cernuda asociado a su juventud, época en la que empezó a leer sus poemas. El poeta del siglo XIX influyó poderosamente en su formación (y en libros posteriores como "Donde habite el olvido", como ya hemos comentado) y es lógico que lo evoque al rememorar su ciudad natal y sus primeros años.      

martes, 29 de enero de 2019

"Amando en el tiempo" (de "Como quien espera el alba")


"Amando en el tiempo"


El tiempo, insinuándose en tu cuerpo,
tal la nube de polvo en fuente pura,
aquella gracia antigua desordena
y clava en mí una pena silenciosa.

Otros antes que yo vieron un día,                    5
y otros luego verán, cómo decir
la amada forma esbelta, recordando
de cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso.

Pero la vida solos la aprendemos,
y placer y dolor se ofrecen siempre                 10
tal mundo virgen para cada hombre;
así mi pena inculta es nueva ahora.

Nueva como lo fuese al primer hombre,
que cayó con su amor del paraíso
cuando viera, tal cielo ya vencido                    15
por sombra, envejecer el cuerpo amado.


   Este breve poema de Cernuda es uno de los últimos que componen el libro Como quien espera el alba. Se divide en cuatro estrofas de cuatro versos cada una (cuartetos), de versos endecasílabos libres (sin rima). Su contenido meditativo y trascendental debe mucho a las lecturas de poetas ingleses, así como a la tradición clásica española, pues su tema responde a uno de los grandes tópicos literarios, el tempus fugit

   Cernuda medida sobre el paso del tiempo contemplando su efecto sobre el cuerpo. El uso del "tú", que ya comentamos en la introducción al libro, puede entenderse como una referencia al propio poeta, aunque también puede estar referida al amado. En este último caso, ese amado es más una ensoñación que una realidad, o es el resultado de la meditación de Cernuda, que recuerda a sus antiguos amantes y reflexiona sobre cómo el paso de los años habrá estropeado la belleza de sus cuerpos. Esta última última hipótesis parece ser la más acertada; el tiempo, de forma sutil, se hace visible en un cuerpo que en el pasado destacó por su atractivo. Esta idea provoca la tristeza del poeta ("clava en mí una pena silenciosa", v. 4). En el v.3 hay una referencia clara al famoso verso "el viento mueve, esparce y desordena" de Garcilaso del soneto XXIII (que trata también el tema del tempus fugit), que acentúa la idea de que el poema está dirigido a otra persona. 


   En la segunda estrofa, el poeta admite que otros antes que él (v. 5), y otros después (v. 6) se maravillarán ante la belleza del cuerpo amado, que hace pensar en la divinidad por la perfección que puede llegar a mostrar ("de cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso", v. 8); sin embargo, dicha hermosura está unida inevitablemente a la fugacidad, al envejecimiento y a la muerte. Aceptar dicha verdad es el contenido de la tercera estrofa, donde el poeta reconoce que solo aprendemos por la propia experiencia ("Pero la vida solos la aprendemos", v. 9): por mucho que hayamos oído la recomendación en boca ajena, el placer y el dolor "se ofrecen siempre / tal mundo virgen para cada hombre" (vv. 10-11), y todo lo que nos sucede, al ser la primera vez que nos pasa, nos parece que nadie lo ha vivido antes. "Así mi pena inculta es nueva ahora", "nueva" por ser la primera vez que el poeta se plantea esa reflexión e "inculta" por desconocimiento de tantos testimonios anteriores que nos advierten de ello.

   La estrofa final insiste de manera hiperbólica que esto ya fue así para el primer hombre (Adán), que fue expulsado del Paraíso por seguir los consejos de Eva ("su amor"), y que perdió la inmortalidad para contemplar cómo envejecía el cuerpo de su amada, por la que había renunciado al Jardín de Dios. La constatación del paso del tiempo se acentúa así con la ejemplificación de que ha sido así desde el inicio de la humanidad, y que lo seguirá siendo en el futuro: Con este cierre escéptico y pesimista Cernuda introduce un tema que se volverá recurrente en poemas posteriores. 

lunes, 28 de enero de 2019

"Como quien espera el alba" (1941-1944)


Los poemas contenidos en este libro fueron escritos entre Glasgow y Oxford (1941-1943) durante su estancia inglesa,  a excepción de dos poemas que ocupan una posición final en la colección, compuestos ya en Cambridge (1944). Es uno de los períodos más duros de Cernuda, que vive en una ciudad que no le gusta y sueña con regresar a España. El título hace referencia a un doble amanecer: el que suponga el fin de la contienda (la II Guerra Mundial que ha sucedido a la Guerra Civil Española sin apenas descanso), y el que traiga un nuevo futuro para él, condenado a un exilio que cada vez se hace más permanente.

Como Cernuda explica en Historial de un libro fue uno de las etapas más prolíficos de su carrera: "fue uno de los períodos de mi vida cuando más requerido me vi por temas y experiencias que buscaban expresión en el verso; a veces, no terminado aún un poema, otro quería surgir. [...] Es quizás una de las colecciones de mis versos donde mas cosas hay que prefiero". Esta predilección de Cernuda también ha sido manifestada por otros críticos y poetas, como Francisco Brines, que lo considera su mejor libro.

La lectura de la Biblia, así como la del filósofo Kierkegaard y la correspondencia de Goethe y Schiller, son influencias que se transmiten en su poesía, preocupada por la meditación sobre la existencia humana en un momento histórico complejo. Tras la incursión de la realidad histórica de Cernuda en el poemario anterior, aquí el poeta opta por un tono mucho más introspectivo. La preocupación por la historia, presente en Las Nubes, desaparece de este libro (al igual que el amor, que tampoco aparecía en aquel poemario).

En este libro se generaliza el uso de la segunda persona característico de su poesía de madurez, que le permitía una referencia externa a sí mismo, y que también utiliza en Ocnos, colección de poemas en prosa que escribe en la misma época. Su tendencia al monólogo interior adquiere tonos de coloquialismo.

La sed de eternidad, el deseo de trascender, es uno de los temas fundamentales la colección (aunque no de toda su obra, como ha sostenido el crítico Philip Silver). Cernuda carece de un contacto real con sus lectores en el destierro, y tampoco encuentra un objetivo claro en su vida (ausente el amor de ella en este momento); de ahí que se vuelque en la creación poética y dedique poemas a la reflexión sobre su propia obra, la vuelta a textos ya conocidos, o el malestar por los elogios. También dedica varios poemas a personajes desplazados y solitarios que simbolizan su propio alejamiento del orden establecido. 

En cuanto al estilo, el libro continúa el camino iniciado en Las Nubes, que lo lleva a profundizar en esa voz propia, tendente a lo prosaico; sin embargo, la aparente simplicidad de su estilo no es tal: su sintaxis se hace más compleja y sinuosa, con abundantes digresiones y circunloquios, en consonancia con el carácter meditativo de la colección. Hace además un continuo uso del encabalgamiento (que asegura haber aprendido de Hölderlin) y una abundante combinación métrica, aunque con predominio de los versos heptasílabos, eneasílabos y endecasílabos.

"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...