sábado, 26 de enero de 2019

"III" (de "Donde habite el olvido")


"III"

Esperé un dios en mis días 
Para crear mi vida a su imagen, 
Mas el amor, como un agua, 
Arrastra afanes al paso. 

Me he olvidado a mí mismo en sus ondas;      5
Vacío el cuerpo, doy contra las luces; 
Vivo y no vivo, muerto y no muerto; 
Ni tierra ni cielo, ni cuerpo ni espíritu. 

Soy eco de algo; 
Lo estrechan mis brazos siendo aire,              10
Lo miran mis ojos siendo sombra, 
Lo besan mis labios siendo sueño. 

He amado, ya no amo más; 
He reído, tampoco río.


El amado, que en el poema anterior se nos presentó como "ángel, demonio" se convierte aquí en un "dios" al que Cernuda esperó para poder configurar su existencia en función de él. Antonio Jiménez Millán ve en este cambio un paso adelante en la configuración del mito, que transforma al amado en un ser superior, de una naturaleza no terrenal. Hay también en ello un reflejo de la "Oda" dedicada al actor George O'Brien, de la que ya hemos hablado

Sin embargo, la relación llegó a su fin: "Mas el amor, como un agua, / arrastra afanes al paso" (vv. 3-4). De nuevo el mar se muestra como símbolo del deseo y las pasiones. Como resultado de esa pérdida, el poeta se ha olvidado de sí mismo "en sus ondas". Se recupera aquí la imagen del cuerpo vacío que aparecía en algunos poemas de Un río, un amor ("Remordimiento en traje de noche" o "Cuerpo en pena", por ejemplo) como representación del vacío interior del poeta. 

La confusión espiritual que experimenta el yo poético se describe a través de cuatro paradojas  que reflejan esa oscilación interna que le impide encontrar el equilibrio que necesita: "vivo y no vivo, muerto y no muerto; ni tierra ni cielo, ni cuerpo ni espíritu" (vv. 7-8). El estado de desesperación lo lleva al extremo de casi extinguirse, consumido por el sufrimiento; ya no es él, sino un pálido reflejo de lo que fue: "Soy eco de algo" (v. 9), y su frustración se manifiesta en los tres versos siguientes que demuestran su incapacidad para recuperar ese amor perdido: "lo estrechan mis brazos siendo aire, / lo miran mis ojos siendo sombra / lo besan mis labios siendo sueño" (vv. 10-12). La estructura paralelística permite oponer elementos sensoriales (brazos, ojos, labios) con otros etéreos, casi intangibles (aire, sombra, sueño). Esta técnica la toma Cernuda de Bécquer, como señala Derek Harris. 

Los dos versos finales, rotundos, clarifican la diferencia entre el ayer y el hoy, entre el pasado lleno de felicidad y el desesperado presente: "He amado, ya no amo más / He reído, tampoco río" (vv. 13-14). Por medio de una expresión sencilla y sin adornos se consigue transmitir la tristeza profunda de su situación.

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