jueves, 6 de diciembre de 2018

V (de "Primeras poesías")


       V

     Ninguna nube inútil,
          Ni la fuga de un pájaro,

        Estremece tu ardiente
     Resplandor azulado.

  Así sobre la tierra
    Cantas y ríes, cielo,
     Como un impetuoso
 Y sagrado aleteo.

         Desbordando en el aire
    Tantas luces altivas,
  Aclaras felizmente
      Nuestra nada divina.

Y el acorde total
       Da al universo calma:
 Arboles a la orilla
     Soñolienta del agua.

       Sobre la tierra estoy;
      Déjame estar. Sonrío
          A todo el orbe; extraño
        No le soy porque vivo.


Cernuda recurre de nuevo a las cinco cuartetas heptasílabas de rima arromanzada (rima asonante en los versos pares). Desde el punto de vista métrico, el verso 2 acaba en palabra esdrújula, con lo cual resta una sílaba del cómputo del verso ("pájaro", 8-1= 7), mientras que los versos 13 y 17 lo hacen en palabra aguda ("total", "estoy"), que añaden una sílaba (6+1= 7). El esquema de la rima sería "a-o" en la primera cuarteta, "e-o" en la segunda, "i-a" en la tercera, "a-a" en la cuarta e "i-o" en la última.

La primera parte del poema está dedicado al cielo, que en la primera cuarteta se presenta limpio, sin nubes ni pájaros que lo alteren. Como ha señalado Gina Maria Schneider,  resulta curioso que el cielo se presente con una caracterización negativa (diciendo lo que no tiene: "ninguna nube inútil, ni la fuga de un pájaro") para presentarse en las dos cuartetas siguientes de forma positiva con las cualidades que le corresponden ("cantas y ríes", "desbordando/ [.] tantas luces altivas, / aclaras"). El cielo se convierte en una realidad que nos invade con su gran presencia (segunda cuarteta), llenando "nuestra nada divina" (la existencia humana) de alegría con su luminosidad (tercera cuarteta). El cielo se presenta personificado, descrito con facultades propias de los seres animados ("cantas", "ríes").   Es llamativo que en la segunda cuarteta se describa al cielo con atributos que corresponderían al pájaro ("cantas", "como un impetuoso / y claro aleteo"), y en la tercera se haga referencia a que "aclara" (es decir, que se despeja de nubes). Son precisamente los dos elementos que se destacaban como ausentes en la primera cuarteta. El poema fue objeto de una profunda revisión por parte de Cernuda (es uno de los que sufren más cambios desde la versión primitiva de Perfil del aire), así que estas coincidencias deben tomarse como intencionadas. Cernuda juega con esos contrastes como elemento articulador del texto.  

Hay además en en las cuartetas segunda y tercera una presencia sutil de la divinidad a través de los adjetivos ("sagrado" v.8, ""altivas" v.10, "divina" v.12). Hay en ello una identificación entre el cielo y Dios. Cernuda contrapone de forma muy evidente el cielo y la tierra; ambas palabras aparecen al final de los versos 5 y 6, estableciendo claramente una jerarquía: el cielo está "sobre la tierra", y desde esta el poeta describe su situación. Esa tierra aparece en la siguiente cuarteta, estableciendo una oposición con las tres anteriores, centradas en el cielo. Los dos primeros versos determinan la plenitud del conjunto: "Y el acorde total / da al universo calma". El acorde (unión de tres o más sonidos que suenan armónicamente unidos) es "total" porque implica esa unión de cielo y tierra, que aporta equilibrio al conjunto, el mundo entero. Pero los dos versos siguientes introducen una leve vacilación: "Árboles a la orilla / soñolienta del agua..." Recordemos ese árbol del Poema I, que se elevaba en medio del paisaje, fervor del poeta. Los árboles aquí se elevan al cielo, esa plenitud cantada en la primera parte del poema, pero están atados al suelo, en la orilla "soñolienta" del agua. El río se opone con su horizontalidad a la verticalidad del árbol, y el adjetivo ("soñolienta") también recuerda a la presencia del sueño en poemas anteriores (I, III, IV). Los puntos suspensivos dejan la frase inconclusa (no hay además presencia de verbo) y establecen un comentario contrario a esas supuesta calma que aporta la unión de cielo y tierra de la que el poeta parece no sentirse parte, atrapado en su ensoñación.

La última cuarteta da voz al poeta, que habla en 1ª persona de su posición. Su presencia rotunda insiste en su identidad: "Sobre la tierra estoy; / déjame estar". El momento de plenitud provoca su sonrisa ante el mundo: ""Sonrío / a todo el orbe". No le es extraño por el simple hecho de estar vivo. En esta última estrofa podría encontrarse cierta reminiscencia del Guillén más optimista ("Las doce en el reloj", por ejemplo). Pero en Cernuda, el sentimiento de plenitud (tan característico en Guillén),  está dominado por la clara conciencia de sí mismo y de su identidad. A quienes pudieran criticar la imitación de Guillén por parte de Cernuda se les podría presentar este poema como un claro ejemplo de la diferencia de espíritu que anima a ambos poetas, aunque puedan compartir referentes comunes. Cernuda no se deja arrastrar por el instante de integración con el todo que a veces aparece en Guillén; él marca una clara distancia, incluso irónica, que determina su posición dentro del mundo.

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