martes, 22 de enero de 2019

"Había en el fondo del mar" (de "Los Placeres Prohibidos")



"Había en el fondo del mar"

Había en el fondo del mar una perla y una vieja trompeta. Las sutiles capas del agua sonreían con delicadeza al pasar junto a ellas, las llamaban las dos amigas.

Había un niñito ahogado junto a un árbol de coral. Los brazos descoloridos y las ramas luminosas se enlazaban estrechamente; los llamaban los dos amantes.

Había un fragmento de rueda venida desde muy lejos y un pájaro disecado, que asombraba como elegante extranjero a los atónitos peces; les llamaban los nómadas.

Había una cola de sirena con reflejos venenosos y un muslo de adolescente, distantes la una del otro; les llamaban los enemigos.

Había una estrella, una liga de hombre, un libro deteriorado y un violín diminuto; había otras sorprendentes maravillas, y cuando el agua pasaba, rozándolas suavemente, parecía como si quisiera invitarlas a que la siguieran en cortejo centelleante.

Pero ninguna era comparable a una mano de yeso cortada. Era tan bella que decidí robarla. Desde entonces llena mis noches y mis días; me acaricia y me ama.

La llamo la verdad de amor.


Este es uno de los poemas en prosa de Los Placeres Prohibidos que posee una estructura más lógica, a pesar de las imágenes surrealistas que utiliza. En este caso, el extrañamiento viene en parte provocado por las asociaciones que el poeta establece entre distintos elementos que se hallan en el fondo del mar: la perla y la trompeta, el niño ahogado y el coral, la cola de sirena y el muslo, la rueda y el pájaro disecado... Dentro del poema, ambos elementos son unidos y descritos bajo un solo nombre que explica su relación.

Solo uno de esos elementos no encuentra pareja, y de manera explícita se manifiesta esta llamativa característica: "ninguna era comparable" a la mano de yeso cortada. El poeta la "roba" (es decir, se apodera de ella consciente de que su lugar es el fondo del mar, a donde pertenece) y la convierte en su objeto de deseo. La llama "la verdad de amor".

La mano cortada era un elemento típico del surrealismo (aparece en muchos cuadros, poemas y también en Un perro andaluz), y en este caso, al ser de yeso, se acentúa su carácter antinatural. Es una realidad incompleta, imperfecta; a pesar de ello, es la que adopta el papel activo ("me acaricia y me ama"), lo que puede sugerir el desequilibrio de la relación. 

El mar se muestra aquí como un lugar propicio que esconde en sus entrañas tesoros que esperan para ser descubiertos, a pesar de su aparentes rarezas y faltas de utilidad.

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