martes, 29 de enero de 2019

"Un español habla de su tierra" (de "Las Nubes")



"Un español habla de su tierra"

Las playas, parameras 
Al rubio sol durmiendo, 
Los oteros, las vegas 
En paz, a solas, lejos; 
  
Los castillos, ermitas,                    5
Cortijos y conventos, 
La vida con la historia, 
Tan dulces al recuerdo, 
  
Ellos, los vencedores 
Caínes sempiternos,                     10
De todo me arrancaron. 
Me dejan el destierro. 
  
Una mano divina 
Tu tierra alzó en mi cuerpo 
Y allí la voz dispuso                      15
Que hablase tu silencio. 
  
Contigo solo estaba, 
En ti sola creyendo; 
Pensar tu nombre ahora 
Envenena mis sueños.                  20
  
Amargos son los días 
De la vida, viviendo 
Sólo una larga espera 
A fuerza de recuerdos. 
  
Un día, tú ya libre                        25
De la mentira de ellos, 
Me buscarás. Entonces 
¿Qué ha de decir un muerto?



Este poema es uno de los más emotivos que Cernuda escribió sobre el tema de la patria, y que concentra su tristeza y decepción por la caída de la República. Parece ser que fue compuesto en el otoño del 39, acabada la contienda, y es uno de los últimos del libro.

En él vuelve Cernuda a una estrofa popular, la copla (en este caso, en versos heptasílabos) con rima asonante en los versos pares. Es una de esas pocas excepciones de rima en su poesía de madurez (como ocurre con "Jardín antiguo", "Deseo" o "Amor oculto", todos pertenecientes a este libro). Cernuda utiliza una estrofa con apariencia de canción para hablarnos de su melancolía por la patria perdida.

Las dos primeras estrofas sirven de descripción idealizada de España, centrada la primera en el entorno natural (las playas, las vegas, los oteros, que hacen pensar en paisajes costeros y castellanos), y la segunda en los monumentos (castillos, conventos, ermitas), que remiten al rico pasado histórico de España, referencia que se hace explícita en el verso 7 ("la vida con la historia"). Frente a esta visión sublimada de su país, Cernuda introduce en la tercera estrofa el contraste violento que supone la victoria del Bando Nacional en la Guerra Civil; los vencedores de la guerra son "Caínes sempiternos" (la figura de Caín tiene una larga tradición en la literatura española, especialmente en el primer tercio del siglo XX: piénsese en el uso que Unamuno o Antonio Machado hacen del personaje bíblico). Y en el contexto de la Guerra Civil, está claro que la lucha fraticida entre hermanos simboliza el enfrentamiento entre los dos bandos. Aquellos que han ganado la guerra le han arrebatado todo a Cernuda, condenándolo al destierro; un destierro que, como comentamos en la introducción al libro, Cernuda desconocía en aquel momento que sería para toda la vida.   

El poeta continúa explicando la peculiar relación que lo une a su patria. Consideremos, tal y como hemos visto en poemarios anteriores, que la relación de Cernuda con su país fue en ocasiones contradictoria: amaba su país pero detestaba sus defectos. Sin embargo, en la unión con su país ve la intervención de los dioses, esa "mano divina" (v. 13) que consagró ("alzó") su patria en su cuerpo, haciendo de él un vate (un poeta tocado por la gracia de Dios) a través del cual podría expresarse su tierra. Hay de fondo una visión platónica del poeta, entendido como transmisor de la divinidad que escribe bajo los efectos de la inspiración de los dioses. Así se ve él mismo, portavoz de su país, que puede expresar su silencio a través de la palabra poética. España era su única compañía, en la única en la que podía confiar (vv. 17-18); desgraciadamente, su caída bajo el régimen militar, hace que su recuerdo lo lleno de dolor y pesar (los magníficos versos 19-20).

La sexta estrofa describe el angustioso presente de Cernuda, que se sostiene en una larga espera (el sueño de que la situación en España cambie y se restaure el orden democrático) mientras se consuela viviendo de los recuerdos del pasado (v. 24).

La estrofa final es premonitoria, pues en ella el poeta intuye que no vivirá ese momento. Cuando llegue el fin del dominio militar ("un día, ya tú libre / de la mentira de ellos") la patria lo buscará a él, pero no lo encontrará porque para entonces ya habrá muerto ("¿Qué ha de decir un muerto?", v. 28). La pregunta retórica final introduce el tono patético y elegíaco (de clara influencia romántica, los ecos de Bécquer son evidentes) que cuadra muy bien con el sentimiento de añoranza de la patria perdida.

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