"Nocturno yanqui"
La lámpara y la cortina
al pueblo en su sombra excluyen.
Sueña ahora,
si puedes, si te contentas
con sueños, cuando te faltan 5
realidades.
Estás aquí, de regreso
del mundo, ayer vivo, hoy
cuerpo en pena.
Esperando locamente, 10
alrededor tuyo, amigos
y sus voces.
Callas y escuchas. No. Nada
oyes, excepto tu sangre,
su latido 15
incansable, temeroso;
y atención prestas a otra
cosa inquieta.
Es la madera, que cruje;
es el radiador, que silba. 20
Un bostezo.
Pausa. Y el reloj consultas:
todavía temprano para
acostarte.
Tomas un libro. Mas piensas 25
que has leído demasiado
con los ojos,
y a tus años la lectura
mejor es recuerdo de unos
libros viejos, 30
pero con nuevo sentido.
¿Qué hacer? Porque tiempo hay.
Es temprano.
Todo el invierno te espera,
y la primavera entonces. 35
Tiempo tienes.
¿Mucho? ¿Cuánto? ¿Y hasta cuándo
el tiempo al hombre le dura?
“No, que es tarde,
es tarde”, repite alguno 40
dentro de ti, que no eres.
Y suspiras.
La vida en tiempo se vive,
tu eternidad es ahora,
porque luego 45
no habrá tiempo para nada
tuyo. Gana tiempo. ¿Y cuándo?
Alguien dijo:
“El tiempo y yo para otros
dos”. ¿Cuáles dos? ¿Dos lectores 50
de mañana?
Mas tus lectores, si nacen,
y tu tiempo, no coinciden.
Estás solo
frente al tiempo, con tu vida 55
sin vivir.
Remordimiento.
Fuiste joven,
pero nunca lo supiste
hasta hoy, que el ave ha huido
de tu mano. 60
La mocedad dentro duele,
tú su presa vengadora,
conociendo
que, pues no le va esta cara
ni el pelo blanco, es inútil 65
por tardía.
El trabajo alivia a otros
de lo que no tiene cura,
según dicen.
¿Cuántos años ahora tienes 70
de trabajo? ¿Veinte y pico
mal contados?
Trabajo fue que no compra
para ti la independencia
relativa. 75
A otro menester el mundo,
generoso como siempre,
te demanda.
Y profesas pues, ganando
tu vida, no con esfuerzo, 80
con fastidio.
Nadie enseña lo que importa,
que eso ha de aprenderlo el hombre
por sí solo.
Lo mejor que has sido, diste, 85
lo mejor de tu existencia,
a una sombra:
al afán de hacerte digno,
al deseo de excederte,
esperando 90
siempre mañana otro día
que, aunque tarde, justifique
tu pretexto.
Cierto que tú te esforzaste
por sino y amor de una 95
criatura,
mito moceril, buscando
desde siempre, y al servirla,
ser quien eres.
Y al que eras le has hallado. 100
¿Mas es la verdad del hombre
para él solo,
como un inútil secreto?
¿Por qué no poner la vida
a otra cosa? 105
Quien eres, tu vida era;
uno sin otro no sois,
tú lo sabes.
Y es fuerza seguir, entonces,
aun el miraje perdido, 110
hasta el día
que la historia se termine,
para ti al menos.
Y piensas
que así vuelves
donde estabas al comienzo 115
del soliloquio: contigo
y sin nadie.
Mata la luz, y a la cama.
Cernuda escribe este poema durante su etapa en la Universidad de Mount Holyoke, en Massachusetts. Para entonces Cernuda ya había visitado México y la vuelta a la sobria vida estadounidense (y a sus largos inviernos) se le hace muy difícil, como atestigua este texto.
Se compone de 20 estrofas, de las cuales 11 son sextetos octosilábicos de pie quebrado (8 8 4 8 8 4) con versos libres, sin rima. El resto de las estrofas presentan la misma estructura pero con algún verso que excede el cómputo o que le falta (así, por ejemplo, la estrofa 5ª tiene 7 versos: 8 8 4 8 8 4 8, y la estrofa 6ª, 5 versos: 8 4 8 8 4). Pero en realidad se trata de un desplazamiento de un verso, que pasa de la estrofa 6ª a la 5ª. Tal y como analiza Gonzalo Sobejano, si se restituyen los versos a su lugar, en realidad el poema está compuesto de 18 sextetos, una estrofa irregular (la número 15ª, compuesta de 9 versos: 8 8 4 8 8 4 8 8 4) y una estrofa final, la 20ª, con un único verso octosílabo.
Según la definición del DRAE, un nocturno es una "pieza de música [...] propia para recordar los sentimientos apacibles de una noche tranquila". Por extensión, en literatura se usa para referirse a un poema de ambiente nocturno, en gran medida contemplativo. Irónicamente, los sentimientos que genera al poeta la meditación nocturna no es en ningún caso apacible sino más bien lo contrario. El adjetivo que lo acompaña ("yanqui") hace referencia al lugar donde se produce la reflexión, y en él puede verse cierta carácter despectivo. Está claro entonces que el ambiente norteamericano no agrada al poeta.
Soberano divide el poema en cinco partes, a las que asigna un subtítulo que resume su contenido: Espacio (estrofas 1ª-5ª), tiempo (6ª-11ª), trabajo (12ª-14ª), ideal (15ª-18ª) y soledad (19ª-20ª).
La primera parte (estrofas 1ª-5ª) sirve de marco espacial. La cortina y la lámpara (que tanta importancia tuvieron en Perfil del aire) se convierten aquí en un medio para alejar al pueblo, distanciarse del mundo académico donde vive; Cernuda invita a soñar, que es la única alternativa para huir de la realidad. [estrofa 1ª]. Acaba de regresar de México ("el mundo"), donde estaba "vivo", para encontrarse encerrado en la fría ciudad norteamericana donde solo es "cuerpo en pena" que espera la llegada del nuevo verano y con él, el regreso al sur [estrofa 2ª]. En la casa solo hay silencio, y únicamente el latido de su corazón rompe la paz de la noche [estrofa 3ª]. Otros tenues sonidos se escuchan: el crujido de la madera, el radiador... El poeta consulta la hora: es temprano para acostarse [estrofa 4ª]. Podría leer, pero a su edad es mejor el recuerdo de los libros ya leídos analizados desde la nueva perspectiva de la madurez que leer otros nuevos [estrofa 5ª].
Esa referencia a la hora de la estrofa 4ª y la implícita al paso del tiempo de la 5ª introduce el tema de la segunda parte, la más extensa del poema (estrofas 6ª - 11ª). Cernuda no sabe qué hacer, a pesar de que tiene tiempo suficiente, de aquí a la primavera [estrofa 6ª]. De repente, se pregunta si verdaderamente le queda tanto tiempo, y se interroga por su propia mortalidad (¿"y hasta cuándo / el tiempo al hombre le dura?"). Unas voces en su interior le dicen que ya es tarde, y él suspira [estrofa 7ª]. Reflexiona entonces que la eternidad es el presente que ante nosotros se abre con sus posibilidades, y que debe aprovecharlas porque luego no podrá. Debe ganar tiempo, aunque el poeta no sepa "cuándo" [estrofa 8ª]. El refrán "el tiempo y yo, para otros dos" (que solía citar mucho Felipe II), significa que el tiempo ofrece muchas posibilidades al hombre a lo largo de la vida. Sin embargo, Cernuda toma la cita como literal, y se pregunta quiénes son esos dos, y los identifica con los dos lectores futuros que sí entenderán su obra. Pero al tratarse de personas por nacer, el poeta no llegará a conocerlos, con lo cual siempre estará solo [estrofa 9ª]. La siguiente estrofa [10ª], es una meditación sobre el paso de la juventud, que solo se constata cuando se llega a la madurez y ya no puede volver atrás. Sin embargo, en su interior el poeta no se siente mayor, y su juventud espiritual se siente encerrada en un cuerpo que no corresponde a su alma (las canas, la cara arrugada) [estrofa 11ª]
Comienza así la tercera parte del poema, dedicada al trabajo. A muchos les alivia dedicarse al trabajo, poner sus energías en ello para no pensar en "lo que no tiene cura" (el paso del tiempo, la decadencia, la vejez...); Cernuda lleva ya unos veinte años de trabajo [estrofa 12ª]. El trabajo supuso para él "la independencia / relativa", pues eso le permitía libertad, pero el mundo en realidad le pide que se dedique a otro menester, que es en realidad el que le corresponde: la creación poética [estrofa 13ª]. Su trabajo como profesor le permite mantenerse no con esfuerzo sino con fastidio (conocida es la animadversión de Cernuda por la enseñanza, a la que se dedicaba porque no le quedaba más remedio pero que no le gustaba nada). Sentencia que que las cosas importantes no puede enseñarlas nadie, pues esas las aprende el hombre por sí mismo [estrofa 14ª].
La cuarta parte (estrofas 15ª-18ª) se centran en el ideal y es la de mayor vuelo lírico del poema. El poeta entregó lo mejor de sí mismo "a una sombra" (algo que no era real, solo un atisbo, un reflejo de la realidad), ese deseo nunca cumplido que aguarda que llegue y que dé sentido a su espera (el ideal amoroso, nunca alcanzado) [estrofa 15ª]. Vuelve entonces la vista atrás y recuerda el amor juvenil (la relación con Serafín) que le habría permitido "ser quien eres", manifestar de manera abierta su condición [estrofa 16ª]. En ese punto reconoce el poeta que ya se ha encontrado a sí mismo y su verdad, pero que no sabe si debe guardarla como un secreto y dedicar sus energías a algo diferente [estrofa 17ª]. Concluye que su yo presente es producto de las experiencias vividas ("Quien eres, tu vida era; / uno sin otro no sois"), y que debe seguir esa búsqueda, aunque sea un espejismo que se sabe falso de antemano ("aun el miraje perdido"), y que seguirá mientras su vida continúe [estrofa 18ª].
La última sección, la más breve, se centra en la soledad (estrofas 19ª-20ª). Terminado el monólogo interior que lo ha tenido ocupado parte de la noche (y que es el poema que hemos leído), el poeta vuelve al principio: Cernuda solo se tiene a sí mismo y está solo [estrofa 19ª]. "Mata" la luz (muy expresivo el uso del verbo para referirse a que lo apaga) y se va a la cama [estrofa 20ª], probablemente condenado a una noche de insomnio donde seguirá dándole vueltas a las mismas ideas.
Todo el poema conforma pues un monólogo interior, donde la segunda persona del singular es desdoblamiento del poeta para dirigirse a sí mismo, y donde recorre sus obsesiones (el paso del tiempo, el deseo inalcanzable, la firme determinación a seguir adelante) mezclado con las circunstancias particulares de su vida en Estados Unidos (que detesta) en oposición al México idealizado donde ha pasado el reciente verano (y con el que sueña).
Soberano divide el poema en cinco partes, a las que asigna un subtítulo que resume su contenido: Espacio (estrofas 1ª-5ª), tiempo (6ª-11ª), trabajo (12ª-14ª), ideal (15ª-18ª) y soledad (19ª-20ª).
La primera parte (estrofas 1ª-5ª) sirve de marco espacial. La cortina y la lámpara (que tanta importancia tuvieron en Perfil del aire) se convierten aquí en un medio para alejar al pueblo, distanciarse del mundo académico donde vive; Cernuda invita a soñar, que es la única alternativa para huir de la realidad. [estrofa 1ª]. Acaba de regresar de México ("el mundo"), donde estaba "vivo", para encontrarse encerrado en la fría ciudad norteamericana donde solo es "cuerpo en pena" que espera la llegada del nuevo verano y con él, el regreso al sur [estrofa 2ª]. En la casa solo hay silencio, y únicamente el latido de su corazón rompe la paz de la noche [estrofa 3ª]. Otros tenues sonidos se escuchan: el crujido de la madera, el radiador... El poeta consulta la hora: es temprano para acostarse [estrofa 4ª]. Podría leer, pero a su edad es mejor el recuerdo de los libros ya leídos analizados desde la nueva perspectiva de la madurez que leer otros nuevos [estrofa 5ª].
Esa referencia a la hora de la estrofa 4ª y la implícita al paso del tiempo de la 5ª introduce el tema de la segunda parte, la más extensa del poema (estrofas 6ª - 11ª). Cernuda no sabe qué hacer, a pesar de que tiene tiempo suficiente, de aquí a la primavera [estrofa 6ª]. De repente, se pregunta si verdaderamente le queda tanto tiempo, y se interroga por su propia mortalidad (¿"y hasta cuándo / el tiempo al hombre le dura?"). Unas voces en su interior le dicen que ya es tarde, y él suspira [estrofa 7ª]. Reflexiona entonces que la eternidad es el presente que ante nosotros se abre con sus posibilidades, y que debe aprovecharlas porque luego no podrá. Debe ganar tiempo, aunque el poeta no sepa "cuándo" [estrofa 8ª]. El refrán "el tiempo y yo, para otros dos" (que solía citar mucho Felipe II), significa que el tiempo ofrece muchas posibilidades al hombre a lo largo de la vida. Sin embargo, Cernuda toma la cita como literal, y se pregunta quiénes son esos dos, y los identifica con los dos lectores futuros que sí entenderán su obra. Pero al tratarse de personas por nacer, el poeta no llegará a conocerlos, con lo cual siempre estará solo [estrofa 9ª]. La siguiente estrofa [10ª], es una meditación sobre el paso de la juventud, que solo se constata cuando se llega a la madurez y ya no puede volver atrás. Sin embargo, en su interior el poeta no se siente mayor, y su juventud espiritual se siente encerrada en un cuerpo que no corresponde a su alma (las canas, la cara arrugada) [estrofa 11ª]
Comienza así la tercera parte del poema, dedicada al trabajo. A muchos les alivia dedicarse al trabajo, poner sus energías en ello para no pensar en "lo que no tiene cura" (el paso del tiempo, la decadencia, la vejez...); Cernuda lleva ya unos veinte años de trabajo [estrofa 12ª]. El trabajo supuso para él "la independencia / relativa", pues eso le permitía libertad, pero el mundo en realidad le pide que se dedique a otro menester, que es en realidad el que le corresponde: la creación poética [estrofa 13ª]. Su trabajo como profesor le permite mantenerse no con esfuerzo sino con fastidio (conocida es la animadversión de Cernuda por la enseñanza, a la que se dedicaba porque no le quedaba más remedio pero que no le gustaba nada). Sentencia que que las cosas importantes no puede enseñarlas nadie, pues esas las aprende el hombre por sí mismo [estrofa 14ª].
La cuarta parte (estrofas 15ª-18ª) se centran en el ideal y es la de mayor vuelo lírico del poema. El poeta entregó lo mejor de sí mismo "a una sombra" (algo que no era real, solo un atisbo, un reflejo de la realidad), ese deseo nunca cumplido que aguarda que llegue y que dé sentido a su espera (el ideal amoroso, nunca alcanzado) [estrofa 15ª]. Vuelve entonces la vista atrás y recuerda el amor juvenil (la relación con Serafín) que le habría permitido "ser quien eres", manifestar de manera abierta su condición [estrofa 16ª]. En ese punto reconoce el poeta que ya se ha encontrado a sí mismo y su verdad, pero que no sabe si debe guardarla como un secreto y dedicar sus energías a algo diferente [estrofa 17ª]. Concluye que su yo presente es producto de las experiencias vividas ("Quien eres, tu vida era; / uno sin otro no sois"), y que debe seguir esa búsqueda, aunque sea un espejismo que se sabe falso de antemano ("aun el miraje perdido"), y que seguirá mientras su vida continúe [estrofa 18ª].
La última sección, la más breve, se centra en la soledad (estrofas 19ª-20ª). Terminado el monólogo interior que lo ha tenido ocupado parte de la noche (y que es el poema que hemos leído), el poeta vuelve al principio: Cernuda solo se tiene a sí mismo y está solo [estrofa 19ª]. "Mata" la luz (muy expresivo el uso del verbo para referirse a que lo apaga) y se va a la cama [estrofa 20ª], probablemente condenado a una noche de insomnio donde seguirá dándole vueltas a las mismas ideas.
Todo el poema conforma pues un monólogo interior, donde la segunda persona del singular es desdoblamiento del poeta para dirigirse a sí mismo, y donde recorre sus obsesiones (el paso del tiempo, el deseo inalcanzable, la firme determinación a seguir adelante) mezclado con las circunstancias particulares de su vida en Estados Unidos (que detesta) en oposición al México idealizado donde ha pasado el reciente verano (y con el que sueña).
No hay comentarios:
Publicar un comentario