jueves, 20 de diciembre de 2018

XIV (de "Primeras poesías")



        XIV


     Ingrávido presente.
                Las ramas abren trémulas.
          Cándidamente escapan
          estas horas sin fuerza.

    En la playa remota
        el mar no visto canta;
          sobre su verde espuma
             huye el aire en volandas.

          Va sus vírgenes fuerzas
     deponiendo la tarde.
           La esperanza se duerme
            entre el verdor unánime.

   Olvidarán mis días
      su abanico de humo
     y un ángel lo abrirá
        una noche ya mustio.

      Una noche que finja
         lo distante inmediato.
Y bajará la luna
               a posarse ¿en qué mano? 



Poema compuesto por cinco cuartetas heptasílabas arromanzadas, con rima asonante en los versos pares. El esquema en la primera estrofa es "e-a", "a-a" en la segunda, "a-e" en la tercera, "u-o" en la cuarta y "a-o" en la última. Los versos 2 y 12 acaban en palabra esdrújula, lo que supone reducir en uno el cómputo silábico (8-1=7), y el verso 15, en palabra aguda, que suma una sílaba más (6+1=7).

El poema describe otro crepúsculo que trae al alma del poeta pensamientos melancólicos. En la primera estrofa parece haberse detenido el tiempo, en esos momentos en que la luz va poco a poco desapareciendo ("estas horas sin fuerza"). Llega el rumor de las olas de la playa lejana ("En la playa remota / el mar no visto canta"), sobre las que sobrevuelan el aire del atardecer.

En la tercera estrofa se muestra el final de la tarde, que da paso a la noche ("Va sus vírgenes fuerzas / deponiendo la tarde"). La esperanza, la promesa de nuevas posibilidades, de deseos por cumplir, se queda dormida "entre el verdor unánime", verdor de la naturaleza que se extiende por todos lados. Además, piénsese que el verde es el color de la esperanza, con lo cual tiene sentido que sea en esa naturaleza donde los sueños descansen a la espera de un nuevo día donde puedan realizarse.

El poeta reflexiona entonces que su afán, que no es más que "abanico de humo" (lo que resalta su falta de consistencia y realidad), será pronto olvidado, y que si un ángel llegara a abrirlo (es decir, si alguna presencia benefactora intentara conocer o interesarse por sus deseos) descubriría que está "ya mustio", seco, falto de vida. Son pues sueños estériles que no se realizarán. 

La última estrofa es una invocación a la esperanza: "Una noche que finja / lo distante inmediato". Es decir, el poeta desea que por una vez "lo distante" (ese deseo inalcanzable) se muestre como "inmediato", como algo accesible, aunque sea todo falso, producto de un fingimiento ("una noche que finja"). Si la luna bajara (símbolo de ese deseo imposible), ¿en qué mano se posaría? En este verso final hay ecos de Bécquer por el uso de la interrogación retórica. El poeta duda de que ese sueño pueda cumplirse, perdido en la confusión de la noche.

No se trata sin embargo de un poema desesperado y negativo, pues en la tercera estrofa se ha presentado la esperanza, que permanece dormida durante la noche. De manera implícita, el poeta parece esperar la llegada del alba que traerá con ella de nuevo la posibilidad de su realización, aunque en la oscuridad solo pueda hablar de sus temores. 

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