domingo, 13 de enero de 2019

"Homenaje" (de "Égloga, Elegía, Oda")


     "Homenaje"


     Ni mirto ni laurel. Fatal extiende
          su frontera insaciable el vasto muro

           por la tiniebla fúnebre. En lo oscuro,
            todo vibrante, un claro son asciende.

   Cálida voz extinta, sin la pluma
      que opacamente blanca la vestía,
 ráfagas de su antigua melodía
        levanta arrebatada entre la bruma.

  Es un rumor celándose suave;
            tras una gloria triste, quiere, anhela.
           Con su acento armonioso se desvela
ese silencio sólido tan grave.

        El tiempo, duramente acumulando
           olvido hacia el cantor, no lo aniquila;
        siempre joven su voz, late y oscila,
             al mundo de los hombres va cantando.

             Mas el vuelo mortal tan dulce ¿adonde
         perdidamente huyó? Deshecho brío,
       el mármol absoluto en un sombrío
  reposo melancólico lo esconde.

 Qué paz estéril, solitaria, llena
      aquel vivir pasado, en lontananza,
      aunque, trabajo bello, con pujanza
           aún surta esa perenne, humana vena.

Toda nítida aquí, vivaz perdura
          en un son que es ahora transparente.
     Pero un eco, tan solo; ya no siente
           quien le infundió tan lúcida hermosura.



El poema se titulaba en su primera edición en la revista Carmen "Homenaje a Fray Luis de León", pero la referencia al poeta castellano desaparece en las versiones posteriores. Se compone el poema de siete cuartetos con la estructura clásica de versos endecasílabos y rima consonante ABBA. Dicha estructura había aparecido ya en algunos poemas que Cernuda escribió en la etapa final de Perfil del aire y que se publicaron en prensa, y que culminan esta etapa de experimentación formal de la que este libro es su mejor exponente. 

La presencia del poema al comienzo del libro marca su tono y su condición de declaración de intenciones: un homenaje a Fray Luis es un homenaje a la poesía clásica del Renacimiento, a Garcilaso, al estilo contenido y sobrio que domina en todo el poemario. Cernuda elimina la referencia explícita al poeta renacentista con la intención de trascenderla. El homenaje se dirige al Poeta con mayúsculas, aunque en su origen se pudiera identificar con Fray Luis. Con ello Cernuda nos señala el tema de este breve poemario: la poesía misma, la creación, el poeta. 

“Ni mirto ni laurel”. Las primeras palabras del poema son una clara referencia al mundo clásico: el laurel es la planta que servía para coronar a los poetas, a los deportistas y a los héroes de guerra, símbolo de Apolo. El mirto tenía varias significaciones: en la Grecia clásica era símbolo de fertilidad y fidelidad. Es la planta de Venus y en Roma se mantiene su uso erótico. Aquí simboliza el amor fiel, pues ese es el uso que sigue teniendo en la actualidad como representación del amor matrimonial. Cernuda afirma de partida que ni el amor ni la fama perduran: “fatal extiende / su frontera insaciable el vasto muro”; esa muralla es el triunfo de la muerte. Pero en la oscuridad de la muerte, se escucha un canto, “un claro son asciende”.

Esa “cálida voz extinta” es la voz de poeta, que aunque ya no viva (“sin la pluma / que opacamente la vestía”) sigue llegándonos al presente a través de su obra escrita. La tercera estrofa nos explica que tras “la gloria triste” (el éxito que tuviera en vida), el poema “quiere, anhela”, desea ser escuchado, consiguiendo con ello desvelar “ese silencio sólido tan grave”, es decir, sobrepasar los límites de la muerte. Aunque el tiempo nos haga olvidar al poeta, su obra permanece intacta (“siempre joven su voz”) para ser disfrutada por los lectores.

Los tres últimos cuartetos insisten en la idea de la trascendencia de la obra más allá del autor: el cuerpo descansa ya en el mausoleo de mármol su sueño eterno (“mármol absoluto”), un descanso ya sin fruto (“paz estéril”) pues lejos queda el vivir, aunque permanezca la “humana vena”, la lírica que seguirá sonando como un eco del creador que le dio vida (“quien le infundió tan lúcida hermosura”).

La colocación de “Homenaje”al frente de Égloga, Elegía, Oda se entiende a la perfección porque el poema sirve de ideario de la concepción poética de Cernuda y es una respuesta a los desvelos que está viviendo a consecuencia de las críticas negativas a su primer libro. El poeta perdurará a través de su obra, y a ella se entrega en estos textos complejos y depurados que constituyen una etapa más en su formación como escritor.

Es interesante además constatar que en 1928 se celebraba, tras el centenario de Góngora del año anterior, el de Fray Luis de León, y que algunas revistas (como Carmen) dedicaron números monográficos a la memoria del poeta renacentista. En el primer número de esta revista (donde apareció este poema por primera vez) se hizo una defensa de la estrofa tradicional, en línea con toda una tendencia dentro de la poesía de la época, de la que Égloga, Elegía, Oda es un claro ejemplo. Estéticamente, Cernuda parece hallarse más cercano a los poetas del Renacimiento (Garcilaso y Fray Luis) que a los del Barroco, pero no desprecia toda la tradición del Siglo de Oro que tan rentable fue para los autores de la generación del 27.

"Égloga, Elegía, Oda" (1927-28)



Tras la reacción de la crítica ante su primer libro, Perfil del aire, Cernuda se encerró en sí mismo y no olvidó jamás la falta de comprensión hacia su obra primeriza, aún de formación, con la que se ensañaron y que como ya hemos comentado fue leída de forma superficial como una imitación de Jorge Guillén y tachada de "poco moderna".

Precisamente esta última afirmación debió ser la que más le molestó y lo animó aún más a fomentar aquello que le criticaban. Siguiendo la máxima que escribió en Historial de un libro ("Aquello que te censuren, cultívalo, porque eso eres tú"), el poeta se entregará a la creación de su obra más clásica, inspirada en modelos renacentistas (Fray de Luis de León y Garcilaso de la Vega), aunque tamizados a través de otros maestros modernos como Mallarmé. Él mismo lo reconoce en Historial de un libro:

"Porque mis versos siguientes fueron, decididamente, aún menos "nuevos" que los anteriores. Mi amor y mi admiración hacia Garcilaso (el poeta español que más querido me es), me llevaron, con alguna adición de Mallarmé, a escribir la 'Égloga' ".

El poemario se compone de cuatro poemas: la "Égloga" fue escrita en julio de 1927, y apareció en el primer número de la revista Carmen que Gerardo Diego empezó a publicar en diciembre de aquel año; la "Elegía", de diciembre, se publicó al año siguiente en el nº 12 de Verso y Prosa y “Homenaje a Fray Luis de León”, de enero de 1928, se dio a conocer en el número 3-4 de Carmen en marzo de ese año; el último poema, “Oda” (que originalmente se llamaba "Oda a George O'Brien") se concluye el 23 de julio de 1928 y quedó inédito hasta la publicación del libro al completo. En 1928, Cernuda tenía la intención de publicar los cuatro poemas en un pequeño volumen titulado Estancias, pero el proyecto editorial quedó abandonado y el libro no aparecerá hasta la primera edición de La realidad y el deseo de 1936, conformando su segunda parte, y con el título ya definitivo de Égloga, Elegía, Oda

Cernuda tiende a ordenar los poemas dentro de sus libros siguiendo el orden cronológico en que fueron escritos; cuando altera este criterio se debe a una causa estética, como explica Emilio Barón, y no debe extrañar que en su disposición final el poema "Homenaje" pase a ocupar la posición inicial, manteniendo luego el orden de escritura de los restantes. El poema que abre el libro funciona como declaración de intenciones, como veremos más adelante, y justifica el papel de Cernuda como poeta y creador; "Égloga", el más apegado al modelo garcilasiano, muestra una naturaleza idealizada y bucólica que presenta puntos en común con ese mundo exterior que aparecía en su libro anterior, aunque es "Elegía" es el que más similitudes comparte con los poemas de Primeras poesías al describir de nuevo un interior en penumbra, débilmente iluminado por una lámpara, donde una única presencia humana adormecida centra su atención. Finalmente, "Oda", que cierra el libro, es el primer poema de Cernuda centrado en una figura humana que no corresponde al yo del poeta, inicio de su exploración erótica que desarrollará en libros posteriores. 

Égloga, elegía, oda es el libro menos autobiográfico del autor, donde la brevedad de las estrofas del poemario anterior da paso a cuatro poemas de gran extensiónEstilísticamente, es el libro más clásico de Cernuda, que recurre al endecasílabo en "Homenaje" y "Elegía", y a la combinación de endecasílabos y heptasílabos en los otros dos por medio de la silva. Es la última vez que el poeta utilizará la rima consonante en su poesía, de la que renegará en su obra posterior. Como él mismo reflexiona en Historial de un libro, estos poemas no fueron más que:

"...ejercicios sobre formas poéticas clásicas [...] sin duda provechosos para mi adiestramiento técnico; pero no dejaba de darme cuenta cómo mucha parte viva  y esencial en mí no hallaba expresión en dichos poemas". 

Aunque se trate del libro menos apreciado por el autor, no deja de representar un eslabón necesario en la evolución estilística de su poesía y un "paso decisivo" a la hora de encontrar "un lenguaje directo y personal", según palabras de Miguel J. Flys.

sábado, 12 de enero de 2019

XXIII (de "Primeras poesías")


     XXIII


        Escondido en los muros 
     este jardín me brinda 
       sus ramas y sus aguas 
de secreta delicia. 

   Qué silencio. ¿Es así 
          el mundo?... Cruz al cielo 
  desfilando paisajes, 
     risueño hacia lo lejos. 

         Tierra indolente. En vano 
       resplandece el destino. 
         Junto a las aguas quietas 
         sueño y pienso que vivo. 

     Mas el tiempo ya tasa 
      el poder de esta hora; 
 madura su medida, 
       escapa entre sus rosas. 

     Y el aire fresco vuelve 
     con la noche cercana, 
   su tersura olvidando 
      las ramas y las aguas. 



El último poema de Perfil del aire conserva su posición final en la revisión de Primeras poesías. Las modificaciones hechas al texto son mínimas: la supresión de algunos signos de exclamación en los v. 5 y 9, pequeños cambios de puntuación y la matización en una preposición. Cernuda no lo alteró demasiado porque se trataba de uno de los mejores textos de su libro y no requería muchas revisiones. Para Ricardo Gullón es uno de los mejores poemas del libro, que resume su espíritu y concentra a modo de síntesis algunos de sus tópicos. En su primera edición, el poema estaba dedicado a Jorge Guillén, pero tras la polémica con los críticos, desaparece en todas las versiones posteriores la dedicatoria.

De nuevo Cernuda recurre a cinco cuartetas heptasílabas (es la estrofa más utilizada en el poemario) para dar cierre al libro y proponer una salida al conflicto que ha planteado en poemas anteriores. A lo largo de todas las “Primeras poesías” el autor ha mostrado la confrontación entre el mundo natural, exterior, y el espacio cerrado, interior, de la habitación donde se encuentra. Por primera vez nos encontramos ante una solución intermedia: los muros del jardín. El poeta no se halla recluido en su cuarto en penumbra, sino que se “esconde” (la utilización del verbo no es casual) tras los muros del jardín, que le ofrecen “sus ramas y sus aguas / de secreta delicia”. Es evidente que ante el conflicto entre esos dos mundos, Cernuda opta por quedarse en un espacio creado para su diversión, un paraíso artificial donde disfruta de sus placeres ocultos. Este jardín puede entenderse como un espacio real (un jardín donde gozar de la naturaleza en paz y sosiego) y al mismo tiempo, como un espacio simbólico, una representación de ese mundo creado a su medida donde sus sueños puedan materializarse.

Sin embargo, ese jardín es un entorno ficticio, no es el mundo real. La pregunta que abre la segunda cuarteta (“¿Es así / el mundo?”) evidencia que el poeta sabe que todo no es más que un espejismo. En el silencio de su jardín, contempla el cielo y el movimiento de las nubes, aunque sabe que no es más que una ilusión. Esto se patentiza en la cuarteta siguiente: “Junto a las aguas quietas / sueño y pienso que vivo”. Las aguas quietas son símbolo de su inactividad, y el poeta reconoce que todo se trata de un fingimiento, una posición pasiva ("sueño") aunque crea que con ello está actuando ("pienso que vivo"). Además, en el verso anterior se ha hecho referencia de nuevo a la indolencia (uno de los adjetivos que más se repiten a lo largo del poemario y que describe a la perfección su estado de ánimo), pues en el fondo no se resiste a aceptar la derrota: "En vano /resplandece el destino", el poeta aún tiene esperanzas de que en un futuro se cumplan sus deseos, aunque de momento sea inalcanzable. 

La tercera y cuarta cuarteta son la demostración de que ese espacio de reclusión no es totalmente ajeno a cuanto sucede en el exterior, más allá de los muros: "el poder de esta hora" (se refiere a esos momentos de gozosa contemplación dentro del jardín), es por desgracia "tasado" (es decir, limitado) por el tiempo. El paso del tiempo trae de forma inevitable la fugacidad de ese momento de paz, y los versos siguientes insisten en esa idea: "madura su medida / escapa entre sus rosas". El tiempo "madura" (adquiere plenitud y con ello acaba) y huye. 

La noche se acerca con su "aire fresco" (no se describe la noche de manera negativa), y en esos momentos, se olvidan ya las ramas y el agua del jardín. Las promesas que la noche traía en los primeros poemas del libro (recuérdese los poemas I y III, por ejemplo) vuelven a aparecer aquí. El poeta, que se ha entretenido con la belleza del jardín y sus "secretas delicias", vuelve de nuevo los ojos hacia la noche, espacio de esperanza y posibilidades donde encontrar la realización de sus deseos.

De ese modo, la defensa que se hace de su escondite (el jardín en el que se refugia) se desvanece con la llegada de la noche para buscar el aire fresco de sus inclinaciones. El poeta es consciente de su refugio, pero es feliz en ese reducto que se ha construido para sobrevivir entre la realidad y el deseo.

Es evidente que el tono del poema, que se acerca cada vez más a la voz poética que Cernuda desarrollará en su obra posterior, está ya lejos de Jorge Guillén, influencia que si bien es cierto que podemos reconocer en algunos poemas del libro (como ya hemos señalado), no es ni constante ni única ni definitiva. Este cierre es ejemplar para mostrar las evidentes diferencias entre ambos poetas, y puede entenderse que Cernuda eliminara la dedicatoria al frente de este texto para subrayar las divergencias entre ambos.

Como último apunte, señalamos una curiosidad. El jardín que se describe en el poema, como demuestra Derek Harris, está inspirado en un espacio real. Se trata de los jardines del Alcázar de Sevilla, donde Cernuda se retiraba a leer, descansar y meditar en la calma de la tarde. El propio autor dedica otro texto al jardín en su libro Ocnos titulado "Jardín antiguo", que describe igualmente la impresión que causaba en él ese oasis de paz en medio de la ciudad, donde se dejaba llevar por las ensoñaciones de su imaginación.     

viernes, 11 de enero de 2019

XXII (de "Primeras poesías")


     XXII


      En soledad. No se siente 
             el mundo, que un muro sella; 
       la lámpara abre su huella 
      sobre el diván indolente. 
  Acogida está la frente 
al regazo del hastío. 
           ¿Qué ausencia, qué desvarío 
    a la belleza hizo ajena? 
        Tu juventud nula, en pena 
 el blanco papel vacío.


Última décima del poemario (diez versos octosílabos con rima consonante y esquema métrico abbaaccddc) que prosigue el tono del poema anterior. El poeta en soledad permanece ajeno al mundo, que queda más allá de los muros de la habitación. De nuevo el contraste entre el interior y el exterior, que se ha convertido en una de las constantes temáticas del libro. Otra vez aparece la luz de la lámpara como foco de atención (aparecía en el poema anterior y en el número XI), que vierte su claridad sobre el "diván indolente". El adjetivo aparece en repetidas ocasiones a lo largo del libro, y caracteriza el estado de ánimo del poeta, que sobre el diván (posición tumbada, también muy significativa por lo que tiene de dejadez y falta de energía) se aburre y divaga. En ese estado, su frente se entrega metafóricamente "al regazo del hastío", es decir, se deja llevar por la falta de estímulos e interés. Su actitud es de rendición absoluta al aburrimiento y al vacío. El intento por encontrar una expresión poética que canalice sus deseos no haya respuesta.

Esto se evidencia a partir de la segunda parte del poema (vv. 7-10). El poeta se cuestiona por medio de una interrogación retórica qué provocó que esa belleza deseada permanezca como una realidad "ajena", que no forma parte de su propio entorno y no se materializa así de manera real. Se evidencia el contraste entre realidad y deseo, ya apuntado en algunos poemas anteriores y que constituye una de las obsesiones del autor, que se manifiesta ya en sus primeros escritos. Categórica es la adjetivación que acompaña a su juventud (v. 9), que se describe como "nula" en la medida en que no tiene valor, está vacía, es estéril por no contar con el amor ansiado. Esas experiencias juveniles que no se han producido son "pena / de un papel blanco vacío". El poema concluye así en una triste paradoja, pues la ausencia de encuentros amorosos que podría haber sido suplido con la escritura (la forma en que Cernuda ha encauzado sus deseos no cumplidos en algunos poemas del libro, como por ejemplo el X), parece que aquí no encuentra resolución. Solo una hoja en blanco, que quizás podría escribir si tuviera vivencias que le sirvieran de inspiración.

Hay una evidente frustración en este poema, donde la impotencia por el conflicto que surge entre lo que se desea y lo que se tiene se hace patente con claridad.

XXI (de "Primeras poesías")

        XXI

         Va la sombra invasora

         despojando el espacio
y la luz fugitiva
             huye a un mundo lejano.
        Surge viva la lámpara
      en la noche desierta,
        defendiendo el recinto
         con sus fuerzas ligeras.

         Solo el azul relámpago,
      que vierte la ventana
            hacia fuera, en el tiempo
   misterioso resbala.
           Cuán vanamente atónita
 resucita de nuevo
   la soledad. ¿Soñar?
        Soñaremos que sueño.
     Es la paz necesaria.
        No se sabe; se olvida.
       Otra noche acunando
esta dicha vacía.


El poema continúa el carácter crepuscular del anterior. Se trata de cinco cuartetas heptasílabas con rima asonante en los versos pares, con rima "a-o" en la primera, "e-a" en la segunda, "a-a" en la tercera, "e-o" en la cuarta e "i-a" en la última. Desde el punto de vista métrico, hay un verso acabado en palabra esdrújula que resta una sílaba en los v. 5, v. 9 y v.13, así como otro acabado en palabras aguda que suma una en v. 15. 

El atardecer del poema XX, de carácter melancólico y modernista, se convierte aquí en una expresiva descripción de las sombras que invaden la tarde. Su llegada se presenta de forma paradójica, como si la negrura fuera la luz que hace remitir el espacio a oscuras. En el poema, es la sombra la que "invade" (cuando lo habitual es que sea la luz la que irrumpa en el entorno en penumbra), haciendo que las luces fugitivas "huyan" (frente a la corriente disipación de las sombras que provoca la llegada de la claridad). Es una manera un tanto expresionista de describir la puesta de sol. 

El único faro en las sombras es la luz de la lámpara "en la noche desierta". Sus "fuerzas ligeras" (la limitada potencia de una bombilla) son la única "defensa" en el espacio cerrado de la casa. Se produce así una inversión con respecto al escenario de poemas anteriores, donde se oponía el exterior vivo, luminoso y activo, al interior en penumbra, pasivo y triste donde se escondía el poeta. Ahora, en cambio, la noche hostil del exterior se ofrece como espacio negativo frente al reducto interior iluminado donde se encuentra el yo lírico. Únicamente un relámpago ocasional altera esa negrura de fuera, y que solo puede ser percibida a través de la ventana, último reducto del contacto entre el interior y el exterior.

Las dos cuartetas finales se centran en los sentimientos que alberga el corazón del poeta en esos momentos de soledad. En esos instantes de reflexión solitaria se hace evidente que "soñar" es la solución que le queda, pero reconoce su inutilidad: "Soñaremos que sueño", afirmación paradójica que pone de relieve la vanidad de su intento. Soñar no le va a servir para librarse de sus preocupaciones y deseos, pero "es la paz necesaria", la forma de descanso a la que el poeta recurre. Por medio del sueño no se alcanza el conocimiento sino el olvido ("no se sabe: se olvida"), pero al menos consigue que su mente se tranquilice por unas horas. Los dos versos finales, rotundos, subrayan la esterilidad de la situación. El poeta no va a lograr nada, solo una "dicha vacía", una satisfacción sin fruto porque solo supone la postergación de sus temores y tristezas que volverán cuando acabe el sueño. El uso del verbo "acunar" es muy acertado por todas las connotaciones que aporta al tema del sueño, así como el contraste final entre el sustantivo y el adjetivo ("dicha" y "vacía"), recurso que Cernuda utiliza en varias ocasiones a lo largo del libro creando imágenes muy sugerentes. Como ha puesto de manifiesto Derek Harris, en este texto no se oculta la burla que el propio poeta dirige hacia sí mismo y su actitud, con ciertas notas de sarcasmo, algo inusual en el poemario.  

miércoles, 9 de enero de 2019

XX (de "Primeras poesías")


    XX


Los árboles al poniente
    dan sombra a mi corazón.
      ¿Las hojas son verdes? Son
        de oro fresco y transparente.
       Buscando se irá el presente,
      de rosas hecho y de penas.
Y yo me iré. Las arenas
      han de cubrirme algún hoy.
    Canción mía, ¿qué te doy,
    si alma y vida son ajenas?


Esta décima rompe la tendencia que domina en el libro de dedicar este tipo de estrofa a describir objetos o situaciones por medio de metáforas e imágenes ingeniosas. Su sencillez expresiva contrasta con otras décimas del libro ya comentadas (por ejemplo, los poemas XVII, XIII o XI) y lo acerca a la estética de Juan Ramón Jiménez, como explica Derek Harris. 

La décima sigue la estructura habitual de esta estrofa (versos octosílabos con rima consonante y esquema métrico abbaaccddc), con rima en palabra aguda en los versos 2 y 3 ("corazón" y "son"), así como en los versos 8 y 9 ("hoy" y "doy"), con una clara disposición simétrica. 

El verso inicial "Los árboles al poniente" se opone al verso inicial del poema anterior ("La desierta belleza sin oriente"), y establece el tono crepuscular del poema. En el ocaso, el poeta se halla a la sombra de unos árboles cuyas hojas, por efecto de la luz del atardecer, se ven doradas en lugar de verdes. En esos momentos de meditación, reflexiona sobre el paso del tiempo ("Buscando se irá el presente"), compuesto de cosas buenas y malas ("rosas" y "penas"). Como consecuencia, el paso de tiempo implica que también él se marchará un día ("Y yo me iré") y será enterrado ("las arenas / han de cubrirme algún hoy"). El uso del "hoy" para referirse a algún día subraya la clara fugacidad del presente, pues el día de su muerte será el "hoy"actualizado de su último momento. El poeta se dirige así a su propio poema ("Canción mía") para preguntarse qué puede dejar él tras de sí, si la existencia es fugaz y no depende de su voluntad. 

El carácter melancólico y crepuscular del poema se parece al estilo del primer Juan Ramón, con evidentes rasgos modernistas. Este parecido se acentúa por la cita de un verso de Juan Ramón Jiménez ("Y yo me iré"), que pertenece a su famoso poema El viaje definitivo, que comparte el tema con la décima de Cernuda.     

XIX (de "Primeras poesías")

           
       XIX


   La desierta belleza sin oriente
          a la prisión nocturna ciñe un cielo;
         de su seno mortal levanta el suelo
         el puro hastío que la llama siente.
 
 Un ídolo corona negra frente
         sobre voraz sonrisa. ¿Cuál anhelo
           al ébano del vientre tendió el vuelo
                y en su nido se duerme blandamente?

   Soledad sin amor ni claro día,
         la indolencia del ánimo se adueña,
              postrada y fiel huye la edad mudable.

         Hurta el primer placer su melodía,
                   y el tiempo mira un cuerpo que se sueña
     en el cristal, fingido irreparable.


El último poema añadido a Primeras poesías es un soneto, al igual que el VIII. No fue incluido en Perfil del aire pero vio la luz en las páginas de la Revista de Occidente en 1925. Compuesto de dos cuartetos y dos tercetos endecasílabos con rima consonante, su estructura métrica es ABBA ABBA CDE CDE.

El poema es otra estéril representación de la soledad del poeta, con nuevas referencias al mito de Narciso a través del espejo que aparece en la parte final. La belleza (el objeto del deseo hacia el que se dirige el poeta) está desierta, es decir, vacía, sin realización, y carece de oriente, de origen, de una luz que le sirva de guía. Es evidente desde el principio que el deseo amoroso no obtiene una respuesta. La prisión nocturna (de nuevo el encierro dentro de la casa, como en el texto anterior) se acentúa con la presencia del cielo que la ciñe, que la aprieta aún más. "El puro hastío", el aburrimiento causado por la reclusión, provoca en el poeta la reacción de su "seno mortal", el pecho donde anida la llama de una pasión sin objeto.

En la habitación vacía, el poeta se pierde en la rememoración de un cuerpo recordado ("un ídolo") de piel morena ("el ébano del vientre") cuya sonrisa cómplice podía ocultar el reconocimiento del deseo oculto tras la mirada. Varios son los pasajes de la prosa de Cernuda que nos hablan de la contemplación de cuerpos de jóvenes desnudos, morenos por el sol, que juegan en el río y que son observados por el poeta, que admira su belleza. En el segundo cuarteto podemos reconocer una relación temática con dichos textos, con la diferencia de que ahora el poeta recuerda uno de esos cuerpos en la soledad de su dormitorio, perdido en una ensoñación erótica.

Los tercetos se centran en el tema de la soledad que se apodera del poeta ("Soledad sin amor, sombra ni día") que se relaciona con el tópico del tempus fugit ("huye la edad mudable") que recuerda a los versos finales del soneto XXIII de Garcilaso (el autor renacentista estaba más cercano a la sensibilidad de Cernuda que Góngora, como veremos al analizar el libro siguiente, Égloga, Elegía, Oda). La fugacidad del tiempo aparece de nuevo en el primer verso del segundo terceto y da paso a la imagen de Narciso (el propio poeta contemplándose en el espejo, "el cristal fingido irreparable") representación simbólica de ese doble imposible (la elección del verbo es significativa, "sueña", pues indica que solo es fruto de su imaginación y de su capacidad de figuración). La visión de sí mismo en el espejo es el intento estéril por encontrar un objeto amoroso imposible.

"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...