domingo, 27 de enero de 2019

"A un muchacho andaluz" (de "Invocaciones")


"A un muchacho andaluz"

Te hubiera dado el mundo, 
muchacho que surgiste 
al caer de la luz por tu Conquero, 
tras la colina ocre, 
entre pinos antiguos de perenne alegría.                                                5

¿Eras emanación del mar cercano? 
Eras el mar aún más 
que las aguas henchidas con su aliento, 
encauzadas en río sobre tu tierra abierta, 
bajo el inmenso cielo con nubes que se orlaban de rotos resplandores.     10

Eras el mar aún más 
tras de las pobres telas que ocultaban tu cuerpo; 
eras forma primera, 
eras fuerza inconsciente de su propia hermosura. 

Y tus labios, de bisel tan terso,                                                              15
eran la vida misma, 
como una ardiente flor 
nutrida con la savia 
de aquella piel oscura 
que infiltraba nocturno escalofrío.                                                          20

Si el amor fuera un ala. 

La incierta hora con nubes desgarradas, 
el río oscuro y ciego bajo la extraña brisa, 
la rojiza colina con sus pinos cargados de secretos, 
te enviaban a mí, a mi afán ya caído,                                                    25
como verdad tangible. 

Expresión amorosa de aquel mismo paraje, 
entre los ateridos fantasmas que habitaban nuestro mundo, 
eras tú una verdad, 
sola verdad que busco,                                                                        30
mas que verdad de amor, verdad de vida; 
y olvidando que sombra y pena acechan de continuo 
esa cúspide virgen de la luz y la dicha, 
quise por un momento fijar tu curso ineluctable. 

Creí en ti, muchachillo.                                                                        35

Cuando el amor evidente, 
con el irrefutable sol del mediodía, 
suspendía mi cuerpo 
en esa abdicación del hombre ante su dios, 
un resto de memoria                                                                           40
levantaba tu imagen como recuerdo único. 

Y entonces, 
con sus luces el violento Atlántico, 
tantas dunas profusas, tu Conquero nativo, 
estaban en mí mismo dichos en tu figura,                                             45
divina ya para mi afán con ellos, 
porque nunca he querido dioses crucificados, 
tristes dioses que insultan 
esa tierra ardorosa que te hizo y te hace.



El poema que abre Invocaciones surge como anécdota de una visita de Cernuda a Huelva cuando trabaja en las Misiones Pedagógicas de la República. En un paseo por el Conquero, zona arbolada de la capital onubense, se encuentra con un grupo de jóvenes. Rivero Taravillo, en su biografía del poeta, explica que Cernuda idealiza ese momento en este texto, fechado el 22 de agosto de 1934.

Al verlo aparecer, el poeta se muestra tan impresionado que llega al extremo de afirmar que le habría entregado el mundo de haber podido (vv- 1-2). Se pone de manifiesto desde el primer verso la condición divina del joven, al que Cernuda rinde vasallaje como si de un dios se tratara, que ha surgido de la naturaleza que los rodea (vv. 3-5). Se pregunta incluso si ha salido del mar, en referencia al mito del nacimiento de Venus, que subraya la condición de dios del joven y lo relaciona además con el símbolo del mar como deseo y fuerza sensual   que hemos visto en poemas anteriores. En ese sentido hay que entender la afirmación "Eras el mar aún más": el muchacho estaba más vivo y ofrecía más energía que las rías cercanas, llenas con el agua del mar, bajo un cielo con nubes (vv. 7-10).

La misma idea se repite en la estrofa siguiente, donde se insiste que el joven era una fuerza de la naturaleza, a pesar de la pobreza de su atuendo (quizás un simple bañador y poco más), "forma primera" que remite a la idea platónica de belleza, anterior a su actualización en un cuerpo concreto. Se detiene a continuación en su boca, que identifica con una "ardiente flor" que crece alimentada por su piel morena que provoca escalofrío (vv. 15-20).  

El poeta expresa entonces un deseo ("Si el deseo fuera un ala") que queda a medias como expresión de un anhelo imposible; el ala permitiría volar, elevarse por encima de la vulgaridad  y acercaría al poeta a la condición divina del muchacho. A pesar del prodigio que acaba de suceder (el encuentro del poeta con el muchacho cerca de los pinos y el río, vv. 22-24), llegaban a él con su "afán ya caído" (v. 25); es tarde para el poeta, la distancia que lo separa del muchacho es excesiva. 

Sin embargo, el joven representa la verdad de la belleza, del deseo, de esa fuerza que lo empuja a seguir adelante y en la que el poeta pone toda su confianza: "creí en ti, muchachillo" (v. 35). Y ese instante fugaz se graba en la memoria del poeta, que consigue así un "recuerdo único" de su dios (vv. 36-41).

Esa unión final con la naturaleza que rodea el encuentro (las luces del océano, las dunas, el pinar, vv. 42-44) son otra forma de fusión con el muchacho, una especia de panteísmo pagano que une su destino con el del joven dios, al que prefiere por encima de "dioses crucificados, / tristes dioses que insultan / esa tierra ardorosa que te hizo y que te hace". Su rechazo al cristianismo cierra el poema donde Cernuda opta por la adoración de los cuerpos y la belleza. 

Es un poema que canta el atractivo de los cuerpos jóvenes, pero no exalta, como ocurría en Los placeres prohibidos, la unión carnal como síntesis del amor. Aquí el atractivo, la contemplación y la unión con la naturaleza han desplazado en parte esa visión tan básica del deseo para enriquecerla con la búsqueda de la belleza y la fusión con ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Birds in the night" (de "Desolación de la Quimera")

"Birds in the night" El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida En esa casa de 8 Great College Street,...