viernes, 18 de enero de 2019

"Quisiera estar solo en el sur" (de "Un río, un amor")




“Quisiera estar solo en el sur”

                          Quizá mis lentos ojos no verán más el sur 
                          de ligeros paisajes dormidos en el aire, 
                          con cuerpos a la sombra de ramas como flores 
                          o huyendo en un galope de caballos furiosos. 

                          El sur es un desierto que llora mientras canta, 
                          y esa voz no se extingue como pájaro muerto; 
                          hacia el mar encamina sus deseos amargos 
                          abriendo un eco débil que vive lentamente. 

                          En el sur tan distante quiero estar confundido. 
                          La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta; 
                          su niebla misma ríe, risa blanca en el viento. 
                          Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

El título del poema, según el propio Cernuda, proviene de un disco de jazz, I want to be alone in the South, que le sirvió de inspiración para escribirlo. La utilización de títulos de películas, discos o canciones es una técnica surrealista derivada del collage que se aprecia en muchos poemas de este libro. El sur al que hace referencia es el que corresponde a los estados sureños de Estados Unidos, aunque algunos críticos han querido ver en ello en realidad una referencia velada a Andalucía, espacio de la infancia y adolescencia (de nuevo, el paraíso perdido) de la que se encuentra alejado. 

El poema presenta dicho espacio como un lugar al que el poeta no volverá (“Quizás mis lentos ojos no volverán al sur”) y que pese a su dureza posee un atractivo y una magia que no tienen otros lugares: “El sur es un desierto que llora mientras canta”, “Su niebla misma ríe, blanca en el viento”, “Su oscuridad, su luz son bellezas iguales”. La presentación del sur como espacio utópico es habitual en las canciones tradicionales americanas y Cernuda parece haberse inspirado en ello para el poema. Se muestra como un naturaleza desbordante ("a la sombra de ramas como flores"), dotada de una energía y una pasión desbordante ("un galope de caballos furiosos"). La aspiración del poeta es confundirse con ese sur tan distante  (v. 9), es decir, formar parte de ese mundo que está tan lejos. 

Temáticamente, pertenecería a ese segundo grupo de poemas centrados en paisajes exóticos y lejanos del que hemos hablado en la introducción que responden a un claro deseo de evasión por parte del poeta, que busca un espacio propicio dado que en el que habita no ha conseguido la felicidad que desea. Desde el punto de vista formal, Cernuda recurre de nuevo al alejandrino y al verso  libre ordenados en tres cuartetos, como en el poema anterior, manteniendo aún una forma tradicional.

jueves, 17 de enero de 2019

"Remordimiento en traje de noche" (de "Un río, un amor")




      “Remordimiento en traje de noche”

            Un hombre gris avanza por la calle de niebla;
        No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vacío;
           Vacío como pampa, como mar, como viento,
                Desiertos tan amargos bajo un cielo implacable.

  Es el tiempo pasado, y sus alas ahora
              Entre la sombra encuentran una pálida fuerza;
             Es el remordimiento, que de noche, dudando,
           En secreto aproxima su sombra descuidada.

             No estrechéis esa mano. La yedra altivamente
            Ascenderá cubriendo los troncos del invierno.
          Invisible en la calma el hombre gris camina.
                    ¿No sentís a los muertos? Mas la tierra está sorda.


El primer poema del libro nos introduce rápidamente en el tono afectivo del poemario. Presenta a un hombre gris que avanza por la ciudad, figura alegórica del tiempo pasado, objeto de los remordimientos, ahora inalcanzable. Su vacío interior es inmenso, y se acentúa por la acumulación de comparaciones (v. 3 "como pampa, como mar, como viento") que insisten en su tamaño. Es un ángel caído (no puede usar ya sus alas: "y sus alas ahora / entre la sombra encuentran una pálida fuerza" ) del que conviene alejarse para no contaminarse, como se afirma en los v. 9-10 (“la yedra altivamente / ascenderá cubriendo los troncos del invierno”). A pesar del sufrimiento que simboliza (¿"No sentís a los muertos?"), el mundo parece ajeno a su dolor (“Mas la tierra está sorda”).

El poema utiliza la técnica de la antropomorficación (es decir, la presentación en forma humana de un concepto, una idea o un sentimiento); en este caso, se trata del remordimiento, a modo de símbolo, que aparece ya en el título y en verso. Ese procedimiento literario de antropomorficación se da ya en el título, pues presenta al remordimiento con ropaje humanos, un "traje de noche" que remite al escenario nocturno en el que se desarrolla el poema. La imagen del ángel caído es tópica en la literatura de vanguardia (Sobre los ángeles, de Alberti), así como la del hombre vacío que intenta reflejar el vacío existencial de la época (también aparece en Poeta en Nueva York de Lorca). En este caso, el vacío viene motivado por el fracaso emocional que Cernuda encuentra en su vida, como hemos comentado al hablar del poemario en la entrada anterior. 

No se trata aún de una construcción plenamente surrealista, como si lo serán otros poemas del libro: no hay imágenes inconexas, los símbolos son asimilables, así como las asociaciones empleadas. Este fue el primer poema que Cernuda escribió en Toulouse bajo el impulso del surrealismo (el 15 de abril de 1929) y que lo llevó a continuar su escritura en esa dirección, pero aún se aprecian en él rasgos de su estética anterior, como es el mantenimiento de la métrica tradicional (son todos versos alejandrinos agrupados en cuartetos), aunque se trate de versos libres sin rima. 

"Un río, un amor" (1929)


En noviembre de 1928, tras la muerte de su madre y la venta de la casa familiar, Cernuda se traslada a Toulouse para trabajar como profesor en la universidad dando clases de literatura. Permanecerá en Francia hasta el final del curso en junio de 1929. Se ha comentado que esta estancia fue fundamental para ponerlo en contacto con los escritores franceses surrealistas, pero lo cierto fue que en marzo de 1926 (un año antes de la publicación de Perfil del aire), Cernuda ya había adquirido el libro Le Libertinage de Louis Aragon. Esta lectura no se refleja en su primer libro, pero junto con las obras de André Breton, Paul Éluard o René Crevel, irá creando en él un caldo de cultivo que florecerá durante su estancia en la ciudad francesa. 

Cernuda muestra su interés por algunas de las premisas del surrealismo: la utilización de la escritura automática, que suponía suprimir el control que la conciencia ejercía sobre la producción escrita dejando que la escritura fluyera a partir del inconsciente; la ruptura con el pensamiento lógico que permitía crear asociaciones de ideas libres; la prioridad otorgada a la libertad creativa absoluta, que no se dejaba encorsetar por estrofas, versos o medidas preestablecidas; la técnica del collage, tomada de las artes pictóricas, que permitía insertar en el poema textos de distinta procedencia (canciones, palabras en otros idiomas, títulos de películas, etc.). Especialmente la primera atraerá la atención de Cernuda, quien llegará a afirmar que todos los poemas de sus dos libros surrealistas (Un río, un amor Los placeres prohibidos) surgieron de una vez y no fueron objeto de correcciones. 

Un río, un amor empieza a gestarse en abril durante su estancia en Toulouse y se concluye en Madrid en agosto de 1929. Originariamente, la colección se iba a titular Cielo sin dueño, y la pensaba publicar la editorial C.I.A.P. con un prólogo de Pedro Salinas. Sin embargo, la quiebra de la editorial acabó con el proyecto. En mayo de 1929 los tres primeros poemas habían sido publicados en la revista Litoral bajo el título antes indicado. Al año siguiente, dos poemas más se publican en la Nueva Revista, esta vez bajo la denominación común A Little River a Little Love que parece sacado de una canción americana (práctica habitual en los poemas que componen el libro). Este resulta ser el origen del título definitivo del volumen, que no se dará a conocer en su totalidad hasta su inclusión como la tercera sección de La realidad y el deseo en 1936.

El libro recoge el paulatino alejamiento de Cernuda del verso tradicional y de la estrofa, que se acentúa a medida que avanza el poemario. En los primeros poemas se vale de los alejandrinos agrupados en cuartetos para dar forma a su expresión poética. Ya ha abandonado la rima tras las experimentaciones formales de su libro anterior donde aceptó los condiciones de las estrofas clásicas (cuartetos y silvas) con rima consonante. Cernuda renuncia para siempre a la rima consonante, que no volverá a aparecer en su poesía, y a la asonante solo aparecerá de manera excepcional en algún poema suelto ( como "Un español habla de su tierra", de Las Nubes). 

Cernuda comienza en este libro a adentrarse en la madurez creativa como poeta. Establece la correlación entre la vida y la literatura, que será fundamental en su obra, que debe entenderse como una verdadera biografía literaria. Tras el ambiente juvenil de Primeras poesías, que se debatía entre el intimismo de su cuarto en penumbra y la naturaleza del exterior (las expectativas adolescentes y sus contradicciones), y tras los experimentos formales de Égloga, Elegía, Oda, que mostraba un mundo de evasión con algunos puntos en común con su primer libro (con la evidente fantasía erótica que constituye el último poema, un paso más en la aceptación de sus tendencias sexuales), Un río, un amor es la primera obra adulta del autor. Esa lucha entre el deseo del amor y la imposibilidad de verlo realizado provoca la amargura de Cernuda, que ve cómo se desvanecen sus esperanzas. Como atinadamente apunta Miguel J. Flys, la trágica aceptación de su destino provoca en Cernuda una doble reacción: "la expresión de rebeldía e ira impotente contra el mundo hostil y el desengaño íntimo que culmina en su estado de desolación total".  


El poemario recorre paisajes urbanos, casi siempre de noche, que transmiten la desolación de su alma. El estado emocional del poeta se trasluce ya en los títulos de muchos poemas, que reflejan sufrimiento, desesperación y soledad: “Remordimiento en traje de noche”, “Cuerpo en pena”, “Destierro”, “Oscuridad completa”, “Estoy cansado”, “El caso del pájaro asesinado”, “Desdicha”, “No intentemos el amor nunca”, “Razón de las lágrimas”, “Drama o puerta cerrada”, “Dejadme solo” o “¿Son todos felices?”. El desgarrado sentimiento de angustia solo se interrumpe ocasionalmente por poemas ubicados en tierras lejanas (un Estados Unidos idealizado, producto del cine y la literatura -"Quiero estar solo en el sur", "Nevada", "Daytona"- o países exóticos -"Sombras blancas"-), que sirven como evasión al poeta, que busca en ellos un consuelo a su tristeza.

Estamos ante el primer libro personal de Cernuda, donde comienza a fijarse su inconfundible estilo poético, y una de las cotas de las literatura surrealista en español.     

Poemas sugeridos para la PEvAU extraídos de "La realidad y el deseo"

La Ponencia de Lengua Castellana y Literatura II, tras la sesión de coordinación celebrada en Granada en noviembre, sugiere (pero no fija) la siguiente antología básica para una aproximación a La realidad y el deseo de Luis Cernuda.

En el enlace se puede consultar el listado de los 39 poemas, que serán comentados en el blog de forma individual bajo la etiqueta "Lectura recomendada para la PEvAU". No serán los únicos comentados. Junto a esos 39 poemas se analizarán todos los que se consideren oportunos para un acercamiento lo más exhaustivo posible al mundo poético del poeta sevillano.

"Oda" (de "Égloga, Elegía, Oda")



"Oda"

La tristeza sucumbe, nube impura,
alejando su vuelo con sombrío
resplandor indolente, languidece,
perdiéndose a lo lejos, leve, oscura.
El furor implacable del estío                         5
toda la vida espléndida estremece
y profunda la ofrece
con sus felices horas,
sus soles, sus auroras,
delirante, azulado torbellino.                       10
Desde la luz, el más puro camino,
con el fulgor que pisa compitiendo,
vivo, bello y divino,
un joven dios avanza sonriendo.


¿A qué cielo natal ajeno, ausente                 15
le niega esa inmortal presencia esquiva,
ese contorno tibiamente pleno?
De mármol animado, quiere y siente;
inmóvil, pero trémulo, se aviva
al soplo de un purpúreo anhelar lleno.          20
El dibujo sereno
del desnudo tan puro,
en un reflejo duro,
con sombra y luz acusa su reposo.
Y levantando el bulto prodigioso                   25
desde el sueño remoto donde yace,
destino poderoso,
a la fuerza suprema firme nace.


Pero ¿es un dios? El ademán parece
romper de su actitud la pura calma             30
con un gesto de muda melodía,
que luego, suspendido, no perece;
silencioso, mas vivido, con alma,
mantiene sucesiva su armonía.
El dios que traslucía                                   35                                
ahora olvidado yace;
eco suyo, renace
el hombre que ninguna nube cela.
La hermosura diáfana no vela
ya la atracción humana ante el sentido;       40
y su forma revela
un mundo eternamente presentido.


Qué prodigiosa forma palpitante,
cuerpo perfecto en el vigor primero,
en su plena belleza tan humano.                45
Alzando su contorno triunfante,
sólido, sí, mas ágil y ligero,
abre la vida inmensa ante su mano.
Todo el horror en vano
a esa firmeza entera                                 50
con sus sombras quisiera
derribar de tan fúlgida armonía.
Pero, acero obstinado, sólo fía
en sí mismo ese orgullo tan altivo;
claramente se guía                                   55
con potencia admirable, libre y vivo.


Cuando la fuerza bella, la destreza
despliega en la amorosa empresa ingrata
el cuerpo; cuando trémulo suspira;
cuando en la sangre, oculta fortaleza,        60
el amor desbocado se desata,
el labio con afán ávido aspira
la gracia que respira
una forma indolente;
bajo su brazo siente                                 65
otro cuerpo de lánguida blancura
distendido, ofreciendo su ternura,
como cisne mortal entre el sombrío
verdor de la espesura,
que ama, canta y sucumbe en desvarío.    70


Mas los tristes cuidados amorosos
que tercamente la pasión reclama
de quien su vida en otras manos deja,
el tierno lamentar, los enojosos
hastíos escondidos del que ama                75
y tantas lentas lágrimas de queja,
el azar firme aleja
de este cuerpo sereno;
a su vigor tan pleno
la libertad conviene solamente,                80
no el cuidado vehemente
de las terribles y fugaces glorias
que el amor más ardiente
halla en fin tras sus débiles victorias.


Así en su labio enamorada nace                85
sonrisa luminosa, dilatando
por el viril semblante la alegría.
Y la antigua tristeza ya deshace,
desde el candor primero gravitando,
la amargura secreta que nutría.               90
El cuerpo ya desvía
la natural crudeza
en hermosa destreza
que por los tensos músculos remueve.
Y a la orilla cercana, al agua leve,             95
la forma tras su extraña imagen salta,
relámpago de nieve
bajo la luz difusa de tan alta.


Sonriente, dormida bajo el cielo,
soñaba el agua y transcurría lenta,          100
idéntica a sí misma y fugitiva.
Mas en tumulto alzándose, en revuelo
de rota espuma, al nadador ostenta
ingrávido en su fuga a la deriva.
Y la forma se aviva                                 105
con reflejos de plata:
Ata el río y desata,
en transparente lazo mal seguro,
aquel rumbo veloz entre su oscuro
anhelar ya resuelto en diamante.            110
La luz, esplendor puro,
cálida envuelve al cuerpo como amante.


Un frescor sosegado se levanta
hacia las hojas desde el verde río
y en invisible vuelo se diluye.                 115
La sombra misteriosa ya suplanta,
entre el boscaje ávido y sombrío,
a la luz tan diáfana que huye.
Y la corriente fluye
con su rumor sereno;                            120
todo el cielo está lleno

del trinar que algún pájaro desvela.
El bello cuerpo en pie, desnudo cela,
bajo la rama espesa, entretejida
como difícil tela,                                   125
su cegadora nieve estremecida.


Oh nuevo dios. Con deslumbrante brío
al crepúsculo vuelve vagoroso
su perezosa gracia seductora.
Todo el fúlgido encanto del estío             130
el fatigado bosque rumoroso
en reposo vacío lo evapora.
Vana y feliz, la hora
al sopor indolente
se abandona; no siente                         135
su silenciosa y lánguida hermosura.
Por la centelleante trama oscura
huye el cuerpo feliz casi en un vuelo,
dejando la espesura
por la delicia púrpura del cielo.               140


El poema se titulaba en su primera redacción "Oda a George O'Brien", un famoso actor de cine mudo que gozaba de gran éxito a finales de los años 20. La eliminación de la referencia al actor está en la misma línea de la que señalamos en el poema "Homenaje" (se borró la dedicatoria a Fray Luis de León), que buscaba evitar la particularidad del tema para crear una visión más universal.   

La tristeza del poema anterior (y por extensión, la melancolía de Primeras poesías) desaparece para enaltecer la figura del actor, convertido en objeto del deseo del poeta. Ya en los primeros versos se anuncia la fuga de la tristeza, "nube impura", que se aleja llevándose la oscuridad que le acompaña (vv.1-4). A ello se opone la fuerza del verano, que llega aportando luz, calor y alegría (vv. 5-10), en una tópica utilización de las estaciones como símbolo de los sentimientos. En medio de la deslumbrante claridad del verano "vivo, bello y divino, / un joven dios avanza sonriendo". El joven al que se dedica la oda se muestra así con atributos de dios, como si su belleza y su atractivo (su condición de estrella cinematográfica) lo convierta en un ser inalcanzable para el resto de los mortales.

La mistificación del personaje se agranda al hablar de su origen celestial (vv. 15-17), un cielo del que se halla ausente y al que le niega el placer de contar con su presencia. Su cuerpo se presenta con la grandeza de una estatua de mármol (los dioses y los héroes eran representados así), pero dotado de vida ("quiere y siente"); la imagen de la estatua se amplía con la referencia al mito de Pigmalión al insinuar que esa escultura "se aviva / al soplo de un purpúreo anhelar lleno", el soplo de la energía del deseo. Cernuda se deleita en describir el contorno de su figura, resaltada en el contraluz (vv.21-24), y cuando se levanta del sueño, su cuerpo monumental ("bulto prodigioso") irrumpe con fuerza (vv. 25-28).    

El poeta se cuestiona el carácter divino del aquel hombre, cuyos movimientos armónicos le causan admiración (vv. 29-34). Se convence entonces de su condición humana, aunque su grandiosidad hace pensar en un dios ("eco suyo"), especialmente por su capacidad de mantener alejada la tristeza (la "nube" que aparecía al principio del poema). Pero a pesar de su belleza, que hacía pensar en un ser superior, sus cualidades lo definen claramente como humano (vv. 39-42).

Cernuda exalta el cuerpo vigoroso, pleno de energía y belleza (vv. 43-49), que ninguna fuerza podrá derribar (vv. 49-52) pues se basta con su poder y su seguridad en sí mismo (vv. 53-56). A continuación describe con detalle el momento del encuentro erótico, que resalta el vigor de él (vv. 57-64) por encima de la actitud pasiva del otro cuerpo ("otro cuerpo de lánguida blancura"), que parece ser femenino aunque no se precise. Hay una nueva referencia mitológica velada en ese "cisne mortal" (v. 68) que remite al mito de Leda y el cisne, donde el animal adquiere connotaciones sexuales, al igual que en el pasaje de Cernuda.

Tras el encuentro amoroso, ese cuerpo idealizado se aleja de las muestras de cariño, las exigencias, las recriminaciones (vv. 71-78) porque él es un ser libre que no busca fidelidad tras la consumación de su pasión erótica (vv.79-84). Una sonrisa ilumina su cara, que disipa cualquier resto de la anterior tristeza, desaparecida con la obtención del placer (vv. 85-90). Pero su vigor necesita más actividad (vv. 91-94) y se lanza al agua donde se confunde con su reflejo (vv. 95-98).   

La naturaleza parece adquirir vida para poder admirar y contemplar el cuerpo vigoroso; por un lado, el agua donde nada (antes tranquila y sosegada), se vuelve un tumulto de olas y espuma provocado por el movimiento del nadador (vv. 99-104). Sus rápidos saltos en el agua simulan lazos que atan y desatan al agua (al subir y bajar), en una imagen muy plástica que refleja su movimiento impetuoso (vv. 105-110). Del mismo modo, la luz del sol envuelve al cuerpo con el cuidado de un amante, dotándola de cualidades humanas. Las imágenes del agua juegan además con las connotaciones que el reflejo guarda con el mito de Narciso, que Cernuda utilizó en varias ocasiones el Primeras poesías y que puede entenderse como una representación del amor homosexual.  

El cuerpo sale del agua y se refugia a la sombra de los árboles (vv. 113-118). El río se queda tranquilo y se escucha el trinar de un pájaro (vv. 119-122). A la sombra del árbol, el cuerpo desnudo deslumbra con su blancura de nieve (vv. 123-126). Ahora vuelve a ser saludado como un dios, y su encanto seductor se extiende por el atardecer (vv. 127-129). Es el momento de máxima indolencia (de nuevo se vale del adjetivo "indolente" para describir ese instante de hastío, abandono y languidez que caracteriza el paso del día a la noche), que pasa sin que apenas se note su encanto. El cuerpo se marcha de prisa, "casi en un vuelo", abandonando el bosque para dirigirse al cielo de color púrpura (debido al ocaso) al que pertenece por su condición de dios (vv. 137-140).

La sensualidad es uno de los rasgos más sobresalientes de este poema que, inspirado en modelos de belleza clásicos (estatuas de dioses desnudos) se actualiza a través de la identificación con una estrella de cine que simboliza el objeto del deseo del poeta.

martes, 15 de enero de 2019

"Elegía" (de "Égloga, Elegía, Oda")


                  "Elegía"


Este lugar, hostil a los oscuros 
Avances de la noche vencedora, 
Ignorado respira ante la aurora, 
Sordamente feliz entre sus muros.

Pereza, noche, amor, la estancia quieta             5
Bajo una débil claridad ofrece.
El esplendor sus llamas adormece
En la lánguida atmósfera secreta.


Y la pálida lámpara vislumbra
Rosas, venas de azul, grito ligero                    10
De un contorno desnudo, prisionero 

Tenuemente abolido en la penumbra.

Rosas tiernas, amables a la mano
Que un dulce afán impulsa estremecida, 

Venas de ardiente azul; toda una vida             15
Al insensible sueño vuelta en vano.


¿Vive o es una sombra, mármol frío 
En reposo inmortal, pura presencia 
Ofreciendo su estéril indolencia 
Con un claro, cruel escalofrío?                        20

Al indeciso soplo lento oscila
El bulto langoroso; se estremece 

Y del seno la onda oculta crece 
Al labio donde nace y se aniquila.

Equívoca delicia. Esa hermosura                     25
No rinde su abandono a ningún dueño; 

Camina desdeñosa por su sueño, 
Pisando una falaz ribera oscura.

Del obstinado amante fugitiva, 
Rompe los delicados, blandos lazos.                30
A la mortal caricia, entre los brazos, 
¿Qué pureza tan súbita la esquiva?

Soledad amorosa. Ocioso yace
El cuerpo juvenil perfecto y leve. 

Melancólica pausa. En triste nieve                   35
El ardor soberano se deshace.

¿Y que esperar, amor? Sólo un hastío, 
El amargor profundo, los despojos. 
Llorando vanamente ven los ojos
Ese entreabierto lecho torpe y frío.                 40


Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente, 
Donde el eterno fruto se tendía
Y el labio alegre, dócil lo mordía
En un vasto sopor indiferente.


De aquel sueño orgulloso en su fecundo,         45
Esplendido poder, una lejana
Forma dormida queda, ausente y vana 

Entre la sorda soledad del mundo.

Esta insaciable, ávida amargura, 
Flecha contra la gloria del amante,                 50
¿Enturbia ese sereno diamante
De la angélica noche inmóvil, pura?


Mas no. De un nuevo albor el rumbo lento 
Transparenta tan leve luz dudosa.
El pájaro en su rama melodiosa                     55
Alisando está el ala, el dulce acento.


Ya con rumor suave la belleza 
Esperada del mundo otra vez nace, 
Y su onda monótona deshace
Este remoto dejo de tristeza.                        60

Este poema es el más cercano temáticamente al universo de Perfil del aire. Está formado por quince cuartetos endecasílabos de rima consonante ABBA, estrofa que también se emplea en “Homenaje”. No sigue en esto Cernuda la preceptiva clásica de la elegía, que solía escribirse en tercetos encadenados, aunque es cierto que el subgénero poético contaba con cierta libertad estrófica.

El cuarteto inicial enlaza con la imagen final del poema anterior. La noche había llegado en el último verso de la "Égloga", que se presentaba con malos presagios ("el horror nocturno de las cosas"). Aquí nos encontramos dentro de un reducto que se opone a esa noche invasora: "Este lugar, hostil a los oscuros / avances de la noche vencedora, / ignorando respira ante la aurora / sordamente feliz entre sus muros". De nuevo, tal y como ocurría en muchos textos del poemario anterior, el interior del hogar es un espacio protegido donde el poeta se siente a salvo.

De manera sugerente, se presenta la penumbra de la habitación ("Pereza, noche, amor") como un lugar favorable a la intimidad. El poeta se desdobla entonces para contemplarse a sí mismo. Él es ese cuerpo desnudo que se intuye en el lecho, cuya silueta apenas se puede ver en la oscuridad ("de un contorno desnudo, prisionero /  tenuemente abolido en la penumbra"). Ese cuerpo, que en el v. 10 se ha presentado en dos apuntes impresionistas ("Rosas, venas de azul"), se amplía explicando que las rosas (la carne), son "tiernas, amables a la mano"   (es un cuerpo que invita a ser acariciado), y las venas "de ardiente azul", simbolizando así la fuerza de la sangre que conducen, y por extensión, la pasión amorosa. Pero esa pasión no halla resolución pues el cuerpo está dormido: "toda una vida / al insensible sueño vuelta en vano").

Se pregunta entonces el poeta (v. 17-20) si el cuerpo está vivo o no, pues al sueño al que se entrega lo sume en un estado de inmovilidad y pasividad que hace dudar de su situación. El poeta lo compara con una estatua de mármol por su blancura y falta de movimiento, que transmite la frialdad de la piedra y su "estéril indolencia" (recordemos que "indolencia" era una de las palabras claves en Primeras poesías). Lógicamente, su esterilidad está relacionada con su aparente falta de vida, aunque tendrá un segundo significado que veremos más adelante. El siguiente cuarteto confirma que el cuerpo está vivo: el ligero ritmo de su respiración lo atestigua, que estremece al cuerpo lánguido ("langoso") y nace y muere en sus labios con cada inspiración y expiración.

El cuerpo es una  "Equívoca delicia" (v. 25). El adjetivo está muy bien elegido, porque destaca el carácter engañoso de ese cuerpo admirado en la penumbra. "No rinde su abandono a ningún dueño": es decir, no se entrega a la pasión amorosa con nadie pues está sumido en el sueño, "pisando una falaz ribera oscura", la falsa realidad percibida mientras se duerme.

Ese desdoblamiento que hemos señalado en la figura del poeta es también doble. Ese cuerpo contemplado es el suyo propio, pero al mismo tiempo, es la ensoñación creada en torno al cuerpo deseado. Cernuda comienza a aclarar cuáles son sus inclinaciones, aunque evita mostrar a las claras el género masculino de su amante imaginado. Por ello mantiene la referencia a la "delicia" de género femenino a lo largo del cuarteto siguiente (vv. 29-32). La presenta como "fugitiva" del amante, del que ha roto los lazos, y el poeta se pregunta por qué evita la caricia entre sus brazos.

La respuesta se halla en el cuarteto siguiente: la "Soledad amorosa" (v. 33) hace referencia a la auténtica situación de ese cuerpo contemplado. Está solo y se ha entregado al deseo en soledad. Su cuerpo joven se detiene al terminar ("melancólica pausa"), y entonces le invade la tristeza porque su placer ha sido solitario. Cernuda ha descrito con sutileza una masturbación donde juega con la perspectiva de los cuerpos. Se ha descrito a sí mismo, pero al mismo tiempo, describía ese cuerpo imaginado mientras dejaba volar su imaginación. En ese sentido debemos también interpretar la referencia a la esterilidad del v. 19 de la que hemos hablado.

El poeta se pregunta entonces qué otra cosa se puede esperar. El vacío que se apodera de él lo lleva a reconocer su soledad, que lo lleva a aceptar "los despojos" como sustituto del amor, y llora al contemplar su cama vacía, donde nadie lo acompaña. Rememora por unos momentos esa fantasía momentánea que se había creado ("Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente") , representación del deseo simbolizado en ese fruto y en el labio que lo muerde. Pero esa imagen solo existe en su imaginación ("en un vasto sopor indiferente"). Solo le queda un recuerdo de lo que ha imaginado, "forma dormida, queda, ausente y vana / entre la sorda soledad del mundo". Su melancolía subraya la futilidad de su sueño, que no existe ni posee consistencia.

Una nueva pregunta retórica (vv. 51-52) hace al poeta plantearse si su amargura, que no se ha calmado con el acto sexual, puede perturbar la paz y la pureza de la noche. La promesa del amanecer, que se intuye ya en el cielo ("De un nuevo albor el rumbo lento / transparente tan leve luz dudosa") despeja toda sospecha. Hay además en estos versos de Cernuda un claro homenaje al famoso verso de  Góngora ("pisando la dudosa luz del día") que cierra la novena octava de la Fábula de Polifemo. Un pájaro está empezando a prepararse para cantar, imagen que se muestra por medio de una bella hipálage ("El pájaro en su rama melodiosa").

El último cuarteto supone el fin de estos melancólicos pensamientos nocturnos. La llegada de un nuevo día (como también ocurría en algunos poemas de Primeras poesías), acaba con estos presagios funestos nacidos en la oscuridad, que son sustituidos por la belleza con su "rumor suave".

Terminado el análisis del poema, cabe preguntarse por el significado de su título. "Elegía" es una composición lírica que lamenta la muerte de alguien o un hecho funesto. Podemos interpretar que es la noche y los deseos no correspondidos los que se lloran en este poema, o más concretamente, la ausencia de un objeto de deseo. La elegía así no se dirigiría hacia alguien muerto sino hacia alguien que aún no existe, a ese amante soñado que no ha llegado aún, pero cuya ausencia causa la misma tristeza en el poeta. También podría interpretarse, como hace Manuel Ulacia, que Cernuda en este poema deja atrás su adolescencia, a la que sepulta definitivamente, al definir su orientación sexual, aunque esta decisión la cause sufrimiento.    

domingo, 13 de enero de 2019

"Égloga" (de "Égloga, Elegía, Oda")



“Égloga"

Tan alta, sí, tan alta
en revuelo sin brío,                        
la rama el cielo prometido anhela,
que ni la luz asalta
este espacio sombrío                                  5
ni su divina soledad desvela.
Hasta el pájaro cela
al absorto reposo
su delgada armonía.
¿Qué trino colmaría,                                   10
en irisado rizo prodigioso
aguzándose lento,
como el silencio solo y sin acento?

 Sólo la rosa asume
una presencia pura                                     15
irguiéndose en la rama tan altiva,
o equívoca se sume
entre la fronda oscura,
adolescente, esbelta, fugitiva.
Y la rama no esquiva                                  20
la gloria que la viste
aunque el peso la enoja;
ninguna flor deshoja,
sino ligera, lánguida resiste,
con airoso desmayo,                                  25
los dones que la brinda el nuevo mayo.

Si la brisa estremece
en una misma onda
el abandono de los tallos finos,
ágil tropel parece                                      30
tanta rosa en la fronda
de cuerpos fabulosos y divinos;
rosados torbellinos
de ninfas verdaderas
en fuga hacia el boscaje.                           35
Aún trémulo el ramaje,
entre sus vueltas luce, prisioneras
de resistente trama,
las que impidió volar con tanta rama.

Entre las rosas yace                                  40
el agua tan serena,
gozando de sí misma en su hermosura;
ningún reflejo nace
tras de la onda plena,
fría, cruel, inmóvil de tersura.                    45
Jamás esta clausura
su elemento desata;
sólo copia del cielo
algún rumbo, algún vuelo
que vibrando no burla tan ingrata              50
plenitud sin porfía.
Nula felicidad; monotonía.

Se sostiene el presente,
olvidado en su sueño,
con un ágil escorzo distendido.                  55
Delicia. Dulcemente,
sin deseo ni empeño,
el instante indeciso está dormido.
¿Y ese son atrevido
que desdobla lejano                                 60
alguna flauta impura?
Con su lluvia tan dura
ásperamente riega y torna cano
al aire de esta umbría
esa indecisa, vana melodía.                      65

Acaso de algún eco
es riqueza mentida
ese vapor sonoro; fría vena
que en un confuso hueco
sus hielos liquida                                     70
y a la fronda tan muda así la llena.
Esta música ajena
entre las cañas yace,
y el eco, con su ala,
del labio que la exhala,                            75
adonde clara, puramente nace.
Hurtándola, la cede
al aire que tan vano le sucede.

Idílico paraje   
de dulzor tan primero.                             80
Nativamente digno de los dioses.
Mas ¿qué frío celaje
se levanta ligero,
en cenicientas ráfagas veloces?
Unas secretas voces                                85
este júbilo ofenden
desde gris lontananza;
con estéril pujanza
otras pasadas primaveras tienden,
hasta la que hoy respira,                        90
una tierna fragancia que suspira.

Y la dicha se esconde;
su presencia rehuye
la plenitud total va prometida.
Infiel de nuevo, ¿adonde                        95
turbadamente huye,
impaciente, entrevista, no rendida?
Está otra vez dormida,
en promesa probable
de inminente futuro.                             100
Y deja yerto, oscuro,
este florido ámbito mudable,
a quien la luz asiste
con un dejo pretérito tan triste.

Sobre el agua benigna,                         105
melancólico espejo
de congeladas, pálidas espumas,
el crepúsculo asigna
un sombrío reflejo
en donde anega sus inertes plumas.      110
Cuánto acercan las brumas
el infecundo hastío;
tanta dulce presencia 
aún próxima, es ausencia
en este instante plácido y vacío,            115
cuando, elevado monte,
la sombra va negando el horizonte.

Silencio. Ya decrecen
las luces que lucían.
Ni la brisa ni el viento al aire oscuro      120
vanamente estremecen
con sus ondas, que abrían
surcos tan indolentes de azul puro.
¿Y qué invisible muro
su frontera más triste                          125
gravemente levanta?
El cielo ya no canta,
ni su celeste eternidad asiste
a la luz y a las rosas,
sino al horror nocturno de las cosas.     130


La crítica ha destacado la presencia de Garcilaso y Mallarmé en este poema. Cernuda toma del poeta castellano el género (la égloga; en concreto, se inspira en la Égloga II y III, según Correa) y la estrofa (la silva), siguiendo su modelo así como su depuración del lenguaje. Garcilaso fijó en castellano la silva (combinación de versos endecasílabos y heptasílabos con rima consonante a gusto del poeta) como vehículo para la égloga, composición de tradición latina protagonizada por pastores, que en un entorno bucólico e idealizado, hablan de sus penas de amor. Además del tema y del metro, algo más interesaba a Cernuda y que hacía al castellano mucho más atrayente que Góngora, que era en ese momento de celebración el modelo para los grandes poetas del 27: la melancolía de Garcilaso, que estaba más cerca a su sensibilidad que los prodigios lingüísticos de Góngora. Es llamativo que en pleno auge del poeta barroco, Cernuda se vuelva hacia el modelo renacentista, con el que se siente más identificado. Aunque participó en la celebración del tricentenario y aportó un poema de homenaje (“Solo escollos de sombra, débilmente”) que la revista Litoral editó en 1927, estilísticamente se sentía más afín al modelo del toledano. Los poemas escritos por aquel entonces (tras la publicación de Perfil del aire) son cuartetos endecasílabos que sirven de puente entre las cuartetas de Perfil del aire y las estrofas empleadas en Égloga, Elegía, Oda. De hecho, Cernuda expresará en privado su escaso interés por la obra del cordobés y la sorpresa que le genera la “incomprensiva admiración” suscitada en torno a él.

Mallarmé se destila en el poema de Cernuda a través de dos fuentes: por un lado, la famosa égloga del francés L'après-midi d'un faune; por otro, su concepción de la poesía, simbolizada en la rosa que aparece en el texto del sevillano. La depuración estilística ha sido señalada por Ricardo Gullón: la rosa es una “presencia pura” que no se caracteriza por sus habituales atributos de color, forma u olor. La rosa se ha convertido en una presencia abstracta que es definida por el conjunto al que pertenece.

Los versos 1-26 del poema describen el movimiento que tiende hacia arriba y que se lee ya en el primero (“Tan alta, sí, tan alta”) como símbolo del deseo de elevación. La rama alta se encuentra protegida por la sombra de la vegetación y se mantiene alejada de la luz del sol. Hasta el pájaro calla para no alterar la paz del momento. La rosa, orgullosa, se eleva en la rama, que siente el peso de la flor pero no se resiente por ello; al contrario, acepta con gratitud “los dones que le brinda el nuevo mayo”, la floración que llega con la primavera.

La plástica vivacidad del poema se aprecia en el siguiente fragmento (versos 27-39): el viento mueve las ramas finas del rosal y el movimiento de las rosas recuerda a la fuga de las ninfas que corren a esconderse en el bosque. Las rosas no han volado porque la densidad de las ramas ha impedido que las flores cayeran con la fuerza del viento.

El agua ocupa el siguiente pasaje (versos 40-52). En medio de las rosas hay un pequeño lago, representación de Narciso (“el agua tan serena, / gozando de sí misma en su hermosura”), tema que además ya había aparecido en algunos poemas de Primeras poesías. Nada altera la placidez del agua, que se mantiene inmóvil. Únicamente algún ave que cruza el cielo rompe el vacío de su reflejo (“algún rumbo, algún vuelo”) sin que por ello altere la esterilidad de su superficie, dominada por el aburrimiento (“nula felicidad; monotonía”).

El sueño es también un motivo que aparece en las églogas garcilasianas (los pastores creen soñar) y en el poema de Mallarmé se recoge explícitamente “Aimai-je un rêve?”; en el texto de Cernuda, el presente se eterniza en el sueño, cuya somnolencia contagia el instante de delicia. Pero se oye a lo lejos el sonido de una flauta doble (de nuevo, referencia a L'après-midi) que quiebra el silencio del momento y llena el bosque de melodía. Cernuda se detiene en presentar el movimiento del sonido, que pasa del labio que sopla en el instrumento a ocupar el aire, antes vacío. (versos 53-78). Es un pasaje de gran plasticidad y de una sobriedad muy expresiva. 

Este espacio idílico, digno de los dioses por su belleza, de repente se cubre de nubes. El viento interrumpe con su aullido, quebrando la paz de la tarde (“Y la dicha se esconde”). La promesa de un escenario perfecto, insinuada a lo largo de todo el poema, desaparece súbitamente, llenando de tristeza a la presencia poética. Esta idea se desarrolla a lo largo de esta sección (versos 79-104).

De nuevo aparece el agua, “melancólico espejo” donde poco a poco se va oscureciendo el reflejo de la tarde. La luz que llega débilmente desaparece por completo a causa de los montes que al atardecer sumen en sombras el lugar; el paso de la luz a la oscuridad es súbito por efecto de esos obstáculos (versos 105-117). Ya todo es silencio y oscuridad en la espesura, ha llegado “el horror nocturno de las cosas” la rosa y la luz se han desvanecido por completo.

Esta visión idealizante de la naturaleza guarda relación con algunos poemas de Primeras poesías, y al igual que ocurría en aquel poemario, llama la atención la ausencia de figuras humanas a lo largo del poema. No hay tampoco presencia del yo lírico, pues en ningún verso se marca la presencia en primera persona, lo que aumenta el distanciamiento entre ese paisaje y el lector. 

"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...