viernes, 25 de enero de 2019

"II" (de "Donde habite el olvido")


"II"

Como una vela sobre el mar 
resume ese azulado afán que se levanta 
hasta las estrellas futuras, 
hecho escala de olas 
por donde pies divinos descienden al abismo,                              5
también tu forma misma, 
ángel, demonio, sueño de un amor soñado, 
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba 
hasta las nubes sus olas melancólicas. 

Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,                                    10
yo, el más enamorado, 
en las orillas del amor, 
sin que una luz me vea 
definitivamente muerto o vivo, 
contemplo sus olas y quisiera anegarme,                                    15
deseando perdidamente 
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma, 
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto.



"Afán" es una de las palabras clave de este libro, y en este poema se repite hasta en dos ocasiones (v. 2 y v. 10). El poeta compara con una barca movida por el mar agitado ese "afán" (ese deseo que domina su voluntad) en el que también se vio envuelto con la misma agitación su enamorado ("ángel, demonio, sueño de un amor soñado", v. 7). La comparación de Serafín con un ángel es un recurso evidente en Donde habite el olvido, y se repetirá en otros poemas como "Mi arcángel" (es el más emblemático). Aquí además también se lo llama "demonio" con esa doble encarnación de cuanto aportó la relación, que acaba siendo solo "sueño de un amor soñado" en la medida que se transforma en el recuerdo de un amor idealizado y deseado durante mucho tiempo. 

Cernuda aún se halla bajo el influjo de "ese afán" (v. 10), y se deja arrastrar por la fuerza del mar, sus olas y sus mareas, en una unión con la naturaleza que tiene mucho de deseo, sensualidad y sexualidad; pero ese contacto lo lleva a desear algo más:el hundimiento definitivo "hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto" (v. 18). Hay pues un deseo de muerte que relaciona este poema con el anterior ("Donde habite el olvido"), que representa también un viaje interior hacia sí mismo, como explica Antonio Jiménez Millán, un descenso a los infiernos personales que hace pensar en Rimbaud y también en Dante.   

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