sábado, 26 de enero de 2019

"VII" (de "Donde habite el olvido")


"VII"


Adolescente fui en días idénticos a nubes,
Cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
Y extraño es, si ese recuerdo busco,
Que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste                                          5
Como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
Aquel fui, aquel fui, aquel he sido;
Era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena; fui niño
Prisionero entre muros cambiantes;                      10
Historias como cuerpos, cristales como cielos,
Sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
Una verdad quitar de entre mis manos,
Las hallará vacías, como en la adolescencia           15
Ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.


El poeta reflexiona sobre su adolescencia desde la perspectiva de una madurez sombría. Hay en él una vuelta al universo poético de Primeras poesías, libro juvenil que mucho tenía de adolescente. Derek Harris lo resume diciendo que "la promesa juvenil ha sido traicionada por la sucesiva experiencia de los fracasos. El recuerdo del momento en el que el ideal erótico se concibió en el lejano mundo cerrado e indolente de la adolescencia se convierte ahora en un suplicio que aviva el contraste amargo entre lo que pudo ser y lo que ha sido en realidad". Es normal que tras una ruptura amorosa el poeta vuelva la vista atrás hacia su adolescencia, cuando su futuro estaba compuesto por promesas y posibilidades infinitas. 

En la primera estrofa Cernuda vuelve la vista a atrás a su adolescencia, tiempo que caracteriza por medio de términos que tienden a la ensoñación y a la sugerencia ("nubes", "grácil", "penumbra", "reflejo"). Se extraña el poeta de que el recuerdo de aquella época pueda causarle tanto dolor.

La pérdida de placer es siempre motivo de tristeza, y el poeta reintroduce la dualidad "Yo fui / he sido" del poema anterior para oponer su adolescencia (dominada por la ignorancia), con el presente. Cernuda, en consonancia con el mundo poético de Perfil del aire, se vale de una serie de imágenes y términos que aparecían en aquel libro: la lámpara (v. 6), las nubes (v. 1), los muros (v. 10), el cristal (v. 11), el sueño (v. 12). Volver al pasado es volver al lenguaje que entonces utilizó.    

La tercera estrofa describe esa infancia donde no hubo ni penas ni alegrías, encerrado tras los muros que lo separaban del exterior, y donde el sueño fue la única forma de escape, aunque el sueño creció tanto que se hizo "más alto que la vida", es decir, las expectativas creadas superaron a lo que el poeta acabaría encontrándose en la vida real. 

Con la llamada final a la muerte (un tópico literario que entronca además con el imaginario de Bécquer), Cernuda reconoce que, aunque se dé cuenta de que sus sueños no se han cumplido, que las cosas no se han desarrollado como imaginó siendo adolescente, su anhelo por despojarse del deseo no se cumplirá. Cuando la muerte llegue, encontrará sus manos "ardientes de deseo, tendidas hacia el aire" (v. 16). El poeta admite entonces que el deseo no desaparece ni se apaga, y que se mantiene activo hasta al final, por mucho que se desee su aniquilación.

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